08 Octubre 2006
INCIERTO FUTURO. Los chicos que terminan los estudios primarios suelen acompañar a sus padres a trabajar en la cosecha, a cambio de un magro jornal. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
CONCEPCION.- En el pueblo Teniente Berdina, cerca de Monteros, el trabajador golondrina se multiplica sin respiro, como una condena de la que pocos adolescentes logran escapar, que a muy temprana edad se ven arrastrados por la obligación de ayudar a sus padres. El drama se refleja en la Escuela 361. Cuando parten los ómnibus con cosecheros hacia el sur del país, la población estudiantil se reduce, a pesar de que los docentes tratan de concientizar a padres y niños sobre lo importante del estudio para aspirar a una mejor calidad de vida.
En esa tarea, ahora tiene a quién proponer como modelo. Se trata de Gustavo Varela, un joven que egresó de esa escuela y que hace pocos días se recibió de médico. Es el primer profesional que engendra Berdina desde que el pueblo fue fundado, hace casi 30 años. Gustavo es hijo de un empleado de la comuna que, con dedicación y esfuerzo, superó las contrariedades y los límites que le imponía el medio.
"A los chicos les decimos que imiten a Gustavo y que no se dejen llevar por la aspiración del dinero urgente. El nuevo médico demostró que todo es posible cuando se pone pasión por los objetivos -dijo el docente Gustavo Nieva-. Sabemos que hay jóvenes que terminan la primaria y después no tienen otra alternativa que salir a trabajar. Pero también hay otros que directamente no quieren estudiar. Trabajan para andar con plata, y a veces para satisfacer vicios tempranos".
En la escuela también se están implementado proyectos para estimular en los alumnos el hábito de la lectura y otros relacionados con el arte. En estos días pintan un mural en la galería del edificio escolar.
"Se trata de transformar el aprendizaje en una tarea lo más entretenida posible. Es una forma de promover en los chicos capacidades que a veces se pierden por la falta de oportunidades expresivas", dijo Nieva.
Berdina es uno de los tantos pueblos del interior tucumano donde la falta de trabajo asfixia a la población. Cuando fue inaugurado, en junio de 1977, por el entonces gobierno militar, se lo concibió como un pequeño núcleo industrial. Las fábricas que se instalaron (de ladrillos, de plásticos y de cajones para frutas, entre otras) fracasaron sin que se conozcan los motivos. Apenas quedan tres galpones abandonados, presas de vándalos que los van desmantelando.
Hoy Berdina cuenta con alrededor de 1.200 vecinos, de los cuales unos 400 emigran hacia provincias del sur en busca de trabajo. Un relevamiento comunal reveló que el 70 % de la gente activa está subocupada o desocupada. "Aquí, cuando concluyen las cosechas de la caña de azúcar y del limón no hay qué hacer -dijo Pablo Rojas, padre de cuatro hijos-. Uno se ve obligado a emigrar, porque tiene una familia que mantener. Hay que abandonar mujer e hijos durante cuatro meses. Los beneficiarios de los planes interzafra son pocos y los otros agraciados son los que logran entrar a trabajar en la comuna. Los demás somos parias".
Nacido al pie del cerro
El pueblo se encuentra a los pies de los Nevados del Aconquija, a la orilla de la ruta Interpueblos (324), en medio del imponente paisaje que dibujan los cerros y la vegetación. Casi en el límite con el departamento Famaillá, este pueblo se conformó hace 30 años con pobladores que antes vivían en Caspinchango y en parajes cercanos. "Vine con mis viejos. Recuerdo que ellos se largaron muy entusiasmados con este cambio en sus vidas. Se suponía que era para mejor. Pero en realidad todos seguimos tan pobres como antes. A la vida la seguimos peleando duro, sin tregua" agregó Pablo.
Su vecino Gustavo Cajal contó que la cosecha del limón terminó hace más de una semana y que está preocupado. "Estoy desocupado y esperando poder viajar al sur. Mientras tanto, al menos tengo el alivio de cobrar el salario familiar. De lo contrario no tendría ni para una tasa de mate cocido", dijo, en medio del silencio que invade al pueblo y que revela la escasez de gente y de actividades. En la comuna hay cuatro empleados administrativos; la biblioteca popular está cerrada; el dispensario atiende a unas pocas personas y en la comisaría permanece de guardia un único policía. Al mediodía, la escuela 364 queda vacía y se incorpora al mutismo general.
Berdina carece de transporte público. La gente se moviliza en bicicletas; unos pocos disponen de vehículo propio. Los estudiantes que cursan el polimodal en Famaillá se trasladan en una combi que paga la comuna. (C)
En esa tarea, ahora tiene a quién proponer como modelo. Se trata de Gustavo Varela, un joven que egresó de esa escuela y que hace pocos días se recibió de médico. Es el primer profesional que engendra Berdina desde que el pueblo fue fundado, hace casi 30 años. Gustavo es hijo de un empleado de la comuna que, con dedicación y esfuerzo, superó las contrariedades y los límites que le imponía el medio.
"A los chicos les decimos que imiten a Gustavo y que no se dejen llevar por la aspiración del dinero urgente. El nuevo médico demostró que todo es posible cuando se pone pasión por los objetivos -dijo el docente Gustavo Nieva-. Sabemos que hay jóvenes que terminan la primaria y después no tienen otra alternativa que salir a trabajar. Pero también hay otros que directamente no quieren estudiar. Trabajan para andar con plata, y a veces para satisfacer vicios tempranos".
En la escuela también se están implementado proyectos para estimular en los alumnos el hábito de la lectura y otros relacionados con el arte. En estos días pintan un mural en la galería del edificio escolar.
"Se trata de transformar el aprendizaje en una tarea lo más entretenida posible. Es una forma de promover en los chicos capacidades que a veces se pierden por la falta de oportunidades expresivas", dijo Nieva.
Berdina es uno de los tantos pueblos del interior tucumano donde la falta de trabajo asfixia a la población. Cuando fue inaugurado, en junio de 1977, por el entonces gobierno militar, se lo concibió como un pequeño núcleo industrial. Las fábricas que se instalaron (de ladrillos, de plásticos y de cajones para frutas, entre otras) fracasaron sin que se conozcan los motivos. Apenas quedan tres galpones abandonados, presas de vándalos que los van desmantelando.
Hoy Berdina cuenta con alrededor de 1.200 vecinos, de los cuales unos 400 emigran hacia provincias del sur en busca de trabajo. Un relevamiento comunal reveló que el 70 % de la gente activa está subocupada o desocupada. "Aquí, cuando concluyen las cosechas de la caña de azúcar y del limón no hay qué hacer -dijo Pablo Rojas, padre de cuatro hijos-. Uno se ve obligado a emigrar, porque tiene una familia que mantener. Hay que abandonar mujer e hijos durante cuatro meses. Los beneficiarios de los planes interzafra son pocos y los otros agraciados son los que logran entrar a trabajar en la comuna. Los demás somos parias".
Nacido al pie del cerro
El pueblo se encuentra a los pies de los Nevados del Aconquija, a la orilla de la ruta Interpueblos (324), en medio del imponente paisaje que dibujan los cerros y la vegetación. Casi en el límite con el departamento Famaillá, este pueblo se conformó hace 30 años con pobladores que antes vivían en Caspinchango y en parajes cercanos. "Vine con mis viejos. Recuerdo que ellos se largaron muy entusiasmados con este cambio en sus vidas. Se suponía que era para mejor. Pero en realidad todos seguimos tan pobres como antes. A la vida la seguimos peleando duro, sin tregua" agregó Pablo.
Su vecino Gustavo Cajal contó que la cosecha del limón terminó hace más de una semana y que está preocupado. "Estoy desocupado y esperando poder viajar al sur. Mientras tanto, al menos tengo el alivio de cobrar el salario familiar. De lo contrario no tendría ni para una tasa de mate cocido", dijo, en medio del silencio que invade al pueblo y que revela la escasez de gente y de actividades. En la comuna hay cuatro empleados administrativos; la biblioteca popular está cerrada; el dispensario atiende a unas pocas personas y en la comisaría permanece de guardia un único policía. Al mediodía, la escuela 364 queda vacía y se incorpora al mutismo general.
Berdina carece de transporte público. La gente se moviliza en bicicletas; unos pocos disponen de vehículo propio. Los estudiantes que cursan el polimodal en Famaillá se trasladan en una combi que paga la comuna. (C)