28 Mayo 2006
Según el director y dramaturgo Carlos Alsina, la construcción de un determinado personaje es un proceso clave en toda puesta teatral. "En la vida se puede mentir, pero en el teatro no", sentenció el autor de "Crónica de la errante e invencible hormiga argentina", que se encuentra actualmente en cartel en Italia.
"Lo más importante es que el actor se sienta libre para crear ese personaje. Por eso yo, como director, siempre prefiero que el artista vaya descubriendo las características del personaje, sin dictar instrucciones. Creo que en teatro, el director no debe llegar a los ensayos con una carpeta bajo el brazo con todas las instrucciones para abordar a cada uno de los protagonistas de la historia. No sería creíble", comentó.
En este sentido, Alsina dijo que lo peor que puede suceder en una obra es que el director ponga freno a la libertad creativa del actor. "El director es sólo un trámite. Es un puente entre el personaje y el actor. Y, si además hay buenos actores, no hay textos que valgan. Porque hacer teatro es un proceso mágico que vuelve visible lo invisible, exhuma aquello que está oculto", agregó.
Alsina, que actualmente prepara una obra sobre Shakespeare, está convencido además que el teatro es una actividad reveladora. "Hay cosas en nuestras vidas que muchas veces no vemos y que el teatro lo hace resurgir. Por eso, el buen teatro es aquel que saca a la luz comportamientos, actitudes, secretos y pensamientos ocultos", dijo. Por supuesto que, para cumplir con este paradigma, hay distintas técnicas. Cada actor usa la que más le conviene. Pero, en el caso del director, la cuestión es más compleja.
"Hay procedimientos y técnicas que permiten construir un personaje. Hay algunos que investigan al personaje hasta en sus más mínimos detalles. Yo soy de aquellos que prefiere que no haya un análisis intelectual previo. Me gusta más que el actor vaya construyendo la vida del personaje desde sus propias actitudes, sin conocer demasiadas cosas de él, salvo su evolución dentro de la historia. De esta forma, el actor va realizando un proceso de descubrimiento objetivo que no es sólo físico, sino también espiritual", contó.
En este proceso entran en juego un sinnúmero de variables, la mayoría vinculadas a las vivencias del intérprete. "A menudo el actor descubre que, luego de ensayar varias veces, van saliendo aspectos inesperados del personaje que suelen vincularse con la vida misma del actor", señaló Alsina.
Esta es, según el realizador tucumano, la única posibilidad que tiene el actor de salir de sí mismo para construir un objeto distinto a él. "Es por esa razón que debe sentirse totalmente libre para crear. Y cualquier intento por cortar esa libertad atenta contra la evolución de la obra. Al menos ese es mi criterio como director. Otros, por supuesto, tienen sus métodos propios. Y, como sucede con otros aspectos del arte, no hay recetas para seguir al pie de la letra", concluyó.
"Lo más importante es que el actor se sienta libre para crear ese personaje. Por eso yo, como director, siempre prefiero que el artista vaya descubriendo las características del personaje, sin dictar instrucciones. Creo que en teatro, el director no debe llegar a los ensayos con una carpeta bajo el brazo con todas las instrucciones para abordar a cada uno de los protagonistas de la historia. No sería creíble", comentó.
En este sentido, Alsina dijo que lo peor que puede suceder en una obra es que el director ponga freno a la libertad creativa del actor. "El director es sólo un trámite. Es un puente entre el personaje y el actor. Y, si además hay buenos actores, no hay textos que valgan. Porque hacer teatro es un proceso mágico que vuelve visible lo invisible, exhuma aquello que está oculto", agregó.
Alsina, que actualmente prepara una obra sobre Shakespeare, está convencido además que el teatro es una actividad reveladora. "Hay cosas en nuestras vidas que muchas veces no vemos y que el teatro lo hace resurgir. Por eso, el buen teatro es aquel que saca a la luz comportamientos, actitudes, secretos y pensamientos ocultos", dijo. Por supuesto que, para cumplir con este paradigma, hay distintas técnicas. Cada actor usa la que más le conviene. Pero, en el caso del director, la cuestión es más compleja.
"Hay procedimientos y técnicas que permiten construir un personaje. Hay algunos que investigan al personaje hasta en sus más mínimos detalles. Yo soy de aquellos que prefiere que no haya un análisis intelectual previo. Me gusta más que el actor vaya construyendo la vida del personaje desde sus propias actitudes, sin conocer demasiadas cosas de él, salvo su evolución dentro de la historia. De esta forma, el actor va realizando un proceso de descubrimiento objetivo que no es sólo físico, sino también espiritual", contó.
En este proceso entran en juego un sinnúmero de variables, la mayoría vinculadas a las vivencias del intérprete. "A menudo el actor descubre que, luego de ensayar varias veces, van saliendo aspectos inesperados del personaje que suelen vincularse con la vida misma del actor", señaló Alsina.
Esta es, según el realizador tucumano, la única posibilidad que tiene el actor de salir de sí mismo para construir un objeto distinto a él. "Es por esa razón que debe sentirse totalmente libre para crear. Y cualquier intento por cortar esa libertad atenta contra la evolución de la obra. Al menos ese es mi criterio como director. Otros, por supuesto, tienen sus métodos propios. Y, como sucede con otros aspectos del arte, no hay recetas para seguir al pie de la letra", concluyó.
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