03 Agosto 2006
José “Pepe” Frías Silva era el propietario del ingenio San José cuando el gobierno de Juan Carlos Onganía determinó el cierre de más de un tercio de las fábricas azucareras tucumanas que funcionaban en 1966. Precisamente, uno de los ingenios afectados por la medida fue el San José.
“El cierre de ingenios en Tucumán fue un verdadero genocidio, provocado por la impericia de un gobierno cuya política fue la de sustituir una cosa por otra, en lugar de añadir algo a lo ya existente”, opinó Frías Silva. El empresario, quien delegó en sus hijos el control del negocio familiar, objetó a los tucumanos en general, que en la década del 60 no supieron protestar ante el ataque que sufrió la industria azucarera. “Decían: ¿para que defender a los ingenios si no tengo un surco de caña?”, recordó.
Aseguró que desde la presidencia del desarrollista Arturo Frondizi (1958-1962), el sector azucarero nacional venía acumulando un excedente de 500.000 toneladas de azúcar. “A esas existencias se las arrastró durante años, y el Estado nada hizo para resolver el problema; había que exportarlas, regalarlas o tirarlas al río, pero no hubo una decisión apropiada, y se terminó en una crisis”, comentó.
El ingenio San José se encontraba emplazado en la localidad homónima, cuyas instalaciones hoy pertenecen a la Sociedad Rural de Tucumán (SRT). “Les regalé casas a los obreros y sus familias para que se quedaran. Con el cierre de los ingenios, generaciones de tucumanos tuvieron que desplazarse y radicarse en villas miserias en el conurbano bonaerense”, dijo Frías Silva. Atribuyó parte de la culpa del cierre de ingenios en Tucumán al Gobierno provincial de entonces. “Fueron responsables por no haberse quejado ante esta medida, y también la comunidad tucumana, que no quiso defender lo propio”, subrayó Frías Silva.
“El cierre de ingenios en Tucumán fue un verdadero genocidio, provocado por la impericia de un gobierno cuya política fue la de sustituir una cosa por otra, en lugar de añadir algo a lo ya existente”, opinó Frías Silva. El empresario, quien delegó en sus hijos el control del negocio familiar, objetó a los tucumanos en general, que en la década del 60 no supieron protestar ante el ataque que sufrió la industria azucarera. “Decían: ¿para que defender a los ingenios si no tengo un surco de caña?”, recordó.
Aseguró que desde la presidencia del desarrollista Arturo Frondizi (1958-1962), el sector azucarero nacional venía acumulando un excedente de 500.000 toneladas de azúcar. “A esas existencias se las arrastró durante años, y el Estado nada hizo para resolver el problema; había que exportarlas, regalarlas o tirarlas al río, pero no hubo una decisión apropiada, y se terminó en una crisis”, comentó.
El ingenio San José se encontraba emplazado en la localidad homónima, cuyas instalaciones hoy pertenecen a la Sociedad Rural de Tucumán (SRT). “Les regalé casas a los obreros y sus familias para que se quedaran. Con el cierre de los ingenios, generaciones de tucumanos tuvieron que desplazarse y radicarse en villas miserias en el conurbano bonaerense”, dijo Frías Silva. Atribuyó parte de la culpa del cierre de ingenios en Tucumán al Gobierno provincial de entonces. “Fueron responsables por no haberse quejado ante esta medida, y también la comunidad tucumana, que no quiso defender lo propio”, subrayó Frías Silva.