La genealogía ya era conocida por los pueblos antiguos más evolucionados

La genealogía ya era conocida por los pueblos antiguos más evolucionados

En Grecia, la disciplina se manifestó con pujanza en sus reyes, que se sucedían en el trono por herencia.

16 Julio 2006
Un rápido repaso por la historia encuentra raíces de la genealogía. Así, por ejemplo, en la India solían conservar cuidadosamente los linajes: una princesa no podía buscar marido sino entre los que probaban descender de una familia soberana, es decir noble.
En Egipto, cuya primera y segunda nobleza la formaban, respectivamente, los sacerdotes y guerreros, se sucedían genealógicamente en sus oficios. Inclusive, un privilegio de los guerreros era que entre ellos se elegía el Faraón, cuyo poder pasaba al primogénito, después a su hijo y así sucesivamente.
Cuando esta línea directa fallaba, pasaba a los hermanos y hermanas, formando así las dinastías, de las que se cuentan hasta treinta y dos, que llenan 3.300 años antes de Cristo. La última dinastía fue la de los Ptolomeos, que tuvo fin con la célebre Cleopatra.
En la antigua Grecia, que distinguía clases aún entre sus divinidades, la genealogía se manifestó con pujanza en sus reyes, que sucedían en el trono por herencia. Los romanos mostraron su interés genealógico no sólo en lo religioso, sino también en el aspecto jurídico y en el ámbito social.
Los pueblos americanos, en tiempos anteriores a su descubrimiento, conocieron y aplicaron la genealogía. Los incas acostumbraban casarse con las hermanas o sobrinas para mantener la raza pura. Esa era su esposa legítima, a la que llamaban Mama-Coya. Las historias y genealogías se guardaban en el santuario de los Poques, que fue dedicado al Sol. Eran escritas y pintadas (bordados) en paños.
A pesar de la prolongada presencia en España de los judíos, son prácticamente inexistentes los apellidos españoles de origen hebreo.
La explicación es bien sencilla: muchos de los judíos que vivían en España antes de la expulsión ya ostentaban apellido hispánico, y después de la expulsión, en 1492, los que se quedaron y se convirtieron al cristianismo cambiaron sus nombres hebreos por nombres cristianos. Esto demuestra que, en las listas de la Inquisición española referentes a personajes acusados de judíos, la mayor parte de los apellidos que aparecen no sean hebreos, sino hispánicos, como García, Torres o Sánchez. Pero también es sumamente significativo que ya en la Edad Media muchos hebreos tuvieran apellido romance, aunque ostentaran como primer nombre uno hebreo.
La profesora María Ester Silberman de Cywiner en su trabajo "El sefardismo, raíces, tradición e identidad cultural" señala el testimonio de Lidia Camerino de Vigevani, oriunda de Venecia por varias generaciones, que vivió en Milán cuando se casó y luego en Buenos Aires, desde 1938. Al consultársele a la señora Vigevani que los apellidos de los italianos judíos "suenan llamativamente italianos" dijo: "es que muchas veces tomaron sus apellidos de las ciudades donde vivían, o de una profesión o de un río, o de un amigo cristiano", respondió.
La mujer detalló que unos años antes había hallado un libro donde se hablaba de la ciudad de Camerino, que es su apellido de soltera. "Supongo que aquellos de mis antepasados que vivían en Camerino recibieron ese apellido en reconocimiento de alguna operación valiosa para la ciudad, que está ubicada entre Roma y Florencia.
Al respecto, la profesora Silberman de Cywiner agrega que con relación a los nombres y apellidos, hubo un proceso de adaptación, por ejemplo, traduciéndolos de su original hebreo a la lengua regional. Tal el caso de Coen o Cohen, que en hebreo alude a quienes pertenecen a la tribu de coanim, "sacerdotes destinados a la ciudad del Tabernáculo" -detalla la especialista- y que en España e Italia adoptó la forma de Sacerdote o Sacerdoti; o el de Jazán, que en hebreo designa al "cantor litúrgico", traducido en la península como Cantore.

Una estrecha y valiosa relación con la genética
La genealogía es de gran utilidad para la genética: permite descubrir el origen de enfermedades hereditarias y, en el caso de los animales y las plantas, lograr un mejoramiento de las especies.
El genetista Atilio Castagnaro, investigador de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, del Conicet y profesor de la UNT, explicó que existen dos métodos de mejoramiento genético: uno clásico o convencional y otro molecular. "El clásico tiene como columna a la genealogía. En los humanos, cuando uno estudia la genealogía lo hace en forma restropectiva. En cambio, en genética de plantas o de animales contamos con los grados suficientes de libertad para trabajar sin necesidad de hacer un análisis restropectivo. Es decir, podemos programar una genealogía hacia el futuro", dijo.
En el caso de la genealogía aplicada a la genética humana, aseveró que lo primero es indagar entre los progenitores. "Lo principal es buscar de dónde viene una patología. Ver cómo se heredan enfermedades. Todos contamos con ciertas predisposiciones genéticas, como la hipertensión arterial. Y la genealogía sirge para estudiar el origen de esa patología en una persona a través de la herencia familiar.

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