12 Agosto 2007
EL PESIMISMO ES INJUSTO Y EL OPTIMISMO TAMBIEN. Mouffe critica la idea de que vivimos una segunda modernidad, en una etapa que permite el cultivo de la diversidad.
"A pesar de lo que muchos liberales desean que creamos, la especificidad de la política democrática no es la superación de la oposición nosotros/ellos, sino el modo diferente en el que ella se establece. Lo que requiere la democracia es trazar la distinción nosotros/ellos de modo que sea compatible con el reconocimiento del pluralismo, que es constitutivo de la democracia moderna".
En torno a lo político, el último libro de la politóloga británica Chantal Mouffe, no le pide permiso a nadie. Aquí radica una de sus muchas virtudes. Porque se trata, sin dudas, de una obra provocadora. Pero eso sería mencionar sólo una de sus características, casi de manera injusta. Porque, sobre todo, es una obra sesuda.
Es una publicación que dice lo que tiene para decir, de manera erudita y sin que le importe el qué dirán. Lo cual, además, la torna coherente con el eje teórico que lo vertebra. La columna que estructura a este volumen sostiene que pocas cosas han atentado tanto contra la democratización de la democracia como las posturas de los defensores de una forma consensual de la democracia. Ahí radican -sentencia- muchos de los problemas que enfrentan hoy las instituciones democráticas.
Para defender su punto de vista, la autora no tiene reparos en rescatar algunos elementos de la teoría política de Carl Schmitt, advirtiendo que le interesa su fuerza intelectual y no sus cualidades morales (hay que aclarar que, en todo momento, especifica que no comparte el compromiso de este autor con el nazismo y que pone distancia de otras concepciones de este pensador).
De igual modo, Mouffe (es profesora de Teoría Política en la Universidad de Westminster) no tiene empacho en cuestionar las posturas de verdaderos totems de las ciencias políticas, como Jürgen Habermas, Anthony Giddens y Ulrich Beck. Las 144 páginas editadas por el Fondo de Cultura Económica dan cuerpo a un libro temperamental. Por momentos, enojado. Hasta pareciera escrito desde el hartazgo. Y, decididamente, bien provisto de personalidad.
Ocurre que En torno a lo político desafía las visiones esperanzadoras respecto de la actualidad. Critica la idea de que estamos en una segunda modernidad, en una etapa que permite el cultivo de la diversidad. Cuestiona los postulados acerca de que la expansión de la democracia liberal garantiza paz, prosperidad y derechos humanos en todo el globo. Porque, en definitiva, tan injusto como el pesimismo es el optimismo.
La ensayista, en rigor, embate de manera feroz contra el liberalismo. Y precisa que, justamente, la concepción liberal de los hombres como individuos naturalmente buenos, desemboca en la proposición de un consenso absoluto y universal. Lo cual es -manifiesta- absolutamente erróneo.
La politóloga sostendrá, incluso, que la esencia misma de lo político ni siquiera puede ser comprendida por el racionalismo liberal, porque todo racionalismo necesita negar el carácter irreductible del antagonismo. Y esto se debe a que en el momento en que hay que tomar una decisión, el antagonismo revela, sin tapujos, el límite mismo de todo consenso racional.
El eje de su argumento, pues, es que no hay política sin antagonismo. Por ello, la negación del antagonismo ha tenido severas consecuencias tanto en la teoría como en la práctica política.
"Considero que concebir el objetivo de la política democrática en términos de consenso y reconciliación no sólo es conceptualmente erróneo, sino que también implica riesgos políticos -escribió-. La aspiración a un mundo en el cual se haya superado la discriminación nosotros/ellos se basa en premisas erróneas, y aquellos que comparten tal visión están destinados a perder de vista la verdadera tarea que enfrenta la política democrática".
A diferencia de lo que opinan los teóricos liberales, la autora de El retorno de lo político y de Hegemonía y estrategia socialista sostiene que la política democrática no consiste en los modos de negociar un compromiso entre intereses en conflicto. Ni tampoco en cómo alcanzar un consenso racional, que todo lo incluya.
"Una sociedad democrática liberal pluralista no niega la existencia de conflictos, sino que proporciona las instituciones que les permiten ser expresados de un modo adversarial -puntualizó-. Por ello, deberíamos dudar seriamente de la actual tendencia a celebrar una política de consenso, que es acompañada por la afirmación de que ella ha reemplazado a la política adversarial de izquierda y derecha, supuestamente pasada de moda. Una democracia que funciona correctamente exige un enfrentamiento entre posiciones políticas democráticas legítimas".
Quien quiera leer, que lea.
En torno a lo político, el último libro de la politóloga británica Chantal Mouffe, no le pide permiso a nadie. Aquí radica una de sus muchas virtudes. Porque se trata, sin dudas, de una obra provocadora. Pero eso sería mencionar sólo una de sus características, casi de manera injusta. Porque, sobre todo, es una obra sesuda.
Es una publicación que dice lo que tiene para decir, de manera erudita y sin que le importe el qué dirán. Lo cual, además, la torna coherente con el eje teórico que lo vertebra. La columna que estructura a este volumen sostiene que pocas cosas han atentado tanto contra la democratización de la democracia como las posturas de los defensores de una forma consensual de la democracia. Ahí radican -sentencia- muchos de los problemas que enfrentan hoy las instituciones democráticas.
Para defender su punto de vista, la autora no tiene reparos en rescatar algunos elementos de la teoría política de Carl Schmitt, advirtiendo que le interesa su fuerza intelectual y no sus cualidades morales (hay que aclarar que, en todo momento, especifica que no comparte el compromiso de este autor con el nazismo y que pone distancia de otras concepciones de este pensador).
De igual modo, Mouffe (es profesora de Teoría Política en la Universidad de Westminster) no tiene empacho en cuestionar las posturas de verdaderos totems de las ciencias políticas, como Jürgen Habermas, Anthony Giddens y Ulrich Beck. Las 144 páginas editadas por el Fondo de Cultura Económica dan cuerpo a un libro temperamental. Por momentos, enojado. Hasta pareciera escrito desde el hartazgo. Y, decididamente, bien provisto de personalidad.
Ocurre que En torno a lo político desafía las visiones esperanzadoras respecto de la actualidad. Critica la idea de que estamos en una segunda modernidad, en una etapa que permite el cultivo de la diversidad. Cuestiona los postulados acerca de que la expansión de la democracia liberal garantiza paz, prosperidad y derechos humanos en todo el globo. Porque, en definitiva, tan injusto como el pesimismo es el optimismo.
La ensayista, en rigor, embate de manera feroz contra el liberalismo. Y precisa que, justamente, la concepción liberal de los hombres como individuos naturalmente buenos, desemboca en la proposición de un consenso absoluto y universal. Lo cual es -manifiesta- absolutamente erróneo.
La politóloga sostendrá, incluso, que la esencia misma de lo político ni siquiera puede ser comprendida por el racionalismo liberal, porque todo racionalismo necesita negar el carácter irreductible del antagonismo. Y esto se debe a que en el momento en que hay que tomar una decisión, el antagonismo revela, sin tapujos, el límite mismo de todo consenso racional.
El eje de su argumento, pues, es que no hay política sin antagonismo. Por ello, la negación del antagonismo ha tenido severas consecuencias tanto en la teoría como en la práctica política.
"Considero que concebir el objetivo de la política democrática en términos de consenso y reconciliación no sólo es conceptualmente erróneo, sino que también implica riesgos políticos -escribió-. La aspiración a un mundo en el cual se haya superado la discriminación nosotros/ellos se basa en premisas erróneas, y aquellos que comparten tal visión están destinados a perder de vista la verdadera tarea que enfrenta la política democrática".
A diferencia de lo que opinan los teóricos liberales, la autora de El retorno de lo político y de Hegemonía y estrategia socialista sostiene que la política democrática no consiste en los modos de negociar un compromiso entre intereses en conflicto. Ni tampoco en cómo alcanzar un consenso racional, que todo lo incluya.
"Una sociedad democrática liberal pluralista no niega la existencia de conflictos, sino que proporciona las instituciones que les permiten ser expresados de un modo adversarial -puntualizó-. Por ello, deberíamos dudar seriamente de la actual tendencia a celebrar una política de consenso, que es acompañada por la afirmación de que ella ha reemplazado a la política adversarial de izquierda y derecha, supuestamente pasada de moda. Una democracia que funciona correctamente exige un enfrentamiento entre posiciones políticas democráticas legítimas".
Quien quiera leer, que lea.
Alvaro José Aurane
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