08 Enero 2007
El farmacéutico René Cárdenas, que estuvo 10 años (cinco períodos consecutivos) al frente del Colegio de Farmacéuticos, sostiene que el proceder de la gente muestra que existe un problema cultural en todos los niveles sociales. “Pero también hay otro problema, y es la pasividad de las autoridades sanitarias y de nuestro propio Colegio de Farmacéuticos, porque se abandonó en diciembre la campaña de concientización que se venía haciendo. Yo presenté formalmente mi queja”, señaló.
Cárdenas está convencido de que la venta ilegal de fármacos no sólo seguirá sino que irá en aumento. “En la opinión de los comerciantes prima la ignorancia, porque todos sabemos que el fármaco no es una confitura”, advirtió y exhortó a los farmacéuticos y al Siprosa a reforzar el control junto con la Dirección de Comercio y con la Municipalidad”.
Comerciantes se defienden
“Si nosotros vendemos algunos remedios básicos como aspirinas, antifebriles, gotas para el dolor de estómago, analgésicos en general, antiinflamatorios, etcétera, es porque mucha gente compra; y se molestan cuando no tenemos lo que piden -se defendió Carlos, empleado de un quiosco céntrico-. No somos los únicos; también se venden en los negocios mayoristas y hasta en la misma calle”.
En general, todos los responsables o dueños de quioscos consultados por LA GACETA coincidieron en indicar que cada vez es más la gente que va a sus locales a buscar medicamentos, especialmente por las noches.
“Es común que la gente se queje cuando no tenemos los remedios que necesitan... Los entendemos, porque comentan que se cansaron de buscar farmacias abiertas y no encontraron ninguna cerca de sus casas”, apuntó Juan García, responsable de un quiosco, quien al principio no quería opinar sobre este tema.
Da lo mismo
Por otra parte, la mayoría de las personas consultadas acerca de dónde compra calmantes, aspirinas y laxantes expresó que les da lo mismo y que, ante todo, opta por la comodidad y la rapidez. Sirve de ejemplo la respuesta de Mariana Barros: “si veo un quiosco y una farmacia, voy a la farmacia. Pero si me duele la cabeza y tengo un quiosco al frente, cruzo y compro ahí”, dijo con total naturalidad.
Opiniones similares expresaron Mabel Inés Córdoba y Carlos María Sánchez Ruiz, estudiantes de Derecho. “En realidad -aclaró Carlos- si son remedios recetados para una enfermedad específica voy a la farmacia, pero si necesito un calmante, lo compro en el quiosco más cercano”.
Cárdenas está convencido de que la venta ilegal de fármacos no sólo seguirá sino que irá en aumento. “En la opinión de los comerciantes prima la ignorancia, porque todos sabemos que el fármaco no es una confitura”, advirtió y exhortó a los farmacéuticos y al Siprosa a reforzar el control junto con la Dirección de Comercio y con la Municipalidad”.
Comerciantes se defienden
“Si nosotros vendemos algunos remedios básicos como aspirinas, antifebriles, gotas para el dolor de estómago, analgésicos en general, antiinflamatorios, etcétera, es porque mucha gente compra; y se molestan cuando no tenemos lo que piden -se defendió Carlos, empleado de un quiosco céntrico-. No somos los únicos; también se venden en los negocios mayoristas y hasta en la misma calle”.
En general, todos los responsables o dueños de quioscos consultados por LA GACETA coincidieron en indicar que cada vez es más la gente que va a sus locales a buscar medicamentos, especialmente por las noches.
“Es común que la gente se queje cuando no tenemos los remedios que necesitan... Los entendemos, porque comentan que se cansaron de buscar farmacias abiertas y no encontraron ninguna cerca de sus casas”, apuntó Juan García, responsable de un quiosco, quien al principio no quería opinar sobre este tema.
Da lo mismo
Por otra parte, la mayoría de las personas consultadas acerca de dónde compra calmantes, aspirinas y laxantes expresó que les da lo mismo y que, ante todo, opta por la comodidad y la rapidez. Sirve de ejemplo la respuesta de Mariana Barros: “si veo un quiosco y una farmacia, voy a la farmacia. Pero si me duele la cabeza y tengo un quiosco al frente, cruzo y compro ahí”, dijo con total naturalidad.
Opiniones similares expresaron Mabel Inés Córdoba y Carlos María Sánchez Ruiz, estudiantes de Derecho. “En realidad -aclaró Carlos- si son remedios recetados para una enfermedad específica voy a la farmacia, pero si necesito un calmante, lo compro en el quiosco más cercano”.
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