09 Julio 2007
ARZOBISPO DE TUCUMAN. Monseñor Luis Villalba será el responsable de pronunciar la homilía en la Iglesia Catedral. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
Néstor Kirchner volverá a romper con la tradición. Desde que en 1991 se institucionalizó que todos los 9 de julio el Presidente debe encabezar en Tucumán los actos conmemorativos de la Declaración de la Independencia, todos los jefes de Estado asistieron a los Tedéum oficiados en la iglesia Catedral, para agradecer por la gesta de 1816. Kirchner no lo hizo el año pasado y hoy mantendrá la misma tesitura, ya que llegará a Tucumán dos horas después de la celebración.
Tras la vuelta de la democracia, los mensajes que pronunciaban los sacerdotes durante los oficios religiosos tenían un carácter estrictamente espiritual. Sin embargo, la crisis económica y las dificultades institucionales hicieron que, fundamentalmente a partir de los años 90, los pastores aprovecharan sus encuentros con las autoridades en los Tedéum, ya sea los 25 de Mayo (en Buenos Aires) o los 9 de julio (en Tucumán), para señalar falencias y asignaturas pendientes.
El 9 de julio de 1991, por ejemplo, Carlos Menem, junto a sus entonces pares de Uruguay (Luis Lacalle), de Paraguay (Andrés Rodríguez) y de Bolivia (Jaime Paz Zamora), debió escuchar el claro mensaje del arzobispo Horacio Bozzoli. “Los congresales de Tucumán no temieron perder la fortuna, la fama y la vida, para conquistar la soberanía política del país. En este momento, también los argentinos debemos hacer renuncias en aras del bien común”, manifestó.
En 2001, el vicario general de la arquidiócesis, monseñor José Melitón Chávez, casi fue anticipatorio de lo que iba a ocurrir en el país sólo cinco meses después. Recordó al presidente Fernando de la Rúa que había que poner énfasis en el que “está cansado de ver la opulencia y los privilegios de unos cuantos, y no quiere caminar por los caminos del odio y de la violencia, sino que se esfuerza por el bien común, a pesar de todo”.
El 9 de julio de 2002 todavía estaban latentes los efectos de la devastadora crisis de diciembre de 2001, que había precipitado la renuncia del propio De la Rúa. Esto estuvo presente en el mensaje pronunciado por la Iglesia al presidente Eduardo Duhalde. “La renovación del país no será posible sin una conducta ética en sus ciudadanos y en sus dirigentes. Sin base moral no se construye nada en serio”, advirtió monseñor Luis Villalba.
Tirón de orejas
El propio Kirchner, antes de cortar la tradición, escuchó tres homilías de Villalba - en 2003, en 2004 y en 2005. En el primer caso, el pastor señaló que parecía que el Estado no apostaba por la educación. En el segundo, lamentó que el NOA fuera la región más pobre comparada con las otras del país, razón por la que hizo un fuerte llamamiento en pos de la igualdad. El último año fue lapidario: “como Cristo, hoy, al mirar a la Argentina, sentimos congoja. Como él también querríamos congregar a los excluidos de la sociedad por la pobreza, debida fundamentalmente a la desocupación”. Pese al directo mensaje, los ministros que acompañaban al jefe de Estado dijeron en la oportunidad que no se sentían aludidos.
El año pasado, un par de días antes de que trascendiera que Kirchner no iba a asistir a la Catedral (sí lo hizo, en cambio, el gobernador José Alperovich antes de que llegara el jefe de Estado, lo que también ocurrirá hoy), desde la Iglesia cuestionaron sutilmente la ausencia del primer mandatario.
“¿Por qué el Presidente de un país todavía constitucionalmente católico no participará del oficio religioso para agradecer a Dios con su pueblo por lo que la Argentina es y quiere seguir siendo como nación?”, preguntó Liborio Randisi, sacerdote de la parroquia de la Victoria y del Santuario de Nuestra Señora de la Merced.
Tras la vuelta de la democracia, los mensajes que pronunciaban los sacerdotes durante los oficios religiosos tenían un carácter estrictamente espiritual. Sin embargo, la crisis económica y las dificultades institucionales hicieron que, fundamentalmente a partir de los años 90, los pastores aprovecharan sus encuentros con las autoridades en los Tedéum, ya sea los 25 de Mayo (en Buenos Aires) o los 9 de julio (en Tucumán), para señalar falencias y asignaturas pendientes.
El 9 de julio de 1991, por ejemplo, Carlos Menem, junto a sus entonces pares de Uruguay (Luis Lacalle), de Paraguay (Andrés Rodríguez) y de Bolivia (Jaime Paz Zamora), debió escuchar el claro mensaje del arzobispo Horacio Bozzoli. “Los congresales de Tucumán no temieron perder la fortuna, la fama y la vida, para conquistar la soberanía política del país. En este momento, también los argentinos debemos hacer renuncias en aras del bien común”, manifestó.
En 2001, el vicario general de la arquidiócesis, monseñor José Melitón Chávez, casi fue anticipatorio de lo que iba a ocurrir en el país sólo cinco meses después. Recordó al presidente Fernando de la Rúa que había que poner énfasis en el que “está cansado de ver la opulencia y los privilegios de unos cuantos, y no quiere caminar por los caminos del odio y de la violencia, sino que se esfuerza por el bien común, a pesar de todo”.
El 9 de julio de 2002 todavía estaban latentes los efectos de la devastadora crisis de diciembre de 2001, que había precipitado la renuncia del propio De la Rúa. Esto estuvo presente en el mensaje pronunciado por la Iglesia al presidente Eduardo Duhalde. “La renovación del país no será posible sin una conducta ética en sus ciudadanos y en sus dirigentes. Sin base moral no se construye nada en serio”, advirtió monseñor Luis Villalba.
Tirón de orejas
El propio Kirchner, antes de cortar la tradición, escuchó tres homilías de Villalba - en 2003, en 2004 y en 2005. En el primer caso, el pastor señaló que parecía que el Estado no apostaba por la educación. En el segundo, lamentó que el NOA fuera la región más pobre comparada con las otras del país, razón por la que hizo un fuerte llamamiento en pos de la igualdad. El último año fue lapidario: “como Cristo, hoy, al mirar a la Argentina, sentimos congoja. Como él también querríamos congregar a los excluidos de la sociedad por la pobreza, debida fundamentalmente a la desocupación”. Pese al directo mensaje, los ministros que acompañaban al jefe de Estado dijeron en la oportunidad que no se sentían aludidos.
El año pasado, un par de días antes de que trascendiera que Kirchner no iba a asistir a la Catedral (sí lo hizo, en cambio, el gobernador José Alperovich antes de que llegara el jefe de Estado, lo que también ocurrirá hoy), desde la Iglesia cuestionaron sutilmente la ausencia del primer mandatario.
“¿Por qué el Presidente de un país todavía constitucionalmente católico no participará del oficio religioso para agradecer a Dios con su pueblo por lo que la Argentina es y quiere seguir siendo como nación?”, preguntó Liborio Randisi, sacerdote de la parroquia de la Victoria y del Santuario de Nuestra Señora de la Merced.