02 Mayo 2006
UN SHOW INOLVIDABLE. Bush y su doble, el imitador Steve Bridges, durante la cena en la Casa Blanca. REUTER
WASHINGTON.- Con el apoyo de un perfecto imitador, el presidente George W. Bush fue el gran protagonista de la tradicional cena de los corresponsales acreditados en la Casa Blanca, celebrada el sábado con la asistencia de unos 3.000 invitados; entre ellos, el actor George Clooney y la periodista que destapó el caso de la espía de la CIA delatada por la Casa Blanca.
Para sorpresa de todos, al momento de los discursos subieron al estrado dos Bush: el real y un alias, que no era otro que el cómico Steve Bridges, que imita a la perfección al mandatario. "Estoy encantado de estar aquí, igual que Laura", comenzó Bush, y su otro yo continuó: "ella es muy sexy, muy caliente". Luego el show desandó por temas políticos, sin olvidar cuestiones espinosas, como la caída de la popularidad del presidente.
A través de su otro yo, Bush se quejó de las piedras que le ponen los periodistas y los personajes de Hollywood, para luego preguntarse: "¿por qué no puedo yo cenar con ese 36 por ciento de gente a la que le gusto?". En un juego perfectamente sincronizado, Bush y Bridges cautivaron al público. Mientras el Bush real decía lo feliz que se sentía en esa cena, el alter ego se sinceraba: "estas malditas cenas, con estos que tratan de ponerme en aprietos, me fastidian un montón".
Ni Cheney se salvó
El dúo siguió con frases como "siempre espero con gran anticipación estas cenas", y con el otro yo diciendo "aquí hay una panda de periodistas, izquierdistas de Hollywood y demócratas. Sólo falta Hillary Clinton sentada en primera fila, mirándome con desprecio". La actuación de Bush y de su alter ego abarcó desde sus limitaciones retóricas ("quiero extender mi agenda globalmente y por todo el mundo, al igual que internacionalmente") a la puntería del vicepresidente Dick Cheney ("hablando de sospechosos, ¿dónde está el gran cazador blanco"?). Hace un tiempo, Cheney hirió de bala a un abogado amigo suyo durante una jornada de caza. "Baleó al único amigo que tiene", dijo el otro Bush. El mandatario, según sus allegados, tiene muy buen humor. "Agradezco que nos hayan dado la oportunidad de reírnos esta noche", dijo. (Especial)
WASHINGTON.- Los comentarios sobre lo que pasó en la cena de 2005 fueron inevitables a la hora de los postres. Aquella noche, Laura Bush acaparó todos los aplausos con los mejores chistes sobre su marido. La audiencia era prácticamente la misma: casi 3.000 personas, y entre ellas personalidades muy críticas respecto de la política exterior de George W. Bush.
Al inicio de su discurso, Bush se dirigió en esa oportunidad a un auditorio querepresentaba "a todo Washington". Laura, que estaba a su lado, lo interrumpió diciendo en voz baja: "No, ese viejo chiste otra vez, no..." A partir de ahí, y durante diez minutos, fue el regocijo del público.
"Miren, llevo años asistiendo a estas cenas sentadita y callada. Hoy, para variar, voy a decir algunas cosas". Luego ironizó sobre su marido, sobre su familia y hasta comparó a su suegra, Barbara, con Don Corleone, el protagonista de "El Padrino". Bromeó con casi todas las limitaciones de su esposo. "Yo era una bibliotecaria que pasaba doce horas diarias entre los libros, en un lugar que George no frecuentó nunca", dijo. Y parodiando el título de la serie de televisión "Amas de casa desesperadas", señaló. "Señoras y señores, yo soy un ama de casa desesperada. A estas horas (eran las diez de la noche), mi marido está habitualmente en la cama", y haciendo un guiño agregó: "Ya se lo vengo diciendo. Si quieres acabar con la tiranía del mundo, acuéstate más tarde". (Especial)
Para sorpresa de todos, al momento de los discursos subieron al estrado dos Bush: el real y un alias, que no era otro que el cómico Steve Bridges, que imita a la perfección al mandatario. "Estoy encantado de estar aquí, igual que Laura", comenzó Bush, y su otro yo continuó: "ella es muy sexy, muy caliente". Luego el show desandó por temas políticos, sin olvidar cuestiones espinosas, como la caída de la popularidad del presidente.
A través de su otro yo, Bush se quejó de las piedras que le ponen los periodistas y los personajes de Hollywood, para luego preguntarse: "¿por qué no puedo yo cenar con ese 36 por ciento de gente a la que le gusto?". En un juego perfectamente sincronizado, Bush y Bridges cautivaron al público. Mientras el Bush real decía lo feliz que se sentía en esa cena, el alter ego se sinceraba: "estas malditas cenas, con estos que tratan de ponerme en aprietos, me fastidian un montón".
Ni Cheney se salvó
El dúo siguió con frases como "siempre espero con gran anticipación estas cenas", y con el otro yo diciendo "aquí hay una panda de periodistas, izquierdistas de Hollywood y demócratas. Sólo falta Hillary Clinton sentada en primera fila, mirándome con desprecio". La actuación de Bush y de su alter ego abarcó desde sus limitaciones retóricas ("quiero extender mi agenda globalmente y por todo el mundo, al igual que internacionalmente") a la puntería del vicepresidente Dick Cheney ("hablando de sospechosos, ¿dónde está el gran cazador blanco"?). Hace un tiempo, Cheney hirió de bala a un abogado amigo suyo durante una jornada de caza. "Baleó al único amigo que tiene", dijo el otro Bush. El mandatario, según sus allegados, tiene muy buen humor. "Agradezco que nos hayan dado la oportunidad de reírnos esta noche", dijo. (Especial)
Hace un año, la primera dama acaparó los aplausos
WASHINGTON.- Los comentarios sobre lo que pasó en la cena de 2005 fueron inevitables a la hora de los postres. Aquella noche, Laura Bush acaparó todos los aplausos con los mejores chistes sobre su marido. La audiencia era prácticamente la misma: casi 3.000 personas, y entre ellas personalidades muy críticas respecto de la política exterior de George W. Bush.
Al inicio de su discurso, Bush se dirigió en esa oportunidad a un auditorio querepresentaba "a todo Washington". Laura, que estaba a su lado, lo interrumpió diciendo en voz baja: "No, ese viejo chiste otra vez, no..." A partir de ahí, y durante diez minutos, fue el regocijo del público.
"Miren, llevo años asistiendo a estas cenas sentadita y callada. Hoy, para variar, voy a decir algunas cosas". Luego ironizó sobre su marido, sobre su familia y hasta comparó a su suegra, Barbara, con Don Corleone, el protagonista de "El Padrino". Bromeó con casi todas las limitaciones de su esposo. "Yo era una bibliotecaria que pasaba doce horas diarias entre los libros, en un lugar que George no frecuentó nunca", dijo. Y parodiando el título de la serie de televisión "Amas de casa desesperadas", señaló. "Señoras y señores, yo soy un ama de casa desesperada. A estas horas (eran las diez de la noche), mi marido está habitualmente en la cama", y haciendo un guiño agregó: "Ya se lo vengo diciendo. Si quieres acabar con la tiranía del mundo, acuéstate más tarde". (Especial)