Macedonio, Borges, Lamborghini, Aira, Libertella genealogía de la narrativa histérica

Macedonio, Borges, Lamborghini, Aira, Libertella genealogía de la narrativa histérica

Por Marcelo Damiani, para LA GACETA - Buenos Aires. No se sabe a ciencia cierta si la resistencia que propone esta clase de literatura tiene futuro, pero de lo que no caben dudas es de que no carece de pasado. La narrativa histérica no sólo no tiene un espíritu de cuerpo o un programa previo sino que tampoco pretende cambiar el mundo para conformarse luego con su entrada al museo.

02 Diciembre 2007
"El mundo es de inspiración tantálica... Todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: Tienta y niega."
Macedonio Fernández

En nuestra primera aproximación al tema hemos definido narrativa histérica como ese tipo de ficción que realiza un doble movimiento simultáneo: seduce (literariamente) y rechaza (las demandas externas y ajenas a su propia lógica). Este doble movimiento se debe a que su propósito es conquistar al lector y huir de las imposiciones del Mercado (así, con mayúscula). Ahí, sosteníamos, se veía con nitidez el sentido profundo de la ya famosa provocación libertelliana: "Allí donde hay un interlocutor, uno solo, allí se constituye un mercado". Con minúscula, puntualizábamos, sin olvidar que la supuesta valoración inferior de las minúsculas, como la negativa de la histeria, sería invertida y desplazada rápidamente. En especial porque este pequeño mercado del que habla Libertella está sostenido por la existencia de un lector concreto, real, mientras que el Gran Mercado está pendiente de la estadística, de los índices de ganancias, de la rentabilidad cuyo sustrato (vacío) son los números.
Ahora bien, como también ya se dijo, no sabemos si la resistencia que propone la narrativa histérica tiene futuro, pero sin duda de lo que no carece es de pasado. Este no es, por supuesto, el que una lectura fácil podría confundir con el de las vanguardias de principios del siglo XX o las neovanguardias de los 60. La narrativa histérica no sólo no tiene un espíritu de cuerpo o un programa previo sino que tampoco pretende cambiar el mundo para luego conformarse con su entrada al Museo. Así, tal vez está mucho más cerca de ser una retaguardia, no porque le cuide las espaldas a nadie sino porque siempre está a punto de ser relegada o directamente olvidada por el batallón principal y sus ambiciosos líderes de turno. Se podría decir, para aquellos que se ponen nerviosos frente a las indefiniciones, que en el mejor o peor de los casos, la narrativa histérica sólo es una hipótesis de lectura.
Su germen, sin duda, se encuentra en los textos de Macedonio Fernández. Tal vez no haría falta más que considerar la concepción tantálica que tiene del mundo y reparar en las dos palabras que elige para sintetizarla: Tienta y niega. ¿Acaso no es casi lo mismo que el "seduce y rechaza" del postulado histérico? Por otra parte, ese "tienta y niega" está puesto tan hábilmente que uno podría confundirlo con la descripción del espíritu tantálico y no con lo que en realidad es: Macedonio instruyéndonos sobre la lógica de sus textos.
Además, su escritura es un enorme intento de resistir la mayor cantidad posible de convenciones narrativas (entre las que el cuestionamiento de la dictadura del personaje no es uno menor). No hace falta más que leer unas cuantas líneas de casi cualquiera de sus textos para percibir la tensión que emana de su prosa, fruto del intento constante por huir de lo establecido. Pero es indudablemente en los cincuenta y siete (sí, ¡57!) prólogos a Museo de la novela de la Eterna donde podemos hallar en forma embrionaria el verdadero virus de la narrativa histérica. ¿Qué son sino esos 57 intentos de posponer el comienzo de la narración? ¿Qué son sino esas 57 digresiones que perturban o directamente obturan de antemano la posibilidad de una narración no histérica?

"Sé que me aguarda una personalísima inmortalidad", podemos leer en el prólogo titulado ?Perspectiva?: "Pasarán las generaciones de lectores de vidriera y nadie comprará. Esta será la novela que más veces habrá sido arrojada con violencia al suelo, y otras tantas recogida con avidez... Novela de lectura de irritación: La que como ninguna habrá irritado al lector por sus promesas y su metódica de inconclusiones e incompatibilidades."

Acá no sólo se ve claramente la lucidez macedoniana con respecto al futuro de su propio texto sino también el inicio de una maniobra de rechazo que a su vez quiere actuar como una forma de seducción. Es decir, la resistencia de Macedonio a la escritura entendida como una forma de comunicación social (Borges nunca se cansó de repetir que su maestro era antes que nada un gran orador) encuentra ahora una nueva luz bajo la cual ser examinada. La resistencia de Macedonio a la escritura es el rechazo que genera la escritura de Macedonio. Pero también es el correlato del rechazo (en el que se filtra su ideología anarquista) de la forma novela como parte constitutiva del statu quo literario-burgués.
Este doble rechazo (en la narrativa histérica todo es doble o tiene un pliegue o doblez que siempre redobla su apuesta) va a ser interpretado irónicamente por uno de los pocos verdaderos continuadores de la apuesta macedoniana. Estamos hablando, por supuesto, de Osvaldo Lamborghini. "Sigo resistiéndome -a seguir escribiendo", resumirá primero su paradójico pathos productivo, para luego completarlo con su ya famosa boutade: "Primero publicar, después escribir". Acotemos, casi entre paréntesis, que la mayoría de los textos de Cesar Aira -su albacea y discípulo- parecen destinados a seguir ese último precepto. No obstante, el lazo histérico -virósico- entre Macedonio y Lamborghini no es Aira, sino Libertella. Toda su obra es un equilibrio inestable entre la ficción y la reflexión, siempre buscando cortar la cuerda del Canon y dar el gran salto -sin red- en otra dirección.

La seducción del rechazo
En La Librería Argentina, en el capítulo Borges por Macedonio, Libertella desmonta la doble relación que anuda a maestro y discípulo: "Yo por aquellos años lo imité hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio", asegura sospechosamente el alumno, para que Macedonio -dando cátedra- le responda: "Comencé a ser citado por Jorge Luis Borges con tan poca timidez de encomios que por el terrible riesgo a que se expuso con esta demencia, comencé a ser el autor yo de lo mejor que él había producido". ¿Pero cómo yo lo mejor que él produjo?, se pregunta con estupor Libertella.
Así, el germen empieza a dar sus frutos y ahora deviene gesto histérico en Borges. El deseo borgeano de hacer lo que hace el otro es rechazado como sólo puede hacerlo un verdadero maestro, con ese doble movimiento que afirma y niega a la vez, generando una suerte de doble vínculo. Es que el germen histérico presente en la obra de Macedomio, ya lo hemos dicho, pone el acento en el rechazo y deja en un segundo plano a la seducción. Borges va a invertir la ecuación y se abocará a convertir ese rechazo de la seducción en una seducción del rechazo. Todo en su obra pretende seducirnos, anota Libertella, como si nos dijera: "Soy Toda, y Tuya". Así, "el lector no será más que la fascinación y, al mismo tiempo, el terror de no poder rechazar ese convite total", en un último doble movimiento que ahora impregna la instancia receptora.
Esta es la génesis de la gestualidad histérica borgeana que tantos van a repetir hasta el hartazgo. Agamben escribe que el gesto es "aquello que permanece inexpresado en todo acto de expresión", y agrega que "el gesto del autor se atestigua en la obra... como una presencia incongruente y extraña". Es en esta extrañeza donde se puede vislumbrar la huella del embrión macedoniano en Borges. Su gesto "vacila en el umbral de la obra como el exergo intratable que pretende irónicamente poseer el inconfesable secreto"; el gesto que en algún punto revela la irreductibilidad de todo autor al dominio imperioso del lenguaje. El lado más visible de este gesto, por supuesto, es la resistencia borgeana a escribir una novela, no sólo el género mercantil por excelencia, sino también el que su maestro se tomó el trabajo de dinamitar desde el más allá.
Ahora bien, esta pequeña genealogía tal vez nos permita visualizar un par de cosas. Primero, ya lo hemos sugerido, cómo el germen histérico macedoniano parece bifurcarse y devenir gesto histérico en Borges, pero también virus hermético en Lamborghini y Libertella. Segundo, cómo la serie Macedonio-Borges se reactualizaría por esa otra que conforman Lamborghini y Aira; Libertella, en este caso, funcionaría como una suerte de punto o línea de fuga que aún no encuentra sus límites, y que tal vez justamente por esto encarnaría ese carácter fugitivo y fantasmal que mejor parece caracterizar por el momento a la narrativa histérica.
Por último, si Borges ha iluminado a Macedonio y Aira a Lamborghini, ¿quién hará lo propio con Libertella? Y en caso de que esto suceda, ¿quién ocupará su lugar? ¿Quién tomará la posta -el estandarte- de la resistencia a las imposiciones cada vez más imperiosas del Mercado?
El tiempo, por supuesto, es el único que tiene las respuestas.© LA GACETA

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