24 Septiembre 2006
HEROE. Acasuso logró el mejor de sus éxitos. REUTER
Quién hubiera dicho que en el año de los mundiales, la gran alegría de equipo del muchas veces maltratado deporte argentino iba a llegar del lado del más individualista de los juegos con pelota. Después de sufrir en Alemania con los penales y en Japón con un triple rebelde, este fin de semana pegó profundo en mi ánimo de hincha. Por supuesto que voy a estar muy atento a lo que pase desde el miércoles con “Lucha” Aymar y Cía. en España, y tampoco me olvido del selecionado de voley, pero quiero disfrutar estas líneas tenísticas en su verdadera dimensión.
Argentina jugará la final de la Davis por segunda vez en la historia. Y en este marco es difícil buscar, encontrar y explicar las razones. Sólo prometo intentarlo. En los hechos del sábado, Acasuso se aprovechó de un Hewitt nervioso que cometió dos doble faltas seguidas en el game clave (sacaba 1-4 después de ganar el punto de la reanudación), y debió hacer poquito, porque lo más importante lo había hecho el viernes antes de la lluvia.
Lo que llovió sobre el misionero fue un diluvio de aplausos y de gritos, de abrazos apretados y alguna lágrima nerviosa. Todos sabíamos que ese 2-0 desataba el nudo de la serie. El viernes escribimos que José iba a jugar con la victoria de Nalbandian como respaldo; ayer disfrutamos de la clasificación a la final en ese último punto que perdió Hewitt. La obligación de ganar tres partidos seguidos era mucho peso para un equipo visitante sin jerarquía, que disputó esta semi sólo porque Federer no jugó para Suiza en la serie que los enfrentó hace pocos meses. Ningún australiano pudo creerse el milagro de que Nalbandian perdería con Hewitt y que Philippoussis vencería a Acasuso en los eventuales singles del domingo, por lo que ganar el dobles no tenía sentido.
Eso transmitieron Arthurs y Hanley en el tercer punto. El primero estuvo muy impreciso, no influyó con el servicio, cometió errores infantiles con las voleas, dejó picar varios globos, y estrelló contra la red y las lonas del fondo infinidad de devoluciones sobre segundos saques. Y Hanley no aguantó el peso de la mochila. Rapidísimo en la red, las energías se las consumieron los errores de su compañero y el nivel de Nalbandian.
Párrafo aparte para el de Unquillo, una vez más. El sábado pareció la continuidad del viernes en cuanto a winners de devolución. Otra vez ganó muchos puntos golpeando una sola vez la pelota y volvió a mostrar su liderazgo en el equipo. Bancó un inicio errático y acelerado de Calleri, y frente a los puntos clave, buscó energía en el calor de la gente. Tuvo otra actuación superlativa y sigue invicto de local.
Por delante tenemos un domingo sencillo y distendido, una costumbre para esta “legión” cuando juega en Buenos Aires, donde Argentina no pierde desde 1998. Lo importante no estará en ganar los partidos, ni siquiera por saber quiénes estarán en la cancha. Un tema será poder ver un poco más a Hewitt y disfrutar de un “grosso” del tenis mundial, aunque es muy difícil imaginarlo en un punto de relleno. Y el otro tema será saber qué pasa en Moscú con Safín y Cía.
A domingos como este, con partidos a tres sets, nos han acostumbrado estos chicos, que son varios más que los cuatro del fin de semana. Cuando creíamos que las temporadas 2004 y 2005 en lo tenístico eran insuperables, tendremos que esperar hasta diciembre para saber si 2006 se convierte en el mejor año de la historia de nuestro tenis.
Argentina jugará la final de la Davis por segunda vez en la historia. Y en este marco es difícil buscar, encontrar y explicar las razones. Sólo prometo intentarlo. En los hechos del sábado, Acasuso se aprovechó de un Hewitt nervioso que cometió dos doble faltas seguidas en el game clave (sacaba 1-4 después de ganar el punto de la reanudación), y debió hacer poquito, porque lo más importante lo había hecho el viernes antes de la lluvia.
Lo que llovió sobre el misionero fue un diluvio de aplausos y de gritos, de abrazos apretados y alguna lágrima nerviosa. Todos sabíamos que ese 2-0 desataba el nudo de la serie. El viernes escribimos que José iba a jugar con la victoria de Nalbandian como respaldo; ayer disfrutamos de la clasificación a la final en ese último punto que perdió Hewitt. La obligación de ganar tres partidos seguidos era mucho peso para un equipo visitante sin jerarquía, que disputó esta semi sólo porque Federer no jugó para Suiza en la serie que los enfrentó hace pocos meses. Ningún australiano pudo creerse el milagro de que Nalbandian perdería con Hewitt y que Philippoussis vencería a Acasuso en los eventuales singles del domingo, por lo que ganar el dobles no tenía sentido.
Eso transmitieron Arthurs y Hanley en el tercer punto. El primero estuvo muy impreciso, no influyó con el servicio, cometió errores infantiles con las voleas, dejó picar varios globos, y estrelló contra la red y las lonas del fondo infinidad de devoluciones sobre segundos saques. Y Hanley no aguantó el peso de la mochila. Rapidísimo en la red, las energías se las consumieron los errores de su compañero y el nivel de Nalbandian.
Párrafo aparte para el de Unquillo, una vez más. El sábado pareció la continuidad del viernes en cuanto a winners de devolución. Otra vez ganó muchos puntos golpeando una sola vez la pelota y volvió a mostrar su liderazgo en el equipo. Bancó un inicio errático y acelerado de Calleri, y frente a los puntos clave, buscó energía en el calor de la gente. Tuvo otra actuación superlativa y sigue invicto de local.
Por delante tenemos un domingo sencillo y distendido, una costumbre para esta “legión” cuando juega en Buenos Aires, donde Argentina no pierde desde 1998. Lo importante no estará en ganar los partidos, ni siquiera por saber quiénes estarán en la cancha. Un tema será poder ver un poco más a Hewitt y disfrutar de un “grosso” del tenis mundial, aunque es muy difícil imaginarlo en un punto de relleno. Y el otro tema será saber qué pasa en Moscú con Safín y Cía.
A domingos como este, con partidos a tres sets, nos han acostumbrado estos chicos, que son varios más que los cuatro del fin de semana. Cuando creíamos que las temporadas 2004 y 2005 en lo tenístico eran insuperables, tendremos que esperar hasta diciembre para saber si 2006 se convierte en el mejor año de la historia de nuestro tenis.
NOTICIAS RELACIONADAS
Lo más popular