07 Noviembre 2007
"Los presos murieron como si fueran animales"
A los Bomberos se les rompió el equipo dentro del penal y la Policía amontonaba a los heridos. Por Gustavo Rodríguez - enviado especial.
ESPERANDO RESPUESTAS. Los familiares de las víctimas aguardan en la puerta de la morgue provincial. LA GACETA/ENVIADO ESPECIAL JORGE OLMOS SGROSSO
Los guantes descartables de cirujano desparramados por las veredas. Cajas de cartuchos de balas de goma diseminadas por el frente del penal. Las ventanas de las casas vecinas totalmente cerradas y el inconfundible olor a quemado en el ambiente eran algunas de las pruebas de la jornada negra que vivieron los santiagueños el domingo de la tarde.
"Era como cualquier otro día de visita. Había mucho movimiento, pero nada más. Después vimos humo y por último, escuchamos gritos desesperados de los muchachos que pedían auxilio", explicó María de Hernández, una de las testigos de la tragedia.
Los ciudadanos juran que nunca antes escucharon tantas sirenas juntas. "Parecía que estábamos en guerra. Primero fue el ruido de los patrulleros y después el de las ambulancias. No sabíamos por dónde transitar", aseguró Juan Carlos Medina, un remisero que se enteró del siniestro mientras estaba trabajando.
Una realidad
Los santiagueños reconocieron que la tragedia los hizo ver una realidad: la falta de equipamiento de los miembros de las fuerzas del orden. "A los bomberos se le rompió la autobomba dentro del penal. Los changos eran amontonados en las cajas de las camionetas de la Policía para llevarlos al hospital y las autoridades no sabían cómo actuar. Los líos se armaron cuando la gente se cansó de esperar que les informaran los nombres de los muertos", aseguró José Herrera.
Los líos a los que se refiere son los incidentes que se produjeron durante horas en las inmediaciones del penal, en el hospital Regional Ramón Carrillo -donde llegaron los heridos y fallecidos- y en la morgue del Hospital Independencia, donde se entregaban los cuerpos de las víctimas. La Policía tuvo que recurrir a balas de gomas y gases lacrimógenos para dispersar a los más violentos.
Los uniformados también se vieron obligados a prepararse para que no se registraran nuevos incidentes. Por ese motivo, se montó un fuerte dispositivo de seguridad en el que participaron más de 300 efectivos.
"Es lógico que la gente se ponga así. Sus parientes murieron como si fueran animales. Encerrados y sin ninguna chance de poder sobrevivir. Es cierto que son delincuentes, pero no merecen irse de este mundo de esa manera", concluyó Esteban Lazarte. LA GACETA ©
"Era como cualquier otro día de visita. Había mucho movimiento, pero nada más. Después vimos humo y por último, escuchamos gritos desesperados de los muchachos que pedían auxilio", explicó María de Hernández, una de las testigos de la tragedia.
Los ciudadanos juran que nunca antes escucharon tantas sirenas juntas. "Parecía que estábamos en guerra. Primero fue el ruido de los patrulleros y después el de las ambulancias. No sabíamos por dónde transitar", aseguró Juan Carlos Medina, un remisero que se enteró del siniestro mientras estaba trabajando.
Una realidad
Los santiagueños reconocieron que la tragedia los hizo ver una realidad: la falta de equipamiento de los miembros de las fuerzas del orden. "A los bomberos se le rompió la autobomba dentro del penal. Los changos eran amontonados en las cajas de las camionetas de la Policía para llevarlos al hospital y las autoridades no sabían cómo actuar. Los líos se armaron cuando la gente se cansó de esperar que les informaran los nombres de los muertos", aseguró José Herrera.
Los líos a los que se refiere son los incidentes que se produjeron durante horas en las inmediaciones del penal, en el hospital Regional Ramón Carrillo -donde llegaron los heridos y fallecidos- y en la morgue del Hospital Independencia, donde se entregaban los cuerpos de las víctimas. La Policía tuvo que recurrir a balas de gomas y gases lacrimógenos para dispersar a los más violentos.
Los uniformados también se vieron obligados a prepararse para que no se registraran nuevos incidentes. Por ese motivo, se montó un fuerte dispositivo de seguridad en el que participaron más de 300 efectivos.
"Es lógico que la gente se ponga así. Sus parientes murieron como si fueran animales. Encerrados y sin ninguna chance de poder sobrevivir. Es cierto que son delincuentes, pero no merecen irse de este mundo de esa manera", concluyó Esteban Lazarte. LA GACETA ©
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