Bartolomé Mitre, un argentino de excepción

Bartolomé Mitre, un argentino de excepción

Hace cien años murió una extraordinaria figura de la Argentina del siglo XIX. Soldado, político y presidente de la República...

05 Febrero 2006
Se ha cumplido un siglo de la muerte de Bartolomé Mitre. Es justo que todo el país haya recordado, con tal motivo, a esta impar figura de la historia argentina. Decir que presidió la Nación, que mandó su ejército en una guerra internacional y que ejerció decisiva influencia sobre la vida política del país durante medio siglo, ya sería suficiente para definir su envergadura de prócer. Pero sucede que a ella hay que agregar la formidable tarea de intelectual, de estudioso, de investigador y de periodista que desarrolló simultáneamente, desde su juventud y hasta el final de su existencia. Se dibuja así una personalidad realmente única e irrepetible.

En Uruguay y Bolivia
Nació en Buenos Aires el 26 de junio de 1821, hijo de Ambrosio Mitre y de Josefa Martínez. Sus padres emigraron a Montevideo, por lo que la adolescencia y la juventud de Mitre transcurrieron en la ciudad sitiada. Soldado desde temprana edad, alternó esa vida con la literaria, como activo colaborador en la prensa de los proscriptos. Una insaciable curiosidad intelectual lo movió además, desde entonces, a iniciar la reunión de material para los trabajos históricos y biográficos que encararía después.
Tenía grado de alférez en 1839, cuando actuó en la batalla de Cagancha, y en 1846 ascendió a teniente coronel. Pidió la baja luego de la revolución de Rivera, y salió de Montevideo para incorporarse al ejército de José María Paz, pero no pudo hacerlo por la disolución de esa fuerza. Pasó entonces a Chile y luego a Bolivia. En este último país sirvió en el ejército y escribió en el diario “La Epoca”, que dirigía Wenceslao Paunero. De esa época es su novela “Soledad”.
 A las órdenes del presidente José Ballivián, estuvo en las acciones de La Lava y Vitiche, pero debió dejar Bolivia al subir al poder Manuel Isidoro Belzu. Estuvo primero en el Perú y luego en Chile, donde se dedicó intensamente al periodismo. Escribía en “El Comercio” (cuya propiedad luego adquirió) y  en “El Progreso”, junto con Domingo Faustino Sarmiento y con Juan Bautista Alberdi, a la vez que desarrollaba sus aficiones de bibliófilo y de recopilador de antiguos manuscritos americanos.

Caseros y después
Al enterarse del pronunciamiento de Justo José de Urquiza contra Rosas, se dirigió a Montevideo, y en 1851 se incorporó al “Ejército Grande” que mandaba el jefe entrerriano. Estuvo en el combate de Tonelero y, con las tropas, cruzó el Paraná por el Diamante. En la batalla de Caseros, que canceló el largo mando de Juan Manuel de Rosas, peleó al frente de una división de artillería, y Urquiza lo ascendió a coronel.  Dos semanas más tarde, Mitre entraba en su ciudad natal de Buenos Aires, que había dejado hacía tanto tiempo.
Fundó el diario ¨Los Debates”, y pronto entró en franco disenso con el vencedor de Caseros. Así, sería uno de los líderes de la separación de Buenos Aires del resto de la  Confederación Argentina. Fue ministro del gobernador Valentín Alsina y actuó en primera línea en la defensa de la ciudad, cuando esta fue sitiada por Lagos, en 1853. Durante los combates, recibió una grave herida en la frente, de la que conservaría toda su vida una cicatriz.

La “Historia de Belgrano”

A lo largo de la extensa etapa del país dividido, Mitre desarrolló una intensa tarea intelectual. Fue redactor de “El Nacional”,  publicó el poemario “Rimas”, y en la obra colectiva “Galería de celebridades argentinas” (1857) , entregó la primera versión de la que sería su magna obra, publicada por primera vez en 1858-59, la “Historia de Belgrano y la Independencia Argentina”. La ampliaría en 1876-77, y tendrá su forma definitiva en la edición de 1887. Fue el primer historiador argentino de talla que trabajó sobre documentos, y proclamó su ideario de investigador en una sonada polémica con Vicente Fidel López.
Junto a esta actividad, desempeñó altas funciones en el Estado de Buenos Aires. Fue diputado, ministro de Guerra y Marina y de Relaciones Exteriores, mandó una campaña contra las tolderías de Catriel y Calfucurá y, al iniciarse la guerra contra la Confederación, condujo el ejército de operaciones, derrotado en la batalla de Cepeda (1859). Luego del Pacto de San José de Flores, la renuncia de Alsina lo llevó al cargo de gobernador de Buenos Aires, en 1860. Al año siguiente, se enfrentó por última vez con las fuerzas confederadas, en Pavón. Tras un resultado indeciso,  Urquiza se retiró del campo de batalla y, luego de una serie de tramitaciones, terminó acordando con Mitre la disolución de la Confederación y la reorganización del país bajo la égida de Buenos Aires. Así, Mitre asumió la conducción provisional de la República, y en 1862 fue elegido presidente.

Presidente de la Nación
Bajo su período, tomó forma el Estado Nacional: reorganizó toda la administración, creó la Corte Suprema de Justicia, puso en vigencia el Código de Comercio, fundó los primeros Colegios Nacionales (entre ellos, el de Tucumán), tendió líneas de ferrocarril, abrió caminos, y aplastó las últimas insurrecciones de los caudillos. Además, afrontó la Guerra del Paraguay, asumiendo el comando en jefe de las fuerzas victoriosas de la Triple Alianza.
En 1868 terminó su mandato y se concentró en las tareas intelectuales. Ellas incluían tanto la historia patria como la numismática, el estudio de las lenguas indígenas y hasta la traducción de clásicos, terreno en el cual se destaca su versión de “La divina comedia”. Nunca había abandonado las faenas de la prensa, y en 1870 fundó el diario “La Nación”, que sustituia al denominado “La Nación Argentina”. Su “tribuna de doctrina”, como lo llamó,  llegaría a ser una de las grandes expresiones del periodismo hispoanoamericano.
Pronto volvió a la acción pública. Fue ministro argentino en Brasil y en Paraguay y, en 1874, candidato a presidente de la República. Vencido en los comicios por Nicolás Avellaneda, encabezó una revolución en la que terminó militarmente derrotado y puesto en prisión por un tiempo. Años después, en la revuelta porteña de 1880, tuvo participación saliente en las tratativas de paz del derrotado gobernante Carlos Tejedor con el presidente Avellaneda. En 1883, se le otorgó el grado militar máximo, de teniente general. Convertido ya en una verdadera celebridad, viajó a Chile, con ánimo de documentarse sobre su segunda gran obra historiográfica, la “Historia de San Martín y la emancipación sudamericana”, que redactó entre 1887 y 1890.

Los últimos años

Al fundarse la Unión Cívica en 1889, su nombre volvió a las lides políticas, unido al de Leandro Alem. Pero su acuerdo con Julio Argentino Roca, en 1891, hizo que la Unión se escindiera en “cívicos” y “radicales”. No aceptó la candidatura presidencial. Fue senador nacional y presidente del Senado. Reelecto en 1901, dimitió al año siguiente. Permaneció desde entonces retirado en su casa de la calle San Martín -hoy Museo Mitre-  consultando su magnífica biblioteca americana y su archivo de valiosos manuscritos. Allí murió, el 19 de enero de 1906, hace un siglo.
Para la estatua de Mitre, Paul Groussac acuñó la frase “Hizo historia antes de escribirla”. Ricardo Rojas afirmó que la gloria de Mitre “es una de esas glorias que, por altas y complejas, no caben sino en un libro, o en una palabra. Una existencia tan larga y difundida rompe el molde de las biografías personales, porque pertenece a la historia pública”. Y por eso mismo, su paso al otro mundo, en 1906, constituyó una verdadera apoteosis. “Consagrado por el amor de su pueblo, su muerte fue la muerte de un  patriarca”.

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