20 Julio 2007
Si hacía falta canonizar a Roberto Fontanarrosa, su memorable discurso sobre las malas palabras en el Congreso de la Lengua, en Rosario, en 2004, fue el espaldarazo definitivo. “No sé quién define lo que es vulgar y lo que no es vulgar. Pienso que las malas palabras brindan otros matices... Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que ‘es un pelotudo’. El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada -no sé si ya está en el Diccionario Panhispánico de Dudas- podría referirse a un utilero de fútbol. El secreto y la fuerza está en la letra ‘t’”, afirmó el escritor y humorista, ante un público que festejó a carcajadas semejante transgresión en un ámbito de académicos.
“Hay otra palabra que quiero apuntar, que creo que es fundamental en el idioma castellano, que es la palabra ‘mierda’, que también es irremplazable. El secreto de la contextura física está en la r, anoten las docentes, porque es mucho más débil como lo dicen los cubanos: mielda, que suena a chino, y eso yo creo que ahí está la base de los problemas que ha tenido la Revolución Cubana, esa quita de posibilidades de expresividad”, comentó ante el selecto auditorio de integrantes de la Real Academia Española.
“Hay otra palabra que quiero apuntar, que creo que es fundamental en el idioma castellano, que es la palabra ‘mierda’, que también es irremplazable. El secreto de la contextura física está en la r, anoten las docentes, porque es mucho más débil como lo dicen los cubanos: mielda, que suena a chino, y eso yo creo que ahí está la base de los problemas que ha tenido la Revolución Cubana, esa quita de posibilidades de expresividad”, comentó ante el selecto auditorio de integrantes de la Real Academia Española.