20 Julio 2007
Organicé numerosas visitas del “Negro” a Tucumán y, aunque sólo lo hubiera tratado una vez, mi impresión sobre él sería la misma.
Casi todos tenemos formas de ser, adaptables según los ámbitos y las personas. Esto nos otorga cierta dosis de hipocresía. El “Negro” carecía totalmente de esto. Era un ser increíblemente auténtico. Tal vez esa era la clave para traducir de manera tan fidedigna la delirante realidad como lo hacía en sus relatos. El mismo personaje que se sentaba a una mesa del bar “El Cairo” de Rosario en rueda de amigos, podía luego hacer lúcidos comentarios que luego reproduciría en sus obras, y esto no le impedía estar con académicos de la lengua planteando inspiradísimas posturas acerca de las “malas palabras”. El “Negro” era un muchacho simple de la tribuna, del bar y de los afectos. Con esto se hizo grande sin llegar a agrandarse. Su última visita fue hace dos años. Organicé la exposición de sus dibujos que ilustraron un Martín Fierro. Alguien del público le preguntó cómo era Osvaldo Soriano y nos maravilló con jugosas anécdotas. No puedo más que imaginarlos a ambos ahora, manteniendo una conversación digna de la “Mesa de los galanes”.
Casi todos tenemos formas de ser, adaptables según los ámbitos y las personas. Esto nos otorga cierta dosis de hipocresía. El “Negro” carecía totalmente de esto. Era un ser increíblemente auténtico. Tal vez esa era la clave para traducir de manera tan fidedigna la delirante realidad como lo hacía en sus relatos. El mismo personaje que se sentaba a una mesa del bar “El Cairo” de Rosario en rueda de amigos, podía luego hacer lúcidos comentarios que luego reproduciría en sus obras, y esto no le impedía estar con académicos de la lengua planteando inspiradísimas posturas acerca de las “malas palabras”. El “Negro” era un muchacho simple de la tribuna, del bar y de los afectos. Con esto se hizo grande sin llegar a agrandarse. Su última visita fue hace dos años. Organicé la exposición de sus dibujos que ilustraron un Martín Fierro. Alguien del público le preguntó cómo era Osvaldo Soriano y nos maravilló con jugosas anécdotas. No puedo más que imaginarlos a ambos ahora, manteniendo una conversación digna de la “Mesa de los galanes”.