03 Abril 2007
Error de cálculo
El apoyo a la recuperación de las islas fue un sentimiento genuino de la población. Como ciudadano, me sentí un patriota apoyando tal decisión, incluso me anoté como voluntario para ir a las islas con mis padres y hermanos.
Con el tiempo nos dimos cuenta de que lo que sucedió entonces fue un error de cálculo del gobierno militar y una falta de sentido de la dirigencia civil.
Pensaban que Gran Bretaña no iría a la guerra, ya que consideraban que las islas no tenían gran importancia para ellos.
Muchos se expresaron a favor de la guerra, sin necesidad de hacerlo. Lo hacían espontáneamente, porque pensaban que no habría guerra.
Sin embargo, Estados Unidos no podía permitir que el Reino Unido perdiese contra Argentina, porque eso implicaría que el segundo país de la OTAN fuera derrotado por un país periférico, con lo cual todo el sistema entraba en crisis. No hubo tal razonamiento aquí.
Respecto de la falta de información veraz durante el conflicto, si cualquiera sintonizaba "Radio Carbe" del Uruguay, que se escuchaba desde cualquier lugar de Buenos Aires, se enteraba de la verdad.
Era la radio mejor informada y más objetiva, pero no querían escucharla, porque afirmaban que era "acción psicológica británica". Preferían conocer la información oficial, que daba buenas noticias.
En síntesis, Malvinas ha sido quizás la guerra más limpia del siglo XX y esto no hay que olvidar al realizarse la evaluación del conflicto.
En la Constitución Nacional reformada en 1994 hay un compromiso de reclamar diplomáticamente a las islas. Eso lo que el gobierno debería hacer.
Nunca se debe pretender usar las fuerzas militares para recuperarlas, puesto que no tenemos fuerzas armadas y nuestro país no es una potencia bélica.
Humberto Carmelo Spuches
Los Polvorines - Buenos Aires
[email protected]
Volveremos en nuestros hijos
Por lo general, a la Patria la vivimos como una abstracción o la identificamos con algunos símbolos.
Aquella mañana gris y lluviosa del 2 de abril de 1982, la Patria era una realidad tangible en el alegre rostro de los amigos, en la marcha que sonaba sin cesar en las radios, en las banderas que ese día flameaban de otro modo y en el sentimiento de unidad logrado por una causa justa.
Pero esa alegría se convirtió en dolor, en herida abierta, en deuda pendiente, nunca en olvido.
No importa si hubo hombres pequeños que buscaron intereses ramplones, si hubo soldados que prefirieron ser "chicos de la guerra" o si hubo algunos que se quedaron con el chocolate.
Lo importante es que fuimos capaces de gestos heroicos y de sobreponer lo común a lo particular.
Mi gran ilusión es que alguno de mis ocho hijos pise suelo malvinense revestido de la celeste y blanca.
Pablo Berarducci
[email protected]
"Pero vino el 2 de abril..."
Un nuevo aniversario de Malvinas es una buena ocasión para recordar lo que pasó en nuestras islas entre 1971 y 1982.
En julio de 1971 se firmó la declaración de Buenos Aires, entre Gran Bretaña y nuestro país. A partir de esa fecha comenzaron los contactos entre la Argentina continental y la insular.
Entonces, las Malvinas eran poco menos que una abandonada isla. Una dependencia colonial de segunda. Tenía un modesto hospital, con un médico, un dentista y varias enfermeras; una escuela primaria; se comunicaban con el mundo por medio del Darwin, un barco que viajaba entre las islas y Montevideo una vez al mes; cocinaban con un carbón maloliente y no conocían las verduras ni las frutas frescas. Estaban lejos de todo y viajar al exterior era casi una aventura.
En 1971, aviones argentinos llegaron allí. Viajar fue más fácil. Nuestro gobierno construyó un aeropuerto moderno. YPF llevó kerosene, cocinas y estufas argentinas, que se vendieron de inmediato. Luego llevó gas en garrafas y nuevos artefactos que asombraron a los isleños por su calidad.
Los enfermos ya no debían tratarse en el Uruguay. Lo hacían en Comodoro, fácil y gratuitamente. Había un vuelo semanal. Frutas, verduras, lácteos, ropas y cientos de artículos fabricados en la Argentina continental llegaron a la Argentina insular.
Varias decenas de niños malvinenses viajaron a Buenos Aires a realizar sus estudios secundarios. Nuestro gobierno corría con todos los gastos y cuidaba celosamente de ellos. Todo eso se hacía silenciosamente, sin alarde.
Lenta, precisa, cautelosa y discreta, nuestra Cancillería estaba logrando un real y concreto avance. Gran Bretaña les había hecho saber en 1967 a los isleños que su futuro no podía estar separado de Argentina.
El traspaso de las islas, a largo plazo, era algo convenido y no anunciado por ambos países. Nunca la devolución de las Malvinas estuvo más cerca de concretarse. Y no por obra de la casualidad, sino por el patriótico y silencioso trabajo de nuestros funcionarios.
Pero vino el 2 de abril. Aunque esa es otra historia, como diría Rudiard Kipling.
Tulio Santiago Ottonello
[email protected]
Se reúnen para recordar lo que todos olvidamos
Soy un abogado especializado en Derecho Previsional y, desde hace unos meses, he venido trabajando en un reclamo judicial para que se les otorgue una pensión a aquellos soldados conscriptos que fueron convocados por decreto para intervenir en Malvinas.
La ley 23.109, que le otorga pensiones a ex combatientes, es muy restrictiva en la definición de quién es ex combatiente y deja un importante número de ex soldados fuera del beneficio.
Los soldados a los que defiendo estaban esperando su turno para ir o intervenir en la guerra, hecho que se habría dado si hubiera durado dos o tres meses más. El impacto psicológico, el stress y la ansiedad dejan huellas: ninguno de ellos pudo continuar sus vidas en forma normal. Aún hoy se reúnen para recordar lo que olvidamos todos.
Tener memoria es recordar todo y estos muchachos, que fueron ofrecidos para defender una causa que es de todos, merecen la reparación que se reclama.
Roberto Braccini
[email protected]
El apoyo a la recuperación de las islas fue un sentimiento genuino de la población. Como ciudadano, me sentí un patriota apoyando tal decisión, incluso me anoté como voluntario para ir a las islas con mis padres y hermanos.
Con el tiempo nos dimos cuenta de que lo que sucedió entonces fue un error de cálculo del gobierno militar y una falta de sentido de la dirigencia civil.
Pensaban que Gran Bretaña no iría a la guerra, ya que consideraban que las islas no tenían gran importancia para ellos.
Muchos se expresaron a favor de la guerra, sin necesidad de hacerlo. Lo hacían espontáneamente, porque pensaban que no habría guerra.
Sin embargo, Estados Unidos no podía permitir que el Reino Unido perdiese contra Argentina, porque eso implicaría que el segundo país de la OTAN fuera derrotado por un país periférico, con lo cual todo el sistema entraba en crisis. No hubo tal razonamiento aquí.
Respecto de la falta de información veraz durante el conflicto, si cualquiera sintonizaba "Radio Carbe" del Uruguay, que se escuchaba desde cualquier lugar de Buenos Aires, se enteraba de la verdad.
Era la radio mejor informada y más objetiva, pero no querían escucharla, porque afirmaban que era "acción psicológica británica". Preferían conocer la información oficial, que daba buenas noticias.
En síntesis, Malvinas ha sido quizás la guerra más limpia del siglo XX y esto no hay que olvidar al realizarse la evaluación del conflicto.
En la Constitución Nacional reformada en 1994 hay un compromiso de reclamar diplomáticamente a las islas. Eso lo que el gobierno debería hacer.
Nunca se debe pretender usar las fuerzas militares para recuperarlas, puesto que no tenemos fuerzas armadas y nuestro país no es una potencia bélica.
Humberto Carmelo Spuches
Los Polvorines - Buenos Aires
[email protected]
Volveremos en nuestros hijos
Por lo general, a la Patria la vivimos como una abstracción o la identificamos con algunos símbolos.
Aquella mañana gris y lluviosa del 2 de abril de 1982, la Patria era una realidad tangible en el alegre rostro de los amigos, en la marcha que sonaba sin cesar en las radios, en las banderas que ese día flameaban de otro modo y en el sentimiento de unidad logrado por una causa justa.
Pero esa alegría se convirtió en dolor, en herida abierta, en deuda pendiente, nunca en olvido.
No importa si hubo hombres pequeños que buscaron intereses ramplones, si hubo soldados que prefirieron ser "chicos de la guerra" o si hubo algunos que se quedaron con el chocolate.
Lo importante es que fuimos capaces de gestos heroicos y de sobreponer lo común a lo particular.
Mi gran ilusión es que alguno de mis ocho hijos pise suelo malvinense revestido de la celeste y blanca.
Pablo Berarducci
[email protected]
"Pero vino el 2 de abril..."
Un nuevo aniversario de Malvinas es una buena ocasión para recordar lo que pasó en nuestras islas entre 1971 y 1982.
En julio de 1971 se firmó la declaración de Buenos Aires, entre Gran Bretaña y nuestro país. A partir de esa fecha comenzaron los contactos entre la Argentina continental y la insular.
Entonces, las Malvinas eran poco menos que una abandonada isla. Una dependencia colonial de segunda. Tenía un modesto hospital, con un médico, un dentista y varias enfermeras; una escuela primaria; se comunicaban con el mundo por medio del Darwin, un barco que viajaba entre las islas y Montevideo una vez al mes; cocinaban con un carbón maloliente y no conocían las verduras ni las frutas frescas. Estaban lejos de todo y viajar al exterior era casi una aventura.
En 1971, aviones argentinos llegaron allí. Viajar fue más fácil. Nuestro gobierno construyó un aeropuerto moderno. YPF llevó kerosene, cocinas y estufas argentinas, que se vendieron de inmediato. Luego llevó gas en garrafas y nuevos artefactos que asombraron a los isleños por su calidad.
Los enfermos ya no debían tratarse en el Uruguay. Lo hacían en Comodoro, fácil y gratuitamente. Había un vuelo semanal. Frutas, verduras, lácteos, ropas y cientos de artículos fabricados en la Argentina continental llegaron a la Argentina insular.
Varias decenas de niños malvinenses viajaron a Buenos Aires a realizar sus estudios secundarios. Nuestro gobierno corría con todos los gastos y cuidaba celosamente de ellos. Todo eso se hacía silenciosamente, sin alarde.
Lenta, precisa, cautelosa y discreta, nuestra Cancillería estaba logrando un real y concreto avance. Gran Bretaña les había hecho saber en 1967 a los isleños que su futuro no podía estar separado de Argentina.
El traspaso de las islas, a largo plazo, era algo convenido y no anunciado por ambos países. Nunca la devolución de las Malvinas estuvo más cerca de concretarse. Y no por obra de la casualidad, sino por el patriótico y silencioso trabajo de nuestros funcionarios.
Pero vino el 2 de abril. Aunque esa es otra historia, como diría Rudiard Kipling.
Tulio Santiago Ottonello
[email protected]
Se reúnen para recordar lo que todos olvidamos
Soy un abogado especializado en Derecho Previsional y, desde hace unos meses, he venido trabajando en un reclamo judicial para que se les otorgue una pensión a aquellos soldados conscriptos que fueron convocados por decreto para intervenir en Malvinas.
La ley 23.109, que le otorga pensiones a ex combatientes, es muy restrictiva en la definición de quién es ex combatiente y deja un importante número de ex soldados fuera del beneficio.
Los soldados a los que defiendo estaban esperando su turno para ir o intervenir en la guerra, hecho que se habría dado si hubiera durado dos o tres meses más. El impacto psicológico, el stress y la ansiedad dejan huellas: ninguno de ellos pudo continuar sus vidas en forma normal. Aún hoy se reúnen para recordar lo que olvidamos todos.
Tener memoria es recordar todo y estos muchachos, que fueron ofrecidos para defender una causa que es de todos, merecen la reparación que se reclama.
Roberto Braccini
[email protected]
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