04 Noviembre 2007
SUGESTIVA. La mirada de la lechuza siempre fue motivo de leyendas. LA GACETA
La escritora Alba Omil, estudiosa de los mitos y las supersticiones, tiene en su casa un gato negro al que le puso como nombre “Trece”, para acentuar su “carga negativa”. Sin embargo, el felino se comporta con la indiferencia típica de su raza y no parece abrigar aviesas intenciones. Hay quienes aseguran que -por el contrario- los gatos de este color, e incluso los de cualquier otro pelaje, absorben las “malas ondas” en lugar de generarlas.
“El temor al gato negro es una superstición que deviene de los españoles. En la Edad Media se creía que las brujas tenían como acompañante a un gato negro, que era una encarnación del demonio. Por eso se le considera fatídico. Lo mismo dicen del zorro, que cuando cruza de izquierda a derecha es de buena suerte, y viceversa. La gente necesita poner el signo negativo en algo para protegerse de las malas ondas”, explicó Omil.
La especialista mencionó también que hay otros animales considerados fatídicos o vinculados con lo sobrenatural. Por ejemplo, se dice que el grito de la lechuza anuncia muerte. “En algunos relatos folclóricos se conserva la memoria remota de una estructura mítica. En la antigua Grecia se decía que la lechuza podía ver el mundo de los muertos -explicó Omil-. Cuando Homero menciona a la diosa Palas Atenea la califica como ‘la de los ojos de lechuza’. Esto es un resabio de la etapa zoomórfica del mito, cuando Atenea era una deidad con forma de lechuza”. Agregó que entre los aborígenes americanos el ave nocturna también reviste un significado similar. Muchas urnas funerarias tienen forma de lechuza, porque se creía que el ave acompañaba y guiaba al párvulo en la oscuridad de los caminos del inframundo.
Con respecto a las desgracias que acarrea la rotura de un espejo, se trata de una superstición que ya aparece en realtos japoneses muy antiguos.
Pero la influencia que alcanzan las supersticiones en la vida de la gente depende en gran medida de la autosugestión de cada persona. Es algo fundamental en los ritos de curanderismo.
“A mí, cuando era chica, me curaron unas verrugas que me salieron en el pie. Me dijeron que las contara, eran siete, y que pusiera siete maíces en un atadito -contó la escritora-. Después tenía que arrojar el atadito hacia atrás, sin volverme a mirar. A aquel que lo encontrara se le iban a pegar las verrugas. A los pocos días, yo no tenía ninguna. La mente es sumamente poderosa”.
Números y cintas
Alba Omil define a la superstición como una desviación del sentimiento religioso hacia una cosa falsa. Considera que la mayoría de la gente cree que el número 13 trae mala suerte. Algo más reciente es ver a muchas personas con una cinta colorada atada en la muñeca, porque se cree que ahuyenta las malas ondas.
“Muchas personas aseguran que no creen en las brujas, pero reconocen que las hay -dijo-. Los mitos, en cambio, son otra cosa. Bajo los mitos de los pueblos antiguos se escondían principios morales, fenómenos naturales. Por ejemplo, eran una forma de explicar el cambio de las estaciones”.
Omil indicó que los mitos son la expresión fabulada de ideas religiosas, filosóficas y morales. Cuando el hombre primitivo no tenía una explicación racional para ciertas cosas, como los fenómenos cósmicos, elaboraba el mito para justificarlos. Como ejemplo citó la figura de Saturno (Cronos), que se devora a sus hijos. Es la personificación del tiempo, que también “devora” de otra manera a los seres humanos. El mito lo expresa de una forma.
En cuanto a las supersticiones, su memoria persiste con mayor fuerza a lo largo del tiempo en la cultura popular.
No solamente hay algunos animales a los que atribuyen poderes especiales, sino también ciertos vegetales. Por ejemplo, se cree que el ajo ahuyenta a los demonios. De allí la costumbre de colgar una ristra de ajo en las casas. “Estoy por publicar un libro de comidas regionales donde hablo también de la ruda. La gente la toma al comenzar agosto para prevenir enfermedades. La gente también la pone debajo de la almohada para protegerse de los malos espíritus”, señaló.
En el reino de los minerales también se asigna valores positivos o negativos a determinadas piedras. Por ejemplo, se dice que el ópalo atrae la mala suerte.
“El temor al gato negro es una superstición que deviene de los españoles. En la Edad Media se creía que las brujas tenían como acompañante a un gato negro, que era una encarnación del demonio. Por eso se le considera fatídico. Lo mismo dicen del zorro, que cuando cruza de izquierda a derecha es de buena suerte, y viceversa. La gente necesita poner el signo negativo en algo para protegerse de las malas ondas”, explicó Omil.
La especialista mencionó también que hay otros animales considerados fatídicos o vinculados con lo sobrenatural. Por ejemplo, se dice que el grito de la lechuza anuncia muerte. “En algunos relatos folclóricos se conserva la memoria remota de una estructura mítica. En la antigua Grecia se decía que la lechuza podía ver el mundo de los muertos -explicó Omil-. Cuando Homero menciona a la diosa Palas Atenea la califica como ‘la de los ojos de lechuza’. Esto es un resabio de la etapa zoomórfica del mito, cuando Atenea era una deidad con forma de lechuza”. Agregó que entre los aborígenes americanos el ave nocturna también reviste un significado similar. Muchas urnas funerarias tienen forma de lechuza, porque se creía que el ave acompañaba y guiaba al párvulo en la oscuridad de los caminos del inframundo.
Con respecto a las desgracias que acarrea la rotura de un espejo, se trata de una superstición que ya aparece en realtos japoneses muy antiguos.
Pero la influencia que alcanzan las supersticiones en la vida de la gente depende en gran medida de la autosugestión de cada persona. Es algo fundamental en los ritos de curanderismo.
“A mí, cuando era chica, me curaron unas verrugas que me salieron en el pie. Me dijeron que las contara, eran siete, y que pusiera siete maíces en un atadito -contó la escritora-. Después tenía que arrojar el atadito hacia atrás, sin volverme a mirar. A aquel que lo encontrara se le iban a pegar las verrugas. A los pocos días, yo no tenía ninguna. La mente es sumamente poderosa”.
Números y cintas
Alba Omil define a la superstición como una desviación del sentimiento religioso hacia una cosa falsa. Considera que la mayoría de la gente cree que el número 13 trae mala suerte. Algo más reciente es ver a muchas personas con una cinta colorada atada en la muñeca, porque se cree que ahuyenta las malas ondas.
“Muchas personas aseguran que no creen en las brujas, pero reconocen que las hay -dijo-. Los mitos, en cambio, son otra cosa. Bajo los mitos de los pueblos antiguos se escondían principios morales, fenómenos naturales. Por ejemplo, eran una forma de explicar el cambio de las estaciones”.
Omil indicó que los mitos son la expresión fabulada de ideas religiosas, filosóficas y morales. Cuando el hombre primitivo no tenía una explicación racional para ciertas cosas, como los fenómenos cósmicos, elaboraba el mito para justificarlos. Como ejemplo citó la figura de Saturno (Cronos), que se devora a sus hijos. Es la personificación del tiempo, que también “devora” de otra manera a los seres humanos. El mito lo expresa de una forma.
En cuanto a las supersticiones, su memoria persiste con mayor fuerza a lo largo del tiempo en la cultura popular.
No solamente hay algunos animales a los que atribuyen poderes especiales, sino también ciertos vegetales. Por ejemplo, se cree que el ajo ahuyenta a los demonios. De allí la costumbre de colgar una ristra de ajo en las casas. “Estoy por publicar un libro de comidas regionales donde hablo también de la ruda. La gente la toma al comenzar agosto para prevenir enfermedades. La gente también la pone debajo de la almohada para protegerse de los malos espíritus”, señaló.
En el reino de los minerales también se asigna valores positivos o negativos a determinadas piedras. Por ejemplo, se dice que el ópalo atrae la mala suerte.