06 Marzo 2006
La fábrica de Santore genera puestos de trabajo.
¿Cómo se puede imaginar un turista santiagueño que el mate que compró en la costa, con la inscripción “Recuerdo de Mar del Plata”, fue hecho en Termas del Río Hondo? Tras 30 años de arduo trabajo, el termeño Néstor Santore, de 51 años, convirtió su artesanía en una industria. De su precario taller salen 1.000 mates por día, que son vendidos en Tucumán, Salta, Córdoba, Ushuaia y Mar del Plata.
Hay para todos los gustos: de caña de bambú, de asta de vaca, de calabaza y de madera de algarrobo. El fabricante sostiene que cada material le da un particular sabor a la infusión. “El de caña es el más requerido por los turistas de todo el país, debido a que es uno de los más típicos y económicos. El año pasado logré exportar 20.000 unidades a España”, comentó Santore.
En el taller, que funciona en el fondo de la casa del propietario, trabajan cerca de 20 personas. Las máquinas de corte y pulido fueron diseñadas y armadas por él. “Yo empecé haciendo todo tipo de artesanías, entre ellas el mate, hasta que me di cuenta de que debía dedicarme sólo a este producto debido a la gran demanda. Con mucha paciencia y esfuerzo instalé la fábrica; lamentablemente el gobierno de las Termas no apoya estas iniciativas, pese a que generan importantes fuentes de trabajo”, comentó el fabricante.
Las astas y las cañas las obtiene en Tucumán; las calabazas, en Chaco y la madera es de Santiago del Estero. Se consiguen mates desde $2.
Manos a la obra
LA GACETA presenció el armado de un mate de asta, uno de los más complicados de fabricar. Santore tomó un cuerno, lo lavó y lo desinfectó cuidadosamente con cloro. Luego lo cortó de acuerdo con el tamaño que tendría el recipiente y lo puso a hervir hasta que el duro material se ablandó. “Ahora tapamos a presión, con un taco de madera, la boca más ancha del asta... Cuando el cuerno se enfría se contrae, y aprieta tanto la madera que es imposible que exista filtración de líquido”, explicaba Santore mientras realizaba el proceso. Luego pulió cuatro veces el mate hasta que alcanzó un oscuro brillo en el que se reflejó su rostro. “Lo vamos a hacer más lindo”, dijo. Tomó una barilla de cobre y la envolvió alrededor del mate; le aplicó remaches, le formó una “oreja” y en cuestión de segundos lo transformó en un “mate jarrita”, listo para usar.
Hay para todos los gustos: de caña de bambú, de asta de vaca, de calabaza y de madera de algarrobo. El fabricante sostiene que cada material le da un particular sabor a la infusión. “El de caña es el más requerido por los turistas de todo el país, debido a que es uno de los más típicos y económicos. El año pasado logré exportar 20.000 unidades a España”, comentó Santore.
En el taller, que funciona en el fondo de la casa del propietario, trabajan cerca de 20 personas. Las máquinas de corte y pulido fueron diseñadas y armadas por él. “Yo empecé haciendo todo tipo de artesanías, entre ellas el mate, hasta que me di cuenta de que debía dedicarme sólo a este producto debido a la gran demanda. Con mucha paciencia y esfuerzo instalé la fábrica; lamentablemente el gobierno de las Termas no apoya estas iniciativas, pese a que generan importantes fuentes de trabajo”, comentó el fabricante.
Las astas y las cañas las obtiene en Tucumán; las calabazas, en Chaco y la madera es de Santiago del Estero. Se consiguen mates desde $2.
Manos a la obra
LA GACETA presenció el armado de un mate de asta, uno de los más complicados de fabricar. Santore tomó un cuerno, lo lavó y lo desinfectó cuidadosamente con cloro. Luego lo cortó de acuerdo con el tamaño que tendría el recipiente y lo puso a hervir hasta que el duro material se ablandó. “Ahora tapamos a presión, con un taco de madera, la boca más ancha del asta... Cuando el cuerno se enfría se contrae, y aprieta tanto la madera que es imposible que exista filtración de líquido”, explicaba Santore mientras realizaba el proceso. Luego pulió cuatro veces el mate hasta que alcanzó un oscuro brillo en el que se reflejó su rostro. “Lo vamos a hacer más lindo”, dijo. Tomó una barilla de cobre y la envolvió alrededor del mate; le aplicó remaches, le formó una “oreja” y en cuestión de segundos lo transformó en un “mate jarrita”, listo para usar.