10 Junio 2007
¡QUE BONITA VECINDAD! En El Chavo del Ocho se reproducen en solfa las relaciones entre vecinos. ARCHIVO LA GACETA
En otros tiempos, las amas de casa salían a barrer la vereda, allí se encontraban con sus vecinas y se ponían a charlar. La comunicación era fluida entre quienes vivían en la misma cuadra. Actualmente, el ritmo de vida más intenso y las obligaciones laborales que adquirieron las mujeres, tienden a alejarlas del hogar y del contacto diario con los vecinos. Sin embargo, en los barrios y en las localidades del interior, todavía se mantiene la camaradería. "Por lo menos aquí en mi cuadra no hemos perdido la costumbre estar atentos a las necesidades y sufrimientos de nuestros vecinos", aseguró Marta Sosa, una docente jubilada de Tafí Viejo.
La mayoría de los habitantes de la cuadra donde vive Sosa suele recurrir a sus vecinos no sólo para pedir prestado el teléfono o el diario, sino también cuando necesitan contar alguna alegría o alguna desgracia. "Mi familia ha vivido aquí toda la vida y, después de tantos años, el afecto con el vecindario no se ha perdido -remarcó la ex docente-. A veces uno recurre a ellos en lugar de los familiares, porque están más cerca. Compartimos alegrías y penas".
Alarma de incendio
Sosa contó que, hace poco, la cuadra se vio conmocionada cuando el hijo de una vecina salió gritando que se les quemaba la casa.
"Ellos tienen teléfono, pero el chico lo primero que hizo fue correr a mi casa a pedir que llamemos a los bomberos. Yo, desesperada, buscaba el número y no lo encontraba, hasta que por fin lo encontré. Cuando los bomberos llegaron ya estaba apagado el fuego, porque todos los vecinos habían ido a colaborar". Se trata de un episodio similar al narrado en la famosa obra teatral "Made in Lanús" (llevada al cine como "Made in Argentina"), que refleja el amor por el barrio (Ver aparte).
En las grandes ciudades -sobre todo en la zona céntrica- la gente que vive en edificios casi ni se conoce. "Tengo dos amigas en el mismo edificio, pero ellas no se conocen entre sí. En la gran ciudad, cada uno esta en su mundo -contó-. En cambio, los que tenemos la suerte de vivir en Tafí Viejo nos saludamos con cada persona que cruzamos".
Similar opinión expresó Gladys López, otra docente jubilada de Tafí Viejo que vive sola.
"Cada uno tiene el vecino que se merece. Si uno trata de llevarse bien, va a recibir satisfacciones. Aquí en nuestro barrio cultivamos la tradición de ser amables y estar cuando nos necesitan -afirmó López-. Hace unos años me enfermé y tenían que operarme de urgencia. La primera que me vio fue una vecina que es médica. Ella misma se encargó de avisarles a los demás vecinos lo que me pasaba y vinieron todos a ver qué necesitaba. El sanatorio estaba lleno de gente cuando me operaron".
La cultura del chisme
La parte negativa del contacto entre el vecindario son los chismes y maledicencias.
"Eso siempre pasa, aquí y en todas partes. El cuchicheo nunca falta. Incluso en los edificios", aseguró Marta Sosa, quien recuerda que una amiga suya, habitante de un edificio en esta capital, le contaba un día: "Fulanito tiene una amante en el quinto piso. Yo lo conozco del trabajo y el otro día nos encontramos en el ascensor".
La cordialidad con que se relacionan muchos vecinos es típica del carácter de los latinos. Sosa percibió la diferencia con otra cultura, cuando estuvo becada en Alemania. "He vivido en un edificio donde éramos todos extranjeros, la mayoría sudamericanos, y nos comunicábamos mucho -recordó-. Los alemanes tienen una forma de ser más cerrada. Una vez que uno entra en contacto más amigable con ellos, pueden ser muy cálidos. Un matrimonio que yo frecuentaba me preguntaba por qué somos tan afectivos y risueños".
La mayoría de los habitantes de la cuadra donde vive Sosa suele recurrir a sus vecinos no sólo para pedir prestado el teléfono o el diario, sino también cuando necesitan contar alguna alegría o alguna desgracia. "Mi familia ha vivido aquí toda la vida y, después de tantos años, el afecto con el vecindario no se ha perdido -remarcó la ex docente-. A veces uno recurre a ellos en lugar de los familiares, porque están más cerca. Compartimos alegrías y penas".
Alarma de incendio
Sosa contó que, hace poco, la cuadra se vio conmocionada cuando el hijo de una vecina salió gritando que se les quemaba la casa.
"Ellos tienen teléfono, pero el chico lo primero que hizo fue correr a mi casa a pedir que llamemos a los bomberos. Yo, desesperada, buscaba el número y no lo encontraba, hasta que por fin lo encontré. Cuando los bomberos llegaron ya estaba apagado el fuego, porque todos los vecinos habían ido a colaborar". Se trata de un episodio similar al narrado en la famosa obra teatral "Made in Lanús" (llevada al cine como "Made in Argentina"), que refleja el amor por el barrio (Ver aparte).
En las grandes ciudades -sobre todo en la zona céntrica- la gente que vive en edificios casi ni se conoce. "Tengo dos amigas en el mismo edificio, pero ellas no se conocen entre sí. En la gran ciudad, cada uno esta en su mundo -contó-. En cambio, los que tenemos la suerte de vivir en Tafí Viejo nos saludamos con cada persona que cruzamos".
Similar opinión expresó Gladys López, otra docente jubilada de Tafí Viejo que vive sola.
"Cada uno tiene el vecino que se merece. Si uno trata de llevarse bien, va a recibir satisfacciones. Aquí en nuestro barrio cultivamos la tradición de ser amables y estar cuando nos necesitan -afirmó López-. Hace unos años me enfermé y tenían que operarme de urgencia. La primera que me vio fue una vecina que es médica. Ella misma se encargó de avisarles a los demás vecinos lo que me pasaba y vinieron todos a ver qué necesitaba. El sanatorio estaba lleno de gente cuando me operaron".
La cultura del chisme
La parte negativa del contacto entre el vecindario son los chismes y maledicencias.
"Eso siempre pasa, aquí y en todas partes. El cuchicheo nunca falta. Incluso en los edificios", aseguró Marta Sosa, quien recuerda que una amiga suya, habitante de un edificio en esta capital, le contaba un día: "Fulanito tiene una amante en el quinto piso. Yo lo conozco del trabajo y el otro día nos encontramos en el ascensor".
La cordialidad con que se relacionan muchos vecinos es típica del carácter de los latinos. Sosa percibió la diferencia con otra cultura, cuando estuvo becada en Alemania. "He vivido en un edificio donde éramos todos extranjeros, la mayoría sudamericanos, y nos comunicábamos mucho -recordó-. Los alemanes tienen una forma de ser más cerrada. Una vez que uno entra en contacto más amigable con ellos, pueden ser muy cálidos. Un matrimonio que yo frecuentaba me preguntaba por qué somos tan afectivos y risueños".