20 Abril 2006
La serenidad es lo último que se debe perder en circunstancias críticas. Es indudable que la desaparición y el asesinato de Paulina Lebbos se transformaron en una cuestión de Estado. La gravedad del hecho desbordó los límites de la esfera estrictamente policial y desnudó fallas en distintas políticas gubernamentales. El tiempo transcurrido desde el 26 de febrero generó ansiedades, cortocircuitos políticos y replanteos de ordenanzas y leyes. No obstante, el crimen no se aclaró. Alberto Lebbos -el padre de Paulina- machaca infatigablemente para que no haya impunidad. Al haber trascendido, además, las fronteras tucumanas y haber suscitado la atención de las fuerzas de seguridad federales, el caso Lebbos mantiene en tensión extrema a los miembros de los tres poderes del Estado. En ese clima de nerviosismo se sitúa la sorpresiva reunión nocturna del fiscal de la causa, Alejandro Noguera, con José Alperovich. Noguera fue a la casa del gobernador a pedir ayuda. La desesperación no es buena consejera porque induce a malas prácticas institucionales. Cruje la división de poderes.