27 Enero 2008
ESPIRITUS. Lo desconocido y la oscuridad son dos situaciones capaces de generar miedo a cualquier edad. ARCHIVO LA GACETA
De acuerdo a la edad que tenemos, nuestras necesidades y nuestros miedos cambian. Se trata de una relación proporcional en la que entran en juego el dominio de cuatro aspectos fundamentales de nuestra vida, según explicó la psicóloga, Mariana Iriarte, especialista en trastornos de ansiedad. Las áreas son: 1) laboral-económica, representada por el desarrollo profesional y los bienes materiales. En este caso, los miedos se presentan como inseguridad-seguridad o fracaso-éxito. 2) la salud: tanto física como psíquica y se plantea en términos de enfermedad-salud o locura-salud mental. 3) afectivo-social: en la que interviene el intercambio afectivo con familiares, amigos o la pareja (sin que implique lo sexual) que se valora en términos de rechazo-aceptación o el temor a la pérdida de una persona. 4) afectiva-erótica: que representa al plano sexual y sentimental con la pareja y se mide igual que la anterior.
Niños
Desde que nacemos se activa nuestro instinto de supervivencia y, por tanto, nuestros miedos. "Pueden aparecer las pesadillas, el temor a los animales, a insectos o a situaciones o personas desconocidas. En la infancia, el miedo puede manifestarse como disturbios alimenticios, falta de concentración, dificultades de aprendizaje, comerse las uñas, insomnio o sensación de náuseas", describió la licenciada. En esta etapa es importante acompañar al niño en sus miedos. "Hay que evitar la sobreprotección, es decir, que el padre resuelva todo. Es un comportamiento que genera mucha dependencia e inseguridad. La falta de afecto en la familia también puede ser dañina porque el chico construye su seguridad de acuerdo a la imagen que le devuelven los otros. No es bueno hacer hincapié en sus defectos. Las pérdidas graves afectivas o económicas pueden ser detonantes de temores, sobre todo, cuando los padres también lo sienten. Los chicos tienden a imitar conductas. Aquello que para los padres es un peligro lo será también para el niño", indicó la profesional.
Adolescentes
"El grupo de pertenencia es lo más importante a esa edad. De la familia se pasa a los amigos y la necesidad por conseguir la aceptación de ellos. Los miedos, por tanto, giran en torno a la posibilidad de rechazo del grupo. Hay mucha inseguridad; se busca una identidad", destacó Iriarte. "Las áreas 2, 3 y 4 son muy vulnerables. Algunos ejemplos que pueden presentarse son miedo a ser feo, a no ser querido, al mal desempeño sexual, a no ser correspondido por la pareja y, ahora también, están los temores en torno a la adultez, a armar la propia familia, a asumir responsabilidades", sostuvo.
Adultos
A partir de los 30 años, las inseguridades aparecen principalmente en lo económico laboral y en lo afectivo. "Los planteos son no poder alcanzar el éxito, la estabilidad laboral, un mejor sueldo, tener hijos, conseguir un hombre o una mujer que los corresponda, comprometerse y fallar, que les pase algo a los hijos.... Los miedos en esta etapa están íntimamente ligados a los objetivos que se presentan y difieren de una persona a otra", aclaró. En la adultez, la historia personal, el contexto social y los aspectos culturales tienen más peso y condicionan a tener una mayor vulnerabilidad en una determinada área. "Se sienten miedos más específicos: a volar, a los ascensores, a los accidentes de tránsito... Y en el plano sexual pueden surgir temores referidos a infidelidad, a la posibilidad de que se agote el deseo sexual, entre otros".
Tercera edad
En la vejez el área de mayor vulnerabilidad es la salud. "Aparecen más fuerte las ideas de muerte y soledad. Pueden aparecer temores a las enfermedades graves, a sentir dolor, a que los hijos los abandonen, a perder la independencia por razones de salud, a caerse, a no poder defenderse en la calle, a volverse locos, a perder a sus seres queridos", detalló Iriarte. "Es una etapa en la que está muy presente la depresión por las pérdidas reales que sufre la persona (tanto de bienestar físico como afectos que mueren) y les obsesiona la idea de cómo van a morir, que pasará después, si sentirán dolor", concluyó.
Niños
Desde que nacemos se activa nuestro instinto de supervivencia y, por tanto, nuestros miedos. "Pueden aparecer las pesadillas, el temor a los animales, a insectos o a situaciones o personas desconocidas. En la infancia, el miedo puede manifestarse como disturbios alimenticios, falta de concentración, dificultades de aprendizaje, comerse las uñas, insomnio o sensación de náuseas", describió la licenciada. En esta etapa es importante acompañar al niño en sus miedos. "Hay que evitar la sobreprotección, es decir, que el padre resuelva todo. Es un comportamiento que genera mucha dependencia e inseguridad. La falta de afecto en la familia también puede ser dañina porque el chico construye su seguridad de acuerdo a la imagen que le devuelven los otros. No es bueno hacer hincapié en sus defectos. Las pérdidas graves afectivas o económicas pueden ser detonantes de temores, sobre todo, cuando los padres también lo sienten. Los chicos tienden a imitar conductas. Aquello que para los padres es un peligro lo será también para el niño", indicó la profesional.
Adolescentes
"El grupo de pertenencia es lo más importante a esa edad. De la familia se pasa a los amigos y la necesidad por conseguir la aceptación de ellos. Los miedos, por tanto, giran en torno a la posibilidad de rechazo del grupo. Hay mucha inseguridad; se busca una identidad", destacó Iriarte. "Las áreas 2, 3 y 4 son muy vulnerables. Algunos ejemplos que pueden presentarse son miedo a ser feo, a no ser querido, al mal desempeño sexual, a no ser correspondido por la pareja y, ahora también, están los temores en torno a la adultez, a armar la propia familia, a asumir responsabilidades", sostuvo.
Adultos
A partir de los 30 años, las inseguridades aparecen principalmente en lo económico laboral y en lo afectivo. "Los planteos son no poder alcanzar el éxito, la estabilidad laboral, un mejor sueldo, tener hijos, conseguir un hombre o una mujer que los corresponda, comprometerse y fallar, que les pase algo a los hijos.... Los miedos en esta etapa están íntimamente ligados a los objetivos que se presentan y difieren de una persona a otra", aclaró. En la adultez, la historia personal, el contexto social y los aspectos culturales tienen más peso y condicionan a tener una mayor vulnerabilidad en una determinada área. "Se sienten miedos más específicos: a volar, a los ascensores, a los accidentes de tránsito... Y en el plano sexual pueden surgir temores referidos a infidelidad, a la posibilidad de que se agote el deseo sexual, entre otros".
Tercera edad
En la vejez el área de mayor vulnerabilidad es la salud. "Aparecen más fuerte las ideas de muerte y soledad. Pueden aparecer temores a las enfermedades graves, a sentir dolor, a que los hijos los abandonen, a perder la independencia por razones de salud, a caerse, a no poder defenderse en la calle, a volverse locos, a perder a sus seres queridos", detalló Iriarte. "Es una etapa en la que está muy presente la depresión por las pérdidas reales que sufre la persona (tanto de bienestar físico como afectos que mueren) y les obsesiona la idea de cómo van a morir, que pasará después, si sentirán dolor", concluyó.
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