30 Mayo 2006
EN TUCUMAN. Pablo Shocklender es traslado por policías en Ranchillos. ARCHIVO LA GACETA
El encargado de un edificio ubicado en la avenida Coronel Díaz al 2500 advirtió en la mañana del 30 de mayo de 1981 que un hilo de sangre manaba del baúl de un Dodge Polara estacionado en la zona. La investigación policial reveló que allí estaban los cuerpos sin vida del ingeniero Mauricio Schoklender y de su esposa Cristina Silvia Schoklender. Las cabezas de ambos estaban destrozadas por los golpes y envueltas en telas y bolsas de plástico.
El caso conmovió al país cuando comenzaron a conocerse algunos detalles de la tragedia. Los hijos varones de la pareja, Pablo Guillermo y Sergio Mauricio, se habían fugado. Hasta la noche anterior al hallazgo de los cadáveres, la familia -integrada además por Ana Valeria, hija del matrimonio- había vivido en el cuarto piso de un edificio ubicado en el barrio de Belgrano; el ingeniero Mauricio Schoklender era directivo de la firma Pittsburgh & Cardiff, y la familia tenía una posición económica desahogada. Al parecer, una discusión entre la madre y los dos hijos -una situación frecuente, según la investigación judicial- terminó en un hecho de violencia en el que los jóvenes ultimaron a la mujer golpeándola reiteradamente en la cabeza. Los hermanos habrían decidido inmediatamente asesinar también al padre, que dormía en su habitación. Mauricio murió estrangulado y también fue brutalmente golpeado en la cabeza. Los hermanos habrían llevado los cadáveres hasta el auto y posteriormente habrían estacionado el vehículo en el lugar en que fue hallado. Después, emprendieron la fuga hacia Mar del Plata, donde se hospedaron en un hotel bajo falsas identidades. Allí decidieron separarse, porque advirtieron que los cuerpos de sus padres ya habían sido encontrados y que la Policía los buscaba intensamente. Fueron rápidamente atrapados: Sergio fue encontrado en la localidad bonaerense de Cobos, y Pablo, en Ranchillos, en la provincia de Tucumán.
Confesión y juicio
Sergio confesó la autoría del doble crimen y libró de responsabilidades a su hermano; en marzo de 1985 fue condenado a prisión perpetua. Pablo fue absuelto y quedó en libertad. Pero al año siguiente, la Cámara del Crimen modificó el fallo y también sentenció a Pablo a prisión perpetua. Pero este, con los nombres falsos de Walter Sandoval y de Jorge Velázquez, se instaló en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Interpol lo descubrió allí en mayo de 1994, a causa de un problema bancario por la emisión irregular de cheques. Fue detenido por una comisión policial argentina, que lo condujo nuevamente a Buenos Aires.
Pablo estuvo en la cárcel hasta que en 2001 obtuvo los primeros permisos para salir de la prisión; su hermano Sergio había logrado el mismo beneficio en agosto de 1995.
Sergio Schoklender se recibió de abogado y de psicólogo mientras estuvo recluido. Ya en libertad, tomó contacto con Madres de Plaza de Mayo -se convirtió en apoderado de la organización- y se dedicó a reivindicar los derechos humanos en las cárceles. Escribió el libro “Infierno y resurrección” en el que hace alusión a la dura realidad que enfrentan quienes cumplen condenas en las cárceles argentinas. En el ejercicio de la profesión de abogado, intervino en varias causas importantes, como la defensa de los hermanos Da Bouza, que asesinaron a su padre en 1998 y terminaron condenados a prisión.
A pesar de la confesión inicial de culpabilidad, el llamado “caso Schoklender” nunca se aclaró totalmente. El propio Sergio proclamó su inocencia y denunció -desde la cárcel y a través de su libro “Esta es mi verdad”- que el crimen de sus padres había sido un “ajuste de cuentas” por negocios poco claros.
El caso conmovió al país cuando comenzaron a conocerse algunos detalles de la tragedia. Los hijos varones de la pareja, Pablo Guillermo y Sergio Mauricio, se habían fugado. Hasta la noche anterior al hallazgo de los cadáveres, la familia -integrada además por Ana Valeria, hija del matrimonio- había vivido en el cuarto piso de un edificio ubicado en el barrio de Belgrano; el ingeniero Mauricio Schoklender era directivo de la firma Pittsburgh & Cardiff, y la familia tenía una posición económica desahogada. Al parecer, una discusión entre la madre y los dos hijos -una situación frecuente, según la investigación judicial- terminó en un hecho de violencia en el que los jóvenes ultimaron a la mujer golpeándola reiteradamente en la cabeza. Los hermanos habrían decidido inmediatamente asesinar también al padre, que dormía en su habitación. Mauricio murió estrangulado y también fue brutalmente golpeado en la cabeza. Los hermanos habrían llevado los cadáveres hasta el auto y posteriormente habrían estacionado el vehículo en el lugar en que fue hallado. Después, emprendieron la fuga hacia Mar del Plata, donde se hospedaron en un hotel bajo falsas identidades. Allí decidieron separarse, porque advirtieron que los cuerpos de sus padres ya habían sido encontrados y que la Policía los buscaba intensamente. Fueron rápidamente atrapados: Sergio fue encontrado en la localidad bonaerense de Cobos, y Pablo, en Ranchillos, en la provincia de Tucumán.
Confesión y juicio
Sergio confesó la autoría del doble crimen y libró de responsabilidades a su hermano; en marzo de 1985 fue condenado a prisión perpetua. Pablo fue absuelto y quedó en libertad. Pero al año siguiente, la Cámara del Crimen modificó el fallo y también sentenció a Pablo a prisión perpetua. Pero este, con los nombres falsos de Walter Sandoval y de Jorge Velázquez, se instaló en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Interpol lo descubrió allí en mayo de 1994, a causa de un problema bancario por la emisión irregular de cheques. Fue detenido por una comisión policial argentina, que lo condujo nuevamente a Buenos Aires.
Pablo estuvo en la cárcel hasta que en 2001 obtuvo los primeros permisos para salir de la prisión; su hermano Sergio había logrado el mismo beneficio en agosto de 1995.
Sergio Schoklender se recibió de abogado y de psicólogo mientras estuvo recluido. Ya en libertad, tomó contacto con Madres de Plaza de Mayo -se convirtió en apoderado de la organización- y se dedicó a reivindicar los derechos humanos en las cárceles. Escribió el libro “Infierno y resurrección” en el que hace alusión a la dura realidad que enfrentan quienes cumplen condenas en las cárceles argentinas. En el ejercicio de la profesión de abogado, intervino en varias causas importantes, como la defensa de los hermanos Da Bouza, que asesinaron a su padre en 1998 y terminaron condenados a prisión.
A pesar de la confesión inicial de culpabilidad, el llamado “caso Schoklender” nunca se aclaró totalmente. El propio Sergio proclamó su inocencia y denunció -desde la cárcel y a través de su libro “Esta es mi verdad”- que el crimen de sus padres había sido un “ajuste de cuentas” por negocios poco claros.