20 Enero 2008
BBUENOS AIRES.- La ola de calor deja sin luz a medio país. No hay agua en muchos barrios, a pesar de las promesas oficiales cuando se estatizaron los servicios. Los más pobres se bañan en aguas contaminadas. Los más ricos aprovechan los beneficios del modelo y relucen sus excesos en los balnearios top. Los aviones no despegan y los pasajeros duermen en los aeropuertos a la espera de una solución. Las muertes se cuentan por decenas en las obsoletas rutas argentinas. Los trenes chocan o quedan varados en medio de la Pampa Húmeda. La única respuesta del Gobierno es la construcción de un faraónico e irrelevante tren bala, de dudosa factibilidad financiera, cuanto menos. ¿No será mucho?
El relato de marras -tal vez escalofriante, tal vez insignificante, depende de la mirada-, que no es de un país imaginario, se parece y mucho a esa novela Shugoro Yamamoto, "Barrio sin Sol" y que fuera más notoria a través del cine, con esa monumental obra de Akira Kurosawa llamada "Do-Des-Kaden". Sin embargo, no es más que una somera descripción de lo que se ha vivido en la Argentina en apenas una quincena de 2008.
Al igual que el personaje de Kurosawa -un alienado que subsistía en una villa miseria del Tokio opulento de los 70 que creía conducir un tren imaginario del cual sólo obtenía un rapto de felicidad, para poder huir de tanta inmundicia, promiscuidad y desesperanza-, el gobierno prefiere refugiarse en un tren imaginario, para no ver la realidad.
Los más elementales servicios aparecen seriamente amenazados y no parecen encontrarse respuestas hacia futuro. En otros términos, los servicios básicos no están garantizados y la suerte de la población depende más del pronóstico meteorológico que de la planificación oficial. Después de seis años no se puede cargar culpas sobre la crisis, ni hablar de atribuírselas a otro modelo. Ya, la impericia y la negligencia se apoderaron de la administración regente y son una clara muestra de la impotencia. Otra vez: no saben. Peor todavía, niegan y endilgan culpas a terceros. Una vieja técnica de propaganda, bastante trillada y fracasada.
El denominado modelo productivo o "gelbardiano" no tiene reacción. Por varios motivos. Primero, le faltan recursos. A pesar del monumental esfuerzo de la población en soportar, como dicen los especialistas, una presión fiscal tope histórica, el modelo no tiene fondos. No sólo no genera recursos sino que se los malgasta. No los genera porque se trata simplemente de un modelo extractivo y, en última instancia cuando desaparecen los pocos recursos existentes, se convierte en policíaco. El modelo vive de los recursos que generan otros sectores y cuando estos se terminan apela a los controles de precios, de stock o de exportaciones. ¿Qué pasará con el modelo cuando esto se termine?
Segundo, el modelo no atrae recursos porque se trata de un esquema expulsor de inversiones. Los controles, congelamientos y otros instrumentos policíacos se convierten en una invitación para no invertir. Y así ocurre. ¿Qué compañía va a invertir en un país en el cual su gobierno le quiere controlar su caja? ¿Quién va a invertir en una compañía sobre la cual un gobierno le controla la caja? Las respuestas son ociosas. De allí que las inversiones se quedan en meros anuncios sin hechos concretos.
¿Qué pasará con el modelo cuando esto se termine?
Tercero, el modelo depende de la caja. En especial, de lo que sobre y, como lo que sobra es poco, recurrentemente se ven obligados a ajustar el apretón fiscal sobre la presión tributaria. El último episodio fue la suba de retenciones a las exportaciones. ¿Qué pasará con el modelo cuando esto se termine?
En verdad, mejor ni imaginar que pasaría con el modelo cuando alguno de estos factores se concreten.
Mientras tanto, nuestro tren, nuestro expreso imaginario quiere comenzar a rodar y alguien quiere conducirlo...Do-Des-Kaden! Do-Des-Kaden! Do-Des-Kaden!
El relato de marras -tal vez escalofriante, tal vez insignificante, depende de la mirada-, que no es de un país imaginario, se parece y mucho a esa novela Shugoro Yamamoto, "Barrio sin Sol" y que fuera más notoria a través del cine, con esa monumental obra de Akira Kurosawa llamada "Do-Des-Kaden". Sin embargo, no es más que una somera descripción de lo que se ha vivido en la Argentina en apenas una quincena de 2008.
Al igual que el personaje de Kurosawa -un alienado que subsistía en una villa miseria del Tokio opulento de los 70 que creía conducir un tren imaginario del cual sólo obtenía un rapto de felicidad, para poder huir de tanta inmundicia, promiscuidad y desesperanza-, el gobierno prefiere refugiarse en un tren imaginario, para no ver la realidad.
Los más elementales servicios aparecen seriamente amenazados y no parecen encontrarse respuestas hacia futuro. En otros términos, los servicios básicos no están garantizados y la suerte de la población depende más del pronóstico meteorológico que de la planificación oficial. Después de seis años no se puede cargar culpas sobre la crisis, ni hablar de atribuírselas a otro modelo. Ya, la impericia y la negligencia se apoderaron de la administración regente y son una clara muestra de la impotencia. Otra vez: no saben. Peor todavía, niegan y endilgan culpas a terceros. Una vieja técnica de propaganda, bastante trillada y fracasada.
El denominado modelo productivo o "gelbardiano" no tiene reacción. Por varios motivos. Primero, le faltan recursos. A pesar del monumental esfuerzo de la población en soportar, como dicen los especialistas, una presión fiscal tope histórica, el modelo no tiene fondos. No sólo no genera recursos sino que se los malgasta. No los genera porque se trata simplemente de un modelo extractivo y, en última instancia cuando desaparecen los pocos recursos existentes, se convierte en policíaco. El modelo vive de los recursos que generan otros sectores y cuando estos se terminan apela a los controles de precios, de stock o de exportaciones. ¿Qué pasará con el modelo cuando esto se termine?
Segundo, el modelo no atrae recursos porque se trata de un esquema expulsor de inversiones. Los controles, congelamientos y otros instrumentos policíacos se convierten en una invitación para no invertir. Y así ocurre. ¿Qué compañía va a invertir en un país en el cual su gobierno le quiere controlar su caja? ¿Quién va a invertir en una compañía sobre la cual un gobierno le controla la caja? Las respuestas son ociosas. De allí que las inversiones se quedan en meros anuncios sin hechos concretos.
¿Qué pasará con el modelo cuando esto se termine?
Tercero, el modelo depende de la caja. En especial, de lo que sobre y, como lo que sobra es poco, recurrentemente se ven obligados a ajustar el apretón fiscal sobre la presión tributaria. El último episodio fue la suba de retenciones a las exportaciones. ¿Qué pasará con el modelo cuando esto se termine?
En verdad, mejor ni imaginar que pasaría con el modelo cuando alguno de estos factores se concreten.
Mientras tanto, nuestro tren, nuestro expreso imaginario quiere comenzar a rodar y alguien quiere conducirlo...Do-Des-Kaden! Do-Des-Kaden! Do-Des-Kaden!