10 Julio 2007
BUENOS AIRES.- Seguramente que la homilía del arzobispo de Tucumán, monseñor Luis Villalba, no podría haber perturbado tanto a la plana mayor del poder central como para excluir el Tedéum de la visita julia a la sede de la independencia; pero al menos sirvió para testimoniar que Kirchner y su esposa, ahora candidata presidencial, no valoran la relación con la Iglesia como factor electoral. En el futuro, cuando los hechos de hoy deban observarse con perspectiva histórica, será muy difícil comprender que el Presidente y su eventual sucesora hayan persistido en ese rechazo del sentido común a poco más de tres meses de las urnas, habiendo cien caminos para renovar sin desmedro esa relación. Uno de esos caminos pudo ser el saludo tradicional del propio arzobispo, al término del oficio, imposible de concretar en una visita tan encapsulada por el temor y la desconfianza, y convertida en otro mitin electoralista por los discursos de Alperovich y Kirchner. El viaje del matrimonio presidencial no ha tenido, por cierto, un marco político propicio, pues a la gigantesca menudencia de la distracción de Felisa Miceli en el baño oficial acaba de sumarse la extrema contaminación administrativa de la secretaria de Ambiente, Romina Picolotti, que no dejó de reconocer algunos de sus gruesos actos oficiales ante el propio diario que los reveló, “Clarín”. Ni la paz de los feriados largos parece ya sedar a la política nacional.
Picolotti y Lord Aston
Esos hechos y posicionamientos del presidencialismo alientan sin duda lo que Kirchner ha denominado la campaña sucia contra la primera dama, estilo electoralista que, promovido por el oficialismo, tuvo un debut muy elocuente en el distrito federal, con los resultados de los que el poder no termina de reponerse. La experiencia del caso Miceli ha llevado al jefe del Gabinete, Alberto Fernández, a solicitar un informe urgente a Picolotti sobre esas sorprendentes gestiones y actos simulados que habrían demandado gastos excepcionales y designaciones nepotistas cuyas consumaciones vienen desde hace largo tiempo sin que la Jefatura del Gabinete lo haya advertido hasta la denuncia y reportaje a la secretaria de Ambiente por parte de “Clarín”. Tenía razón Lord Aston cuando manifestaba que el poder corrompe de acuerdo con su dimensión. El caso de Picolotti tendrá posiblemente una respuesta diferente del de Miceli, pues ayer había cierta certeza de que Kirchner decidiría relevarla, como hizo con el piquetero Luis D’Elía, a pesar de lo manifestado por el jefe del Gabinete. La situación de la ministra de Economía es más compleja, pues se requiere un tiempo para resolver la sucesión y transferir el complejo aparato del Palacio de Hacienda. La herencia que recibirá la imagen pública de la candidata Cristina se hace así bastante más compleja de lo esperado. (De nuestra Sucursal)
Picolotti y Lord Aston
Esos hechos y posicionamientos del presidencialismo alientan sin duda lo que Kirchner ha denominado la campaña sucia contra la primera dama, estilo electoralista que, promovido por el oficialismo, tuvo un debut muy elocuente en el distrito federal, con los resultados de los que el poder no termina de reponerse. La experiencia del caso Miceli ha llevado al jefe del Gabinete, Alberto Fernández, a solicitar un informe urgente a Picolotti sobre esas sorprendentes gestiones y actos simulados que habrían demandado gastos excepcionales y designaciones nepotistas cuyas consumaciones vienen desde hace largo tiempo sin que la Jefatura del Gabinete lo haya advertido hasta la denuncia y reportaje a la secretaria de Ambiente por parte de “Clarín”. Tenía razón Lord Aston cuando manifestaba que el poder corrompe de acuerdo con su dimensión. El caso de Picolotti tendrá posiblemente una respuesta diferente del de Miceli, pues ayer había cierta certeza de que Kirchner decidiría relevarla, como hizo con el piquetero Luis D’Elía, a pesar de lo manifestado por el jefe del Gabinete. La situación de la ministra de Economía es más compleja, pues se requiere un tiempo para resolver la sucesión y transferir el complejo aparato del Palacio de Hacienda. La herencia que recibirá la imagen pública de la candidata Cristina se hace así bastante más compleja de lo esperado. (De nuestra Sucursal)
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