27 Enero 2008
TEMORES INFANTILES. Quedarse a oscuras suele atormentar a las personas durante la infancia.
¿Y si no se me ocurre nada? La pregunta que le bombeaba en el corazón y en las sienes cuando le ofrecieron hacer una viñeta diaria en el vespertino La Tarde. “Me inicié en el humor gráfico en 1981. Yo quería que los chistes salieran los lunes, miércoles y viernes, tratando de esquivarle al bulto. El director del diario me dijo: ‘no, los diarios salen todos los días, menos algunos feriados’. Del miedo, el fin de semana anterior a que saliera el vespertino, me hice una reserva de siete chistes”, comenta el humorista Alberto Calliera.
El autor de “Humor sin barreras” y “La chispa de Calliera” que se publican diariamente en LA GACETA, confiesa: “la falta de ideas tortura a todo humorista. ¿Y si no se me ocurre nada? Todos los días se nos tiene que ocurrir un chiste; a todo humorista le pasa. Es un desafío”.
- ¿Ese miedo te sigue acompañando?
- El temor a la falta de ideas es lo que te impulsa a trabajar más. El miedo me sigue acompañando... con los años se hace más soportable pero el temor está latente.
- ¿Cómo te animaste a incursionar en la televisión?
- En televisión, todo se potencia por la exposición pública. Es el temor al ridículo. La exposición es directa, entrás a la casa de todos, la gente te conoce en la calle. Debuté a los 45 años. Quería escribir el texto y que lo dijera un actor, pero no funcionó. Uno escribe y se imagina, y nunca es igual a la forma en que otro lo interpreta. Siempre piensa que uno lo hubiera dicho de otra forma. Yo pasaba de viajante a la televisión; no era que estaba en el mundo del espectáculo.
- ¿Cómo te sentirías ridículo?
- Si contás mal un chiste en una mesa de café, quedás mal ante dos o tres personas, pero si eso te ocurre en televisión, el riesgo es enorme. Uno está expuesto a la aceptación o al rechazo total, si no hacés sonreír sos un estúpido. Trato de tomar en serio la profesión -no a uno mismo- y es por respeto al que nos mira, al grande y al chico, evitando la grosería. Se trata de intentar convertir los dramas en comedia, de que la gente sonría de lo mismo que le preocupa.
- ¿Cómo fue tu primera vez?
- La primera vez que me presenté en televisión estaba atacado de nervios. El ridículo es un camino de ida... De los únicos lugares de donde no se vuelve son de la muerte y del ridículo. Yo trabajo siempre con noticias: política, economía... Trato de hacer que el asunto sea interesante y divertido y cuando no hay muchas ideas, recurro a personajes que he inventado, variando la forma de decir.
- ¿A qué le temías cuando eras changuito?
- Tenía miedo a la oscuridad...
- ¿Y le seguís teniendo miedo?
- Ahora le tengo miedo a la oscuridad intelectual, a que se me haga de noche el cerebro.
El autor de “Humor sin barreras” y “La chispa de Calliera” que se publican diariamente en LA GACETA, confiesa: “la falta de ideas tortura a todo humorista. ¿Y si no se me ocurre nada? Todos los días se nos tiene que ocurrir un chiste; a todo humorista le pasa. Es un desafío”.
- ¿Ese miedo te sigue acompañando?
- El temor a la falta de ideas es lo que te impulsa a trabajar más. El miedo me sigue acompañando... con los años se hace más soportable pero el temor está latente.
- ¿Cómo te animaste a incursionar en la televisión?
- En televisión, todo se potencia por la exposición pública. Es el temor al ridículo. La exposición es directa, entrás a la casa de todos, la gente te conoce en la calle. Debuté a los 45 años. Quería escribir el texto y que lo dijera un actor, pero no funcionó. Uno escribe y se imagina, y nunca es igual a la forma en que otro lo interpreta. Siempre piensa que uno lo hubiera dicho de otra forma. Yo pasaba de viajante a la televisión; no era que estaba en el mundo del espectáculo.
- ¿Cómo te sentirías ridículo?
- Si contás mal un chiste en una mesa de café, quedás mal ante dos o tres personas, pero si eso te ocurre en televisión, el riesgo es enorme. Uno está expuesto a la aceptación o al rechazo total, si no hacés sonreír sos un estúpido. Trato de tomar en serio la profesión -no a uno mismo- y es por respeto al que nos mira, al grande y al chico, evitando la grosería. Se trata de intentar convertir los dramas en comedia, de que la gente sonría de lo mismo que le preocupa.
- ¿Cómo fue tu primera vez?
- La primera vez que me presenté en televisión estaba atacado de nervios. El ridículo es un camino de ida... De los únicos lugares de donde no se vuelve son de la muerte y del ridículo. Yo trabajo siempre con noticias: política, economía... Trato de hacer que el asunto sea interesante y divertido y cuando no hay muchas ideas, recurro a personajes que he inventado, variando la forma de decir.
- ¿A qué le temías cuando eras changuito?
- Tenía miedo a la oscuridad...
- ¿Y le seguís teniendo miedo?
- Ahora le tengo miedo a la oscuridad intelectual, a que se me haga de noche el cerebro.
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