¿Qué diablos es el arte?

¿Qué diablos es el arte?

Por Carmen Perilli, Tucumán.

01 Julio 2007
Me resultó muy interesante leer el artículo de Jorge Estrella a propósito de lo bello (¿Qué diablos es el arte?, LA GACETA Literaria, 17 de junio p.p.). Coincido en algunas de sus proposiciones, en especial en la necesidad de reponer la historicidad, a la que agregaría la locación, a los objetos artísticos. Concuerdo con Edward Said en que "la cultura es una fuente de identidad... una especie de teatro en el cual se enfrentan distintas causas políticas e ideológicas... puede ser un auténtico campo de batalla". Como profesora no creo que se pueda enseñar literatura sin reponer la contienda en la que surge la obra. Me llama la atención la afirmación de Estrella: "Hágase el intento de explicarle a alguien que no ama la literatura por qué el Facundo es una obra mayor: en esa tarea los profesores de literatura suelen aburrir a sus alumnos con datos exteriores". Postula una suerte de determinismo. En primer lugar, no existe una sola forma de amar ni de enamorarnos, ni siquiera de la literatura. A veces amamos aquello que no entendemos, otras veces lo hacemos después de conocerlo. Amor y conocimiento están siempre en relación. No hay lector que ame toda la literatura, ya que cada uno de nosotros encuentra su texto en el momento indicado. Algunas clases de literatura, concedo que no todas, pueden no ser tan inútiles ni aburridas. En un mundo donde el mandato pareciera ser la diversión, no olvido al poeta que postulaba "sólo lo difícil es estimulante".
En el aula, la obra de Sarmiento interpela y conmueve pero presenta algunos problemas. Como el otro gran texto del siglo XIX latinoamericano -Los sertones, de Euclides Da Cunha- fue escrita como diagnóstico y propuesta; nació, como se dice, con las patas metidas en el barro de la historia y la política. De ahí su primer título: Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Se trata de un ensayo, con componentes de biografía, periodismo, novela, tratado, etc. Interpela los sentidos y el pensamiento. Suele ocurrir que los estudiantes, aun universitarios, no hayan oído hablar del caudillismo ni de Quiroga. Para comprender, lo que no es incompatible con amar, es necesario reponer el contexto (acto que puede no ser aburrido ni para el docente ni para el estudiante). Así, muchas obras literarias requieren de la información antes o después del primer encuentro con el lector. Pienso en las Escenas Norteamericanas de José Martí o en Lugar común la muerte de Tomás Eloy Martínez: originalmente, crónicas periodísticas.
A los maestros de literatura nos toca la ardua tarea de capacitar para el goce y la comprensión de los libros. En un mundo que separa, de modo irresponsable, la educación del conocimiento; el conocimiento de la información, no debemos olvidar que la imaginación, como dice Carlos Fuentes es "la bella Dulcinea que todo lo abraza, a todo le da un significado unitario para la formación de personalidades humanas más vigorosas, más amplias, mejor informadas, más sabias, más educadas, a fin de enfrentarse, con su caballero Don Quijote, a los desafíos gigantescos, los ineluctables molinos de la realidad, en el siglo nuevo y el nuevo milenio". (c) LA GACETA

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