20 Marzo 2006
COMO SE HACIA ANTAÑO. Gustavo Aguirre usa cal para curtir el cuero, en vez de los ácidos que se usan habitualmente. (LA GACETA /Franco Vera)
Un chambergo con el ala requintada; un chaleco de cuero negro y el marrón del adobe en las paredes constituyen el escenario básico. Y no sería raro ver en los alrededores un tobiano ensillado con apero junto al palenque y, en la puerta, un gaucho vestido con sus pilchas de domingo. Es que dentro de esta casa, en Santa María, Catamarca, las tradiciones más antiguas del país viven en las manos de Gustavo Aguirre. Este hombre curte el cuero como se hacía antes de que la industria absorbiera esta práctica criolla: con cal y agua. Y fue seleccionado por el Estado catamarqueño para recibir un subsidio y desarrollar el emprendimiento.
"El Orejanito" nació hace cuatro años, cuando un grupo de jóvenes que estaban desempleados decidió poner en práctica sus conocimientos para salir adelante en la vida. Con el paso del tiempo, la sociedad se fue desmembrando y solamente quedó Aguirre, a quien lo ayuda en el trabajo Armando Caliba.
"Hago el curtido con métodos orgánicos. Transformamos el cuero reemplazando los ácidos que se usan en la industria por la cal. Y la soda cáustica, por el agua. Desde el punto de vista ambiental, reducimos mucho la contaminación que genera este tipo de trabajos", aseguró.Las manos de Aguirre tienen los dedos gruesos y la piel dura. Es que no sólo se dedica a curtir el cuero, sino que él mismo confecciona las prendas que vende. Y parece que las lonjas fueran simples hilos cuando las manipula. "No tenemos una línea definida, pero nos inclinamos por la ropa. Y, en general, trabajamos por encargo", aseguró mientras le mostraba a LA GACETA una campera fabricada con cuero de conejo.
A pesar de que Aguirre sabe que las prendas con aires gauchescos y que todo aquello que se relacione con las tradiciones argentinas se convirtieron en productos de última moda después de la crisis de 2001, sostiene que su emprendimiento no sólo debe beneficiarlo a él, sino a todos aquellos que trabajan las tierras a la vieja usanza: con tesón y usando los medios que les provee la misma naturaleza.
"Yo les compro el cuero a los pequeños productores de la zona. Con El Orejanito mantengo a mi esposa, a mis cuatro hijos, a mis dos hermanos menores y a mi mamá. Y a mucha gente del campo le pasa lo mismo. Si tuviera más infraestructura quizás podría dedicarme a colocar mis productos en el mercado. Mientras tanto, trabajo por encargo", confesó.
El talabartero aseguró que aprendió el oficio en distintos cursos de capacitación que hizo en la escuela de artesanías de Catamarca. Y que luego, con la práctica, perfeccionó sus habilidades.
El emprendimiento de Aguirre fue seleccionado por el Gobierno catamarqueño para recibir un subsidio del Fondo Provincial de Turismo junto con otros proyectos gestados en Santa María, según explicó el director de Turismo de ese municipio, Oscar Tale.
El funcionario comentó que se otorgan ayudas económicas que van desde los $ 1.000 hasta los $ 50.000, y que se entregan a emprendedores cuyo proyecto es considerado viable, y con relevancia turística y cultural. Les cobran unos intereses del 3 % anual con gracia de seis meses a un año.
"El Orejanito" nació hace cuatro años, cuando un grupo de jóvenes que estaban desempleados decidió poner en práctica sus conocimientos para salir adelante en la vida. Con el paso del tiempo, la sociedad se fue desmembrando y solamente quedó Aguirre, a quien lo ayuda en el trabajo Armando Caliba.
"Hago el curtido con métodos orgánicos. Transformamos el cuero reemplazando los ácidos que se usan en la industria por la cal. Y la soda cáustica, por el agua. Desde el punto de vista ambiental, reducimos mucho la contaminación que genera este tipo de trabajos", aseguró.Las manos de Aguirre tienen los dedos gruesos y la piel dura. Es que no sólo se dedica a curtir el cuero, sino que él mismo confecciona las prendas que vende. Y parece que las lonjas fueran simples hilos cuando las manipula. "No tenemos una línea definida, pero nos inclinamos por la ropa. Y, en general, trabajamos por encargo", aseguró mientras le mostraba a LA GACETA una campera fabricada con cuero de conejo.
A pesar de que Aguirre sabe que las prendas con aires gauchescos y que todo aquello que se relacione con las tradiciones argentinas se convirtieron en productos de última moda después de la crisis de 2001, sostiene que su emprendimiento no sólo debe beneficiarlo a él, sino a todos aquellos que trabajan las tierras a la vieja usanza: con tesón y usando los medios que les provee la misma naturaleza.
"Yo les compro el cuero a los pequeños productores de la zona. Con El Orejanito mantengo a mi esposa, a mis cuatro hijos, a mis dos hermanos menores y a mi mamá. Y a mucha gente del campo le pasa lo mismo. Si tuviera más infraestructura quizás podría dedicarme a colocar mis productos en el mercado. Mientras tanto, trabajo por encargo", confesó.
El talabartero aseguró que aprendió el oficio en distintos cursos de capacitación que hizo en la escuela de artesanías de Catamarca. Y que luego, con la práctica, perfeccionó sus habilidades.
El emprendimiento de Aguirre fue seleccionado por el Gobierno catamarqueño para recibir un subsidio del Fondo Provincial de Turismo junto con otros proyectos gestados en Santa María, según explicó el director de Turismo de ese municipio, Oscar Tale.
El funcionario comentó que se otorgan ayudas económicas que van desde los $ 1.000 hasta los $ 50.000, y que se entregan a emprendedores cuyo proyecto es considerado viable, y con relevancia turística y cultural. Les cobran unos intereses del 3 % anual con gracia de seis meses a un año.