01 Abril 2007
DIALOGO. Longo y Segura se ilusionan por el crecimiento de la actividad. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Unos empezaron con la intención de tener un hobby, otros lo desarrollan como una experiencia ancestral y algunos viven de esa actividad. En el valle de Amaicha y de Colalao hay una decena de productores que desde hace ya algunos años comenzaron a producir vides, aunque más cerca en el tiempo recién vieron a la actividad con una visión económica. En una recorrida por los Valles, LA GACETA constató la evolución de la actividad.
"En mi caso, comencé con la finca como un hobby y ahora pienso que puede ser la ?yapa? de mi jubilación. Tengo media hectárea de torrontés y elaboro vino por maquila (entrega la uva y paga con ese producto el vino ya elaborado), explica Antonio Longo, un tucumano que comenzó con la siembra de uva en 1978, como una actividad alternativa a la que desarrolla en la ciudad. Longo contó que, primero, vendía la uva a granel, pero explicó que los bajos precios del producto no hacen rentable a ese negocio. "Don Eugenio", es el nombre que pretende ponerle al torrontés que elabora, pensando en el futuro y en la comercialización de la bebida, que actualmente aún no realiza. "Tengo la idea de entrar en otra escala más industrial y estamos trabajando en eso con una cooperativa de Salta", especifica. Longo elabora unos 2.500 litros de vino por temporada.
Carlos Segura, del INTA Valles Calchaquíes, contó que entre 12 y 14 empresarios de la zona integran un grupo del proyecto Cambio Rural con la intención de desarrollar la vitivinicultura en la zona. Explica que hay unas 70 hectáreas sembradas con vides en el valle y que están trabajando para poder llegar al objetivo de la elaboración de vinos de calidad. "Queremos armar una bodega de unos 5.000 litros. Es una zona privilegiada y el turismo reclama mucho los vinos artesanales. La elaboración artesanal no es sinónimo de malos vinos. Lo que sucede en esta zona es que hay un descuido en el proceso de elaboración artesanal que le quita calidad al vino", relata Segura que, además, por tradición familiar también elabora la bebida ancestral. "Mi abuelo, don Justo, hacía vinos a mediados del siglo pasado. Mi familia sigue con esa tradición", cuenta. En una bodega antiquísima y con un proceso netamente artesanal, Segura elabora unas 1.000 botellas de torrontés, aunque no lo comercializa (es para consumo familiar).
El caso de Francisco Baltazar Chico Zossi es diferente. Su bodega data de principios de 1900 y es la primera que elaboró comercialmente vinos finos de Tucumán. Chicco Zossi produce la bebida en Colalao del Valle, donde tiene unas cuatro hectáreas con torrontés y malbec, y cabernet en menor medida. "Producimos unos 15.000 litros de torrontés por temporada y ahora estamos analizando la posibilidad de exportar. Nuestros vinos se venden en Santa Cruz, en Buenos Aires y en Tucumán", explica. La marca Chico Zossi recorre el país y ahora pretende evolucionar con la elaboración de otro tipo de bebidas.
"En mi caso, comencé con la finca como un hobby y ahora pienso que puede ser la ?yapa? de mi jubilación. Tengo media hectárea de torrontés y elaboro vino por maquila (entrega la uva y paga con ese producto el vino ya elaborado), explica Antonio Longo, un tucumano que comenzó con la siembra de uva en 1978, como una actividad alternativa a la que desarrolla en la ciudad. Longo contó que, primero, vendía la uva a granel, pero explicó que los bajos precios del producto no hacen rentable a ese negocio. "Don Eugenio", es el nombre que pretende ponerle al torrontés que elabora, pensando en el futuro y en la comercialización de la bebida, que actualmente aún no realiza. "Tengo la idea de entrar en otra escala más industrial y estamos trabajando en eso con una cooperativa de Salta", especifica. Longo elabora unos 2.500 litros de vino por temporada.
Carlos Segura, del INTA Valles Calchaquíes, contó que entre 12 y 14 empresarios de la zona integran un grupo del proyecto Cambio Rural con la intención de desarrollar la vitivinicultura en la zona. Explica que hay unas 70 hectáreas sembradas con vides en el valle y que están trabajando para poder llegar al objetivo de la elaboración de vinos de calidad. "Queremos armar una bodega de unos 5.000 litros. Es una zona privilegiada y el turismo reclama mucho los vinos artesanales. La elaboración artesanal no es sinónimo de malos vinos. Lo que sucede en esta zona es que hay un descuido en el proceso de elaboración artesanal que le quita calidad al vino", relata Segura que, además, por tradición familiar también elabora la bebida ancestral. "Mi abuelo, don Justo, hacía vinos a mediados del siglo pasado. Mi familia sigue con esa tradición", cuenta. En una bodega antiquísima y con un proceso netamente artesanal, Segura elabora unas 1.000 botellas de torrontés, aunque no lo comercializa (es para consumo familiar).
El caso de Francisco Baltazar Chico Zossi es diferente. Su bodega data de principios de 1900 y es la primera que elaboró comercialmente vinos finos de Tucumán. Chicco Zossi produce la bebida en Colalao del Valle, donde tiene unas cuatro hectáreas con torrontés y malbec, y cabernet en menor medida. "Producimos unos 15.000 litros de torrontés por temporada y ahora estamos analizando la posibilidad de exportar. Nuestros vinos se venden en Santa Cruz, en Buenos Aires y en Tucumán", explica. La marca Chico Zossi recorre el país y ahora pretende evolucionar con la elaboración de otro tipo de bebidas.
Lo más popular