07 Febrero 2007
Desde 1991, cuando entró en vigencia la Constitución de 1990, que preveía la figura del vicegobernador, las pujas entre los titulares de los poderes Ejecutivo y Legislativo fueron una constante. La última expresión de esta tirante relación es el divorcio político entre el gobernador José Alperovich y el vice, Fernando Juri.
Quienes abrieron la senda del conflicto fueron Ramón Ortega y Julio Díaz Lozano, que se desempeñaron en el período 1991-1995. Sólo dos años después de haber llegado juntos al poder, el segundo decía que en materia política no tenían la misma óptica. Los encontronazos fueron de tal dimensión que el entonces presidente Carlos Menem llegó a decir que parecía que Díaz Lozano se había convertido “en un acérrimo adversario del gobernador”.
Las desavenencias continuaron inclusive después de que ambos concluyeron sus mandatos. En 2001, cuando Díaz Lozano era legislador provincial, hasta presentó un proyecto para que Ortega, entonces senador nacional por Tucumán, devolviera la banca. Ortega había sido ungido por medio del viejo sistema indirecto (lo decidían las Cámaras Legislativas provinciales), no por el voto directo, que estableció la reforma constitucional de 1994.
No menos traumática fue la relación entre quienes llegaron al poder en 1995: Antonio Bussi y Raúl Topa. En octubre de 1998 y luego de que Topa debió hacerse cargo del Poder Ejecutivo (Bussi estuvo suspendido durante 60 días para afrontar un juicio político), los leales al ex gobernador colocaron afiches que decían “Bussi, intendente 99”, pese a que Topa ya había manifestado su interés en aspirar a ese cargo.
Pese a que Topa, finalmente, fue elegido intendente de esta capital, durante las elecciones el sector que lo apoyaba -el NOS- llevaba el curioso y sintomático eslogan: unidos a la fuerza. Durante el gobierno municipal que no llegó a finalizar (renunció en setiembre de 2002), Topa se desafilió de Fuerza Republicana y formó el Movimiento Independiente.
El retorno del PJ al poder, en 1999, con Julio Miranda, marcó un paréntesis en las tormentosas relaciones entre un gobernador y su vice. Sisto Terán fue un fiel escudero. Muchos conjeturan que, a diferencia de sus antecesores, el actual legislador alperovichista ejerció el poder y tomó decisiones casi como gobernador.
Quienes abrieron la senda del conflicto fueron Ramón Ortega y Julio Díaz Lozano, que se desempeñaron en el período 1991-1995. Sólo dos años después de haber llegado juntos al poder, el segundo decía que en materia política no tenían la misma óptica. Los encontronazos fueron de tal dimensión que el entonces presidente Carlos Menem llegó a decir que parecía que Díaz Lozano se había convertido “en un acérrimo adversario del gobernador”.
Las desavenencias continuaron inclusive después de que ambos concluyeron sus mandatos. En 2001, cuando Díaz Lozano era legislador provincial, hasta presentó un proyecto para que Ortega, entonces senador nacional por Tucumán, devolviera la banca. Ortega había sido ungido por medio del viejo sistema indirecto (lo decidían las Cámaras Legislativas provinciales), no por el voto directo, que estableció la reforma constitucional de 1994.
No menos traumática fue la relación entre quienes llegaron al poder en 1995: Antonio Bussi y Raúl Topa. En octubre de 1998 y luego de que Topa debió hacerse cargo del Poder Ejecutivo (Bussi estuvo suspendido durante 60 días para afrontar un juicio político), los leales al ex gobernador colocaron afiches que decían “Bussi, intendente 99”, pese a que Topa ya había manifestado su interés en aspirar a ese cargo.
Pese a que Topa, finalmente, fue elegido intendente de esta capital, durante las elecciones el sector que lo apoyaba -el NOS- llevaba el curioso y sintomático eslogan: unidos a la fuerza. Durante el gobierno municipal que no llegó a finalizar (renunció en setiembre de 2002), Topa se desafilió de Fuerza Republicana y formó el Movimiento Independiente.
El retorno del PJ al poder, en 1999, con Julio Miranda, marcó un paréntesis en las tormentosas relaciones entre un gobernador y su vice. Sisto Terán fue un fiel escudero. Muchos conjeturan que, a diferencia de sus antecesores, el actual legislador alperovichista ejerció el poder y tomó decisiones casi como gobernador.