Hay que aprovechar la fertilización
"La fertilización es una de las principales prácticas en el cultivo de cítricos y, sin duda, constituye después del riego el segundo factor limitante de la productividad", señaló Eduardo Primo Millo, de la Consejería de Agricultura de Valencia.
El especialista apuntó que el objetivo de abonar un monte frutal es incrementar la fertilidad natural del suelo y, por lo tanto, obtener un mayor rendimiento de las cosechas. Pero advirtió que para ello, la aportación de fertilizantes debe cumplir con dos funciones importantes: suplir a los nutrientes que faltan en el suelo, y restituir los elementos minerales extraídos por el cultivo. Primo Millo sostiene que cuando un nutriente se encuentra en la planta en estado deficitario, al aumentar su aporte se consigue una mayor producción que compensa el costo del abono suplementario.
Sin embargo, a partir de determinados niveles de este elemento, el incremento de cosecha como consecuencia del mayor aporte del mismo es decreciente, alcanzándose un nivel crítico, en el que el mayor gasto de fertilizante deja de compensar la mejora en el rendimiento de la cosecha. Por lo tanto, indicó que si bien una deficiente nutrición de las plantas produce menos cosecha y frutos más chicos, el exceso de abono trae consecuencias adversas, entre las que se destacan la pérdida de calidad; un consumo de lujo de fertilizantes con la consiguiente caída de la rentabilidad; desequilibrios nutricionales por antagonismo con otros elementos; alteraciones casi irreversibles de las características físicas y químicas del suelo; y contaminación del medio ambiente.
Dosificación del abono: los principales factores a considerar en la determinación de las dosis del abono en las plantaciones de cítricos se resumen en los análisis de suelo y agua, el foliar y las características de la plantación.
El análisis de suelo y agua aporta valiosas indicaciones sobre los nutrientes que están en el suelo de forma asimilable, así como los aportados por el agua de riego.
El análisis foliar informa sobre la absorción real de los nutrientes por la planta. Muestra la presencia de estados carenciales e indica la existencia de antagonismos entre nutrientes. La característica del arbolado, como variedad, pie, edad, desarrollo vegetativo y cosecha permiten evaluar las necesidades nutritivas. En base a estos estudios habrá que definir la necesidad de abono, así como la cantidad de elementos nutritivos que debe suplementarse para el consumo anual de las plantas para su desarrollo vegetativo y adecuada fructificación, concluyó Primo Millo.
Sin trazabilidad se dificultan las exportaciones
Las situaciones de riesgo ocurridas en los últimos años en materia de seguridad alimentaria impusieron exigencias mundiales concretas sobre la trazabilidad de los productos de consumo en fresco para exportación.
Se entiende por trazabilidad a la identificación del producto y a los tratamientos que recibe desde su origen hasta llegar al consumidor. En el caso de frutas y hortalizas frescas se trata de identificar todos los tratamientos que el productor utilizó en sus sistemas productivos, incluida la fertilización. La trazabilidad es uno de los requisitos principales contemplados en las normas de exportación.
Raúl Compes López, de la Universidad Politécnica de Valencia, sostiene que los consumidores necesitan saber qué es lo que están comiendo, cómo se produjo ese alimento que está en su mesa, qué productos químicos usó el productor en su campo y qué fertilizantes se aplicaron para su producción. Es necesario conocer el contenido de residuos. Los consumidores se interesan en conocer cuáles fueron las prácticas utilizadas por los agricultores, inclusive aquellas que puedan atentar contra el medio ambiente, entre las que figura la contaminación de acuíferos, por ejemplo, con nitratos o la generación de residuos plásticos.
Por ello cobran cada vez más importancia los Sistemas de Aseguramiento de la Calidad basados en el concepto de Gestión Total de la Calidad y las Buenas Prácticas Agrícolas. Respecto de las normas para exportar frutas y hortalizas frescas, existen tres tipos. Las oficiales como las de la OCDE, los protocolos USA o japoneses y las de producción integrada o de denominaciones de origen. A estas normativas se suman otras más exigentes, como las impuestas por las cadenas de supermercados inglesas, el protocolo Eurep, las Buenas Prácticas Agrícolas o genéricos como las ISO 9000.