02 Julio 2006
Unos 71 millones de mexicanos están convocados para elegir hoy presidente entre un candidato que les asegura estabilidad económica; otro que promete generar empleos, y un tercero que se compromete a dar prioridad a la enorme masa de pobres del país. El escenario para estos comicios, en los que también se renovará el Congreso y gobiernos estatales, es totalmente diferente al de hace seis años, cuando los mexicanos decidieron acabar con la hegemonía de siete décadas en el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a menudo acusado de abuso de poder, y dieron la victoria al conservador Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN).
Pero tras la decepción de muchos con Fox, que no logró cumplir ambiciosas promesas como crear un millón de empleos por año, México podría dar un viraje hacia la izquierda y seguir así la tendencia de otros países latinoamericanos como Brasil, Venezuela, Bolivia o Uruguay. En este contexto, la alianza que postula a Andrés Manuel López Obrador tendrá la oportunidad histórica de acceder por primera vez al Gobierno. El ex alcalde de la capital y líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD) llega a esta jornada con ventaja de 2 a 5 puntos porcentuales sobre su rival más cercano, Felipe Calderón, del PAN. Por su parte, Roberto Madrazo, del otrora poderoso PRI, está ubicado atrás de Calderón en todos los sondeos.
Lucha entre dos modelos
La disputa de hoy, cuando se elegirá presidente, 500 diputados federales, 128 senadores, 4 gobernadores y alcaldes, legisladores locales, intendentes y concejales de 10 Estados, aparece en el fondo como una lucha entre dos modelos económicos. Por un lado, Calderón representa la continuidad del sistema neoliberal, que según sus críticos dejó una estela de desempleo y una fuerte desigualdad, que se traduce en más del 50% de la población en la pobreza. Más que la izquierda ortodoxa, López Obrador simboliza un modelo de tintes nacionalistas y progresistas que declara querer paliar la creciente brecha entre ricos y pobres. López Obrador prometió mantener el control de la inflación, no contraer deuda para financiar crecimiento y respetar la autonomía del Banco Central. Y se comprometió a revisar el Tratado de Libre comercio vigente con Estados Unidos y con Canadá.
La difusión de los primeros resultados en boca de urna están previstos para las 20 hora local (23 de Argentina). Si López Obrador triunfara habría logrado la hazaña que desde años se le viene negando a Cuauhtémoc Cárdenas, el histórico líder de la izquierda mexicana.
Sus principales promesas son: ejercer la autoridad en beneficio de la gente; promover el acceso de los jóvenes al mercado laboral; promover la igualdad de oportunidades y la generación de un desarrollo sustentable. Su lema es "Valor y pasión por México"
Todo parece indicar que la cuestionada hegemonía del partido único, consolidada por más de setenta años de presidencialismo priísta y quebrantada en el 2000 con el triunfo del panista Vicente Fox, sufrirá su segundo revés en las elecciones que se realizan hoy.
Probablemente, y a diferencia de lo que sucedió hace seis años, esta vez la alternancia llegará de la mano de una coalición de izquierda encabezada por el perredista Andrés Manuel López Obrador, quien para ello deberá triunfar sobre Felipe Calderón, candidato del PAN.
La coyuntura electoral invita a la reflexión. Tomado como referente el contexto latinoamericano, es posible observar cómo el eventual triunfo del PRD resucitó en México una de las peores y más pobres estrategias desplegadas para convencer a los ciudadanos de no votar por un partido de izquierda: el miedo. En tal sentido, esta táctica publicitaria recuerda lo sucedido en Brasil y en Bolivia frente a las candidaturas presidenciales de Lula da Silva y de Evo Morales, respectivamente.
Ahora, en México, el oficialismo agita el fantasma de la crisis económica y del autoritarismo, vaticinando que la llegada de López Obrador al poder supone el endeudamiento y el descontrol del gasto público, así como el imperio del voluntarismo y la exclusión política.
En este contexto, panistas y priístas aprovechan el ascenso de disímiles gobiernos de izquierda, en varios países de América Latina, para promover la confusión del electorado con argumentos basados en paralelismos y extrapolaciones que, sin fundamento, equiparan a López Obrador con el venezolano Hugo Chávez.
Detrás de las propagandas
En definitiva, lo que las campañas propagandísticas esconden, detrás de la promoción del miedo y el desconcierto de la ciudadanía, son los temores de una dirigencia y de un sector de la sociedad que se resiste a revisar y, eventualmente, a revertir un modelo económico que después de más de dos décadas de aplicación no sólo no ha resuelto el problema de la desigualdad social, sino que lo ha profundizado.
En un país en el que aproximadamente 500.000 mexicanos emigran anualmente a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades; en el que el crecimiento per cápita fue en los últimos 25 años de un magro 17 %; en el que casi 21 millones de ciudadanos sobreviven con los ingresos de un empleo informal, sin ningún tipo de cobertura social y en el que sólo 225 de cada 10.000 habitantes acceden a la universidad, la elección presidencial de hoy constituye una posibilidad para dar un golpe de timón e intentar revertir el estigma de la injusticia social.
Los desafíos son muchos. Las promesas -como en toda coyuntura electoral de envergadura- pueden llegar a rebasar la capacidad de acción de quien llegue al poder; ahora los ciudadanos tienen la última palabra. Pero hoy, a través del sufragio, los mexicanos decidirán quién es el candidato que mejor representa la concreción de una sociedad más inclusiva y solidaria y, más allá de los resultados, estarán avanzando en la construcción y perfección del imprescindible sistema democrático.
Pero tras la decepción de muchos con Fox, que no logró cumplir ambiciosas promesas como crear un millón de empleos por año, México podría dar un viraje hacia la izquierda y seguir así la tendencia de otros países latinoamericanos como Brasil, Venezuela, Bolivia o Uruguay. En este contexto, la alianza que postula a Andrés Manuel López Obrador tendrá la oportunidad histórica de acceder por primera vez al Gobierno. El ex alcalde de la capital y líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD) llega a esta jornada con ventaja de 2 a 5 puntos porcentuales sobre su rival más cercano, Felipe Calderón, del PAN. Por su parte, Roberto Madrazo, del otrora poderoso PRI, está ubicado atrás de Calderón en todos los sondeos.
Lucha entre dos modelos
La disputa de hoy, cuando se elegirá presidente, 500 diputados federales, 128 senadores, 4 gobernadores y alcaldes, legisladores locales, intendentes y concejales de 10 Estados, aparece en el fondo como una lucha entre dos modelos económicos. Por un lado, Calderón representa la continuidad del sistema neoliberal, que según sus críticos dejó una estela de desempleo y una fuerte desigualdad, que se traduce en más del 50% de la población en la pobreza. Más que la izquierda ortodoxa, López Obrador simboliza un modelo de tintes nacionalistas y progresistas que declara querer paliar la creciente brecha entre ricos y pobres. López Obrador prometió mantener el control de la inflación, no contraer deuda para financiar crecimiento y respetar la autonomía del Banco Central. Y se comprometió a revisar el Tratado de Libre comercio vigente con Estados Unidos y con Canadá.
La difusión de los primeros resultados en boca de urna están previstos para las 20 hora local (23 de Argentina). Si López Obrador triunfara habría logrado la hazaña que desde años se le viene negando a Cuauhtémoc Cárdenas, el histórico líder de la izquierda mexicana.
Andrés Manuel López Obrador
Primero, los pobres
En 1995, cuando era alcalde de la ciudad de México, López Obrador ya se perfilaba como ganador. Pero una intriga política que lo llevó ante la Justicia lo debilitó. Nunca se iniciaron acciones penales en su contra. "Peje", como lo conocen en su Tabasco natal, tiene 53 años. Es viudo, un dato no menor en una sociedad machista como la mexicana, que sufre el "sindrome de la primera dama". Visto así, "Peje" lleva más ventaja. Combatir el desempleo y la inseguridad; fortalecer la Justicia y la economía son sus metas prioritarias . Su lema es "Por el bien de todos, primero los pobres".Primero, los pobres
Felipe Calderón
La continuidad
Oriundo de Morelia, capital del Estado de Michoacán, cumplirá 44 años en agosto. Es casado y tiene tres hijos. Egresado de la Universidad de Harvard, lideró las juventudes del Partido Acción Nacional (PAN); luego pasó a presidir la agrupación y fue también secretario de Energía en el gobierno de Vicente Fox. Venció en las internas a Santiago Creel, el nominado por Fox. La continuidad
Sus principales promesas son: ejercer la autoridad en beneficio de la gente; promover el acceso de los jóvenes al mercado laboral; promover la igualdad de oportunidades y la generación de un desarrollo sustentable. Su lema es "Valor y pasión por México"
Roberto Madrazo
La pesada herencia
Hijo de un líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tiene ahora la misión de reformar el partido que gobernó México por 71 años, hasta 2000, para hacerlo más democrático y quitarle el estigma de la corrupción. Casado, con cinco hijos, asumió el liderazgo del PRI en 2002, en medio de un escándalo de fraude durante la consulta interna. Madrazo fue gobernador de Tabasco, el principal Estado petrolero del país, y en tres ocasiones fue legislador del Estado. La generación de empleo es una de las principales banderas de este político que está por cumplir 54 años de edad. Su lema es "Con Roberto Madrazo te va a ir muy bien".La pesada herencia
PUNTO DE VISTA
El poder también tiene miedo
Por Florencia Gutiérrez, profesora de Historia de la Historiografía y Master de El Colegio de MèxicoEl poder también tiene miedo
Todo parece indicar que la cuestionada hegemonía del partido único, consolidada por más de setenta años de presidencialismo priísta y quebrantada en el 2000 con el triunfo del panista Vicente Fox, sufrirá su segundo revés en las elecciones que se realizan hoy.
Probablemente, y a diferencia de lo que sucedió hace seis años, esta vez la alternancia llegará de la mano de una coalición de izquierda encabezada por el perredista Andrés Manuel López Obrador, quien para ello deberá triunfar sobre Felipe Calderón, candidato del PAN.
La coyuntura electoral invita a la reflexión. Tomado como referente el contexto latinoamericano, es posible observar cómo el eventual triunfo del PRD resucitó en México una de las peores y más pobres estrategias desplegadas para convencer a los ciudadanos de no votar por un partido de izquierda: el miedo. En tal sentido, esta táctica publicitaria recuerda lo sucedido en Brasil y en Bolivia frente a las candidaturas presidenciales de Lula da Silva y de Evo Morales, respectivamente.
Ahora, en México, el oficialismo agita el fantasma de la crisis económica y del autoritarismo, vaticinando que la llegada de López Obrador al poder supone el endeudamiento y el descontrol del gasto público, así como el imperio del voluntarismo y la exclusión política.
En este contexto, panistas y priístas aprovechan el ascenso de disímiles gobiernos de izquierda, en varios países de América Latina, para promover la confusión del electorado con argumentos basados en paralelismos y extrapolaciones que, sin fundamento, equiparan a López Obrador con el venezolano Hugo Chávez.
Detrás de las propagandas
En definitiva, lo que las campañas propagandísticas esconden, detrás de la promoción del miedo y el desconcierto de la ciudadanía, son los temores de una dirigencia y de un sector de la sociedad que se resiste a revisar y, eventualmente, a revertir un modelo económico que después de más de dos décadas de aplicación no sólo no ha resuelto el problema de la desigualdad social, sino que lo ha profundizado.
En un país en el que aproximadamente 500.000 mexicanos emigran anualmente a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades; en el que el crecimiento per cápita fue en los últimos 25 años de un magro 17 %; en el que casi 21 millones de ciudadanos sobreviven con los ingresos de un empleo informal, sin ningún tipo de cobertura social y en el que sólo 225 de cada 10.000 habitantes acceden a la universidad, la elección presidencial de hoy constituye una posibilidad para dar un golpe de timón e intentar revertir el estigma de la injusticia social.
Los desafíos son muchos. Las promesas -como en toda coyuntura electoral de envergadura- pueden llegar a rebasar la capacidad de acción de quien llegue al poder; ahora los ciudadanos tienen la última palabra. Pero hoy, a través del sufragio, los mexicanos decidirán quién es el candidato que mejor representa la concreción de una sociedad más inclusiva y solidaria y, más allá de los resultados, estarán avanzando en la construcción y perfección del imprescindible sistema democrático.