"La gente nos consulta por pavor a decidir por sí misma"

"La gente nos consulta por pavor a decidir por sí misma"

Aunque parezcan opuestos, el temor al compromiso y a la soledad conducen a lo mismo: paralizan la capacidad de entrega de quien los padece.

27 Enero 2008
Sus relaciones duran poco. Demasiado poco. Usualmente cree que encontró a la mujer de su vida. Pero al cabo de unos meses descubre que ella no era la indicada. Y el amor sucumbe a la ruptura. ¿Por qué no puede sostener un amorío?
Reclinado en un diván, un paciente de la sexóloga Amelia del Sueldo Padilla formula esa pregunta. “El pánico al compromiso se ha vuelto cada vez más frecuente. Muchas veces se apela a conductas esquivas para no llevar adelante una relación. Se observan demasiados comportamientos histéricos, especialmente entre las personas de hasta 35 años”, explica la terapeuta.
Es que, aunque el acongojado sujeto jure y perjure que le gustaría mantener una relación en el tiempo, cuando tiene la oportunidad retrocede por temor al amor, y a todo lo que ello implica.
“Veo numerosos casos de individuos que desean encontrar una pareja y establecer una relación sólida, pero el pavor a entregarse les impide avanzar”, reflexiona Del Sueldo Padilla, y explica que los miedos a las obligaciones y a perder la independencia son los más extendidos. Además, revela que hay mucho miedo a quedar mal y a ser engañado o abandonado.
Pero fundamentalmente -opina- la gente hace consultas porque siente miedo a decidir por ella misma.  “Hay que lograr que cada uno se haga cargo de su propia vida”, insta la doctora.

No quiero estar solo
Desde el polo opuesto, el miedo a la soledad es también un gran impedimiento para concretar relaciones. “El vacío también se sufre, aun cuando se esté en compañía. Este terror tiene que ver con los orígenes del ser humano y con sus sustos primitivos”, explica Del Sueldo Padilla.
Pese a que parecen diferentes, la sexóloga asevera que tanto el miedo al compromiso como a la soledad paralizan la capacidad de entrega de quien los padece y, por ende, dificultan sus relaciones humanas. “Uno se frena porque no se anima a sentir pero, paradójicamente, está sintiendo. Y, para peor, perdiendo...”

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