19 Abril 2006
La política está golpeada hasta la médula por el caso Paulina Lebbos. El ex funcionario alperovichista Alberto Lebbos focalizó su descontento en el Gobierno y en la Legislatura, porque pasaron 52 días desde la desaparición de su hija. La búsqueda de la verdad se torna cada vez más dificultosa con el correr de las jornadas. Sin embargo, Lebbos redobla su apuesta y no se calla, incomodando por igual a funcionarios del Poder Ejecutivo y a legisladores. Con sus dichos y acciones recortó las expectativas de capitalización de la tragedia por algunos de esos actores. Antes bien, procuró hallar una salida del túnel con el pedido de auxilio al Ministerio del Interior. Puso el problema bajo la lupa de Aníbal Fernández y consiguió que se interesara en la cuestión -una abogada de la cartera acopió datos-. Tucumán se incorporó así a la poco envidiada lista de provincias que necesitan de expertos y de policías federales para aclarar un crimen. Es la admisión de la impotencia. La política reaccionó tarde. Se reordenó el régimen de taxis y de remises, y se promete limitar la vida nocturna. Pero para eso se pagó un duro precio.
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