29 Octubre 2007
El crimen sacudió al barrio San Martín de La Banda
LA GACETA en Santiago del Estero. Los vecinos de la casa en la que vivía la pareja en en la vecina provincia quedaron consternados con lo sucedido en Tucumán. El día que se produjo la tragedia, cumplían tres meses de casados. Se conocieron cuando estudiaban inglés. Todos recuerdan la fiesta de bodas. No hubo luna de miel.
CON LAS LUCES ENCENDIDAS. La bien cuidada vivienda de la pareja parece habitada, pese a que está vacía.LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
LA BANDA.- (Miguel Velárdez, enviado especial) En el barrio San Martín, de la ciudad de La Banda, todo el mundo lo llama "Pablito", y nadie puede imaginarlo como un asesino. El joven mató a su esposa el día que cumplían tres meses de casados.
Los vecinos todavía recuerdan que la fiesta de casamiento comenzó al mediodía y siguió hasta la noche, a pesar del frío del 28 de julio. Los novios habían elegido asado para el menú y después, bailaron hasta el cansancio. Todo parecía suceder rápidamente en la vida de ambos desde que se conocieron cuando estudiaban inglés en un instituto privado. Tanto, que no tuvieron tiempo de disfrutar de una luna de miel, como manda la tradición de los recién casados. María Marta cursaba el tercer año de Ciencias Económicas, y para que no perdiera clases habían acordado posponer el viaje.
Unos días antes del casamiento habían convenido vivir en la casa de Pablo, en la calle Cervantes 234, donde el joven compartía el hogar de toda la vida con su madre, "Tati". La mujer alternaba esta residencia con una en Córdoba, donde está ahora junto a dos hijas de un segundo matrimonio.
La casa es vistosa. Tiene un pequeño jardín bien cuidado. Las ventanas, cerradas con persiana americana, dejan ver luces encendidas dentro de la vivienda. Es una vieja costumbre que sirve para ahuyentar a los ladrones, dicen los vecinos.
En el garaje todavía se notan las huellas del automóvil que usaba la pareja. El silencio parece hechizar lo que hasta ayer fue el hogar del matrimonio Amín-Arias. "Desde el viernes que no lo veo", dijo anoche una vecina que regaba las plantas a la hora de la cena. La mujer se tapó la boca con las manos cuando el cronista le relató la tragedia ocurrida en Tucumán. "¿Pablito?", se preguntó a sí misma. Luego se acercó otra vecina que se había enterado del homicidio por medio de la televisión; contó que como no pudo soportar la curiosidad fue a un ciber para leer LA GACETA en internet.
De repente, en la cuadra, todo el mundo hablaba de Pablo y de María Marta. "Ella era una persona bella; tenía ojos celestes, pero más allá de eso era hermosa como persona", comentó una joven vecina de la familia Amín. Las mujeres intercambiaban recuerdos sobre el matrimonio que se desvaneció del modo más siniestro. "Eso pasa sólo en las películas", dijo la primera de las vecinas, que un rato antes había abandonado la regadera, la manguera y unos guantes de goma en la vereda. Nadie quería ver su nombre impreso en el diario; todas pidieron reserva. Una de ellas contó que había telefoneado a Córdoba para hablar con "Tati". "Me dio la sensación de que había tomado tranquilizantes, porque casi no hablaba, pobrecita -dijo-. Ella casi se muere hace un año, cuando volcó con su camioneta viniendo de Córdoba". Desde aquel accidente -añadió- "Tati" había dejado la casa para Pablo y su esposa. Como las luces están prendidas, desde la calle puede verse la habitación que usaba la joven pareja, en la planta alta.
A unas 20 cuadras de la casa de Pablo, en la zona céntrica de La Banda, vive la familia de María Marta. La vivienda permanece cerrada y no hay señales de que haya alguien. Al lado funciona un ciber, donde algunos vecinos leyeron las noticias en la web. La desgracia ya había llamado a la puerta de la familia Arias. Tiempo atrás, al padre de María Marta le diagnosticaron diabetes, a causa de la cual perdió la vista y tuvieron que amputarle una pierna. Por esa razón, a Tucumán sólo viajaron la madre y los hermanos.
Cae la noche y varios vecinos del barrio San Martín sacan sus sillas a la vereda; parece que nadie quiere dormir. Todavía no pueden creer que "Pablito" haya quebrado, de manera tan atroz, la rutina vecinal.
Los vecinos todavía recuerdan que la fiesta de casamiento comenzó al mediodía y siguió hasta la noche, a pesar del frío del 28 de julio. Los novios habían elegido asado para el menú y después, bailaron hasta el cansancio. Todo parecía suceder rápidamente en la vida de ambos desde que se conocieron cuando estudiaban inglés en un instituto privado. Tanto, que no tuvieron tiempo de disfrutar de una luna de miel, como manda la tradición de los recién casados. María Marta cursaba el tercer año de Ciencias Económicas, y para que no perdiera clases habían acordado posponer el viaje.
Unos días antes del casamiento habían convenido vivir en la casa de Pablo, en la calle Cervantes 234, donde el joven compartía el hogar de toda la vida con su madre, "Tati". La mujer alternaba esta residencia con una en Córdoba, donde está ahora junto a dos hijas de un segundo matrimonio.
La casa es vistosa. Tiene un pequeño jardín bien cuidado. Las ventanas, cerradas con persiana americana, dejan ver luces encendidas dentro de la vivienda. Es una vieja costumbre que sirve para ahuyentar a los ladrones, dicen los vecinos.
En el garaje todavía se notan las huellas del automóvil que usaba la pareja. El silencio parece hechizar lo que hasta ayer fue el hogar del matrimonio Amín-Arias. "Desde el viernes que no lo veo", dijo anoche una vecina que regaba las plantas a la hora de la cena. La mujer se tapó la boca con las manos cuando el cronista le relató la tragedia ocurrida en Tucumán. "¿Pablito?", se preguntó a sí misma. Luego se acercó otra vecina que se había enterado del homicidio por medio de la televisión; contó que como no pudo soportar la curiosidad fue a un ciber para leer LA GACETA en internet.
De repente, en la cuadra, todo el mundo hablaba de Pablo y de María Marta. "Ella era una persona bella; tenía ojos celestes, pero más allá de eso era hermosa como persona", comentó una joven vecina de la familia Amín. Las mujeres intercambiaban recuerdos sobre el matrimonio que se desvaneció del modo más siniestro. "Eso pasa sólo en las películas", dijo la primera de las vecinas, que un rato antes había abandonado la regadera, la manguera y unos guantes de goma en la vereda. Nadie quería ver su nombre impreso en el diario; todas pidieron reserva. Una de ellas contó que había telefoneado a Córdoba para hablar con "Tati". "Me dio la sensación de que había tomado tranquilizantes, porque casi no hablaba, pobrecita -dijo-. Ella casi se muere hace un año, cuando volcó con su camioneta viniendo de Córdoba". Desde aquel accidente -añadió- "Tati" había dejado la casa para Pablo y su esposa. Como las luces están prendidas, desde la calle puede verse la habitación que usaba la joven pareja, en la planta alta.
A unas 20 cuadras de la casa de Pablo, en la zona céntrica de La Banda, vive la familia de María Marta. La vivienda permanece cerrada y no hay señales de que haya alguien. Al lado funciona un ciber, donde algunos vecinos leyeron las noticias en la web. La desgracia ya había llamado a la puerta de la familia Arias. Tiempo atrás, al padre de María Marta le diagnosticaron diabetes, a causa de la cual perdió la vista y tuvieron que amputarle una pierna. Por esa razón, a Tucumán sólo viajaron la madre y los hermanos.
Cae la noche y varios vecinos del barrio San Martín sacan sus sillas a la vereda; parece que nadie quiere dormir. Todavía no pueden creer que "Pablito" haya quebrado, de manera tan atroz, la rutina vecinal.
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