"No nos han quitado ningún filme. A Roma van a ir los filmes que no han querido en Cannes (Francia) ni en Venecia", declaró a la televisión italiana el director del festival veneciano, Marco Muller, y desató una verdadera lluvia de reacciones en todo el país.Indignados por el comentario, los organizadores de la llamada fiesta romana, concebida y fuertemente sostenida por el alcalde y cinéfilo Walter Veltroni, que se celebrará del 13 al 21 de octubre, piden respeto y defienden la calidad de los filmes invitados.
"En Italia se vive con el terror de lo nuevo", comentó Veltroni, que asegura que se trata de una fiesta del cine popular, organizada para un público no especializado y cuyo jurado estará compuesto por 50 espectadores y "no por un director de cine japonés".
Según las indiscreciones de la prensa en la guerra por los divos, Roma se adjudicó un buen puñado de estrellas, entre ellas la musa del cine actual, Nicole Kidman, que inaugurará el evento, Sean Connery, Monica Bellucci, Daniel Auteuil y Martin Scorsese, quienes este año prefirieron los encantos de la Ciudad Eterna en vez de los canales románticos de Venecia.
Con un presupuesto de cerca de 12 millones de euros, todos provenientes de fondos privados, la fiesta de Roma se convirtió en la pesadilla de Venecia, calificada de "vieja señora con reumatismos", que no logra recaudar recursos del sector privado y sobrevive con dificultad con los aportes del Estado.
Según la revista francesa especializada en cine "El filme francés", la Mostra depende completamente de dineros públicos y su director amenazó con renunciar al cargo el año pasado si las condiciones no mejoraban.
Según datos no oficiales, la Mostra recibirá 8,5 millones de euros, de los cuales 5 millones son aportados por el Estado, ubicándose así como el festival más pobre entre los más grandes.
"A Roma le sobran los patrocinadores, todos privados", escribió el diario "La Repubblica", que recalca el interés de los productores por abrir un nuevo frente en el mercado del cine en Europa, menos costoso respecto de Venecia, cuyos precios resultan siempre excesivamente altos.
"El festival de Roma va a cambiar el panorama mundial y afecta hasta Cannes y Berlín", escribió, por su parte, el diario francés "Le Monde".
El clima candente fue apagado rápidamente ayer por el ministro de la Cultura, Francesco Rutelli, de la misma coalición política de centro izquierda de Veltroni, pero también su rival interno.
"Basta de las polémicas y las rivalidades", clamó el ministro, quien considera que los dos festivales se complementan y deben servir para lanzar a Italia como capital de cine mundial. "El problema son las fechas, ya que se han organizado con sólo un mes de distancia", admitió.
Mientras tanto, comenzaron a llegar al Lido veneciano divas de antaño, entre ellas la francesa Catherine Deneuve, presidente del jurado y la nueva estrella de momento, Scarlett Johansson, protagonista del filme de apertura "La dalia negra", del maestro del thriller Brian de Palma, quien compite por el codiciado León de Oro.
Dicen que la ciudad del Gran Canal quedará despoblada
El escenario es de película de terror: por la mañana, el portero abre la puerta de entrada al centro histórico de Venecia. Miles de turistas esperan en fila, presentan su entrada y se abalanzan sobre el mundo pasado de "dux" y "gondolieri".
Sería una especie de Disneylandia en el Gran Canal. Sin embargo, esta triste fantasía amenaza con volverse realidad: la incesante emigración de los habitantes de la ciudad provoca cada vez más dolores de cabeza a sus miembros más tradicionales. Y si no se produce rápidamente un cambio, Venecia podría convertirse en 25 años en una ciudad desierta que sería ya sólo una atracción turística.
"Comenzó una carrera contra el tiempo", escribió hace poco el diario "La Repubblica". Hoy en día se nota que Venecia se encuentra en el mejor camino de convertirse en una ciudad fantasma: "los ?vaporetti? (embarcaciones) viajan por las noches llenos de turistas, pero en las casas se ven cada vez menos luces encendidas", afirman observadores. Cada año, 18 millones de personas de todo el mundo visitan la ciudad con los pintorescos canales y el Puente de los Suspiros, es decir, unas 50.000 al día. El número de habitantes del centro pasó de 121.000 en 1966, a 62.000.
Muchos de los vecinos son extranjeros, al parecer los únicos capaces de pagar los precios abusivos de las viviendas en el casco histórico. Los estadistas estiman que hasta 2.500 ciudadanos por año abandonarán Venecia. "Para 2030, la ciudad estaría deshabitada", afirmó un periodista. Los motivos de la emigración masiva son, además de los altos precios inmobiliarios, la continua lucha contra las inundaciones y las oleadas de turistas que, si bien hacen ingresar dinero en las cajas, vuelven insoportable la vida en la ciudad.(AFP)