10 Mayo 2007
Este decreto devenido en ley nació y vive como la crónica de una muerte anunciada. En lo fáctico, pudo confirmarse que no tiene asidero, no aportó beneficio alguno y no cumplió con ninguna de las hipótesis usadas para implementarlo. Los índices de consumo de alcohol, muy lejos de descender, aumentaron, al igual que el consumo de cocaína. Esto lo confirma hasta el secretario de Prevención de Adicciones, Alfredo Miroli. Los tan anunciados cambios de hábitos en la nocturnidad, lejos de aflorar, dieron la bienvenida a las fiestas clandestinas que se hacen en lugares desprovistos de medidas de seguridad. Esta ley restringe, arbitrariamente, los derechos a trabajar y comerciar, y a reunirse. Violenta el artículo 22 de la Constitución Provincial, el 16 de la Nacional, y la autonomía Municipal. ¿Por qué no se habla de las estadísticas de venta de alcohol o consumo de drogas? ¿Por qué nadie desliza que no se cambió ningún hábito de nocturnidad? ¿Por qué no se habla de los abusos de autoridad y los allanamientos en propiedades privadas sin orden judicial? ¿Por qué nadie menciona los esfuerzos en disimular el fracaso de esta Ley? Cada semana se repiten las clausuras y la represión en fiestas ilegales. Esto habla del fracaso de la medida.
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