03 Agosto 2006
LA GACETA reflejó los graves momentos sobre el cierre de los ingenios. El 23 de agosto de 1966, en un titular a todo lo ancho de la tapa, anticipó la intervención de siete fábricas.
CONCEPCION.- "Fue el principio de una agonía interminable que vive aún este pueblo". Así definió don Antonio Enrique Pérez (74 años), de la localidad de Santa Ana, la decisión del ex presidente de facto Juan Carlos Onganía de cerrar en l966 el ingenio azucarero Santa Ana. El hombre se desempeñaba en ese entonces como operario de la sección producción y en su memoria permanecen frescos los recuerdos de aquella fatídica jornada en que llegó a la fábrica la intervención militar. "Estábamos en plena zafra cuando alrededor de las 23 nos invadieron tropas del Ejército y Gendarmería. Fue un operativo sorpresivo. En ese momento nadie sabía lo que estaba sucediendo. Los soldados se instalaron arriba de los tachos, en los trapiches y en todas las esquinas del pueblo. La custodia fue muy rigurosa", comentó Perez.
Los vecinos se enteraron al otro día, a través de la radio y LA GACETA, sobre el destino que se había fijado para el Santa Ana y para los demás ingenios. "Nos ganó el miedo y la incertidumbre sobre nuestro futuro", agregó. "En la fábrica quedaron sólo algunas personas de mantenimiento. Después los militares se encargaron de voltear las tres chimeneas", recordó Perez.
Ese hecho marcó el cierre definitivo del Santa Ana, principal fuente laboral del pueblo. El operario aseguró que en ese ingenio llegaron a desempeñarse 2.500 trabajadores. "Fue un monstruo. Se lo consideraba el ingenio más grande de Sudamérica. Recuerdo que cuando tenía 11 años le llevaba la comida para mi padre, que era hombreador de azúcar", apuntó. Tras el cierre definitivo del Santa Ana, cientos de familias emigraron a otras provincias. Algunas se incorporaron al Operativo Tucumán, instrumentado por los militares para paliar la desocupación. Pérez se inició entonces como pelador de caña hasta que en l970 consiguió trabajo en la fábrica Alpargatas. (Corresponsal)
Los vecinos se enteraron al otro día, a través de la radio y LA GACETA, sobre el destino que se había fijado para el Santa Ana y para los demás ingenios. "Nos ganó el miedo y la incertidumbre sobre nuestro futuro", agregó. "En la fábrica quedaron sólo algunas personas de mantenimiento. Después los militares se encargaron de voltear las tres chimeneas", recordó Perez.
Ese hecho marcó el cierre definitivo del Santa Ana, principal fuente laboral del pueblo. El operario aseguró que en ese ingenio llegaron a desempeñarse 2.500 trabajadores. "Fue un monstruo. Se lo consideraba el ingenio más grande de Sudamérica. Recuerdo que cuando tenía 11 años le llevaba la comida para mi padre, que era hombreador de azúcar", apuntó. Tras el cierre definitivo del Santa Ana, cientos de familias emigraron a otras provincias. Algunas se incorporaron al Operativo Tucumán, instrumentado por los militares para paliar la desocupación. Pérez se inició entonces como pelador de caña hasta que en l970 consiguió trabajo en la fábrica Alpargatas. (Corresponsal)