13 Enero 2006
Los tucumanos son buenos anfitriones
Una cronista de LA GACETA recorrió la ciudad como si fuera una turista y recibió un excelente trato. Preguntó direcciones y pidió consejo a policías, a taxistas, a peatones y a vendedores callejeros. Todos ellos respondieron con amabilidad y con paciencia. "Sapo de otro pozo".
¿DONDE QUEDA...? En la calle, la periodista hizo todo tipo de preguntas a los transeúntes. LA GACETA / FRANCO VERA
De los colectivos descienden turistas con los temores y las expectativas que genera llegar a un lugar desconocido. Conocer una ciudad nueva puede causar miedo, desconfianza y la sensación de sentirse “sapo de otro pozo”.
Vestida de turista, cargando mochila, de anteojos oscuros, pañuelo en la cabeza y mapa en la mano, una cronista de LA GACETA salió a recorrer las calles, para descubrir qué tan buen anfitrión puede ser el tucumano.
Según datos del Ente Tucumán Turismo, este año la afluencia de visitantes superó la de temporadas anteriores. Como la mayoría de los visitantes consultados aseguró que los tucumanos fueron muy agradables, LA GACETA quiso sentirlo “en carne propia”.
Mapa en mano
Ante al mostrador del Ente Tucumán Turismo, la ansiedad y la intriga de la turista se aliviaron. Una empleada muy amable describió las maravillas tucumanas y entusiasmó a la visitante. “Quiero conocer los Valles ¿qué me proponés?”, preguntó. La empleada del Ente desplegó mapas para aconsejarla sobre los lugares que vale la pena visitar.
En la plaza Independencia, la “turista” pidió ayuda a dos policías. “Necesito ir a la calle Córdoba, pero, si no me ubicás con el mapa, me pierdo ¿me ayudás?”. Gentilmente, uno de ellos respondió: “es más fácil sin mapa porque está a dos cuadras. Pero, para que no te pierdas, te explico”.
Al menos ocho peatones que caminaban apurados también se detuvieron para ayudar a la turista. “Quiero conocer la Casa de Gobierno y me dieron esta dirección, ¿sabés dónde es?”. La gente, respetuosamente, respondía con indicaciones. “Ahí, enfrente. Lo que pasa es que por la noche está iluminada y llama más la atención”, acotó una señora.
Ya en un taxi, y demostrando la máxima desorientación posible, como para que cualquier pícaro aprovechara la situación para dar un paseo extra, a la supuesta turista le causó asombro la honestidad de los conductores de dos móviles, que se dirigieron al destino solicitado sin recorrer ni una cuadra de más. Mientras tanto, hacían una corta reseña de cada sitio por donde pasaban.
Un varita, desde su garita soportó los bocinazos para responder una pregunta, y hasta hubo vendedores ambulantes que, pese a que no se trataba de una venta, dejaron por un momento sus puestos para dar una indicación.
La buena atención se repitió en cada uno de los hostels y hoteles a los que LA GACETA consultó, y donde las inquietudes fueron respondidas gentilmente.
Reflejo de la gente
LA GACETA comprobó que, aunque el visitante advierte que llega a una provincia que no es un gran centro turístico, Tucumán se refleja en su gente, en taxistas que pueden transformarse en guías; en peatones capaces de hacer una pausa para contestar una pregunta; en policías que pueden señalar en el mapa cada sitio al que el visitante quiere llegar.
Vestida de turista, cargando mochila, de anteojos oscuros, pañuelo en la cabeza y mapa en la mano, una cronista de LA GACETA salió a recorrer las calles, para descubrir qué tan buen anfitrión puede ser el tucumano.
Según datos del Ente Tucumán Turismo, este año la afluencia de visitantes superó la de temporadas anteriores. Como la mayoría de los visitantes consultados aseguró que los tucumanos fueron muy agradables, LA GACETA quiso sentirlo “en carne propia”.
Mapa en mano
Ante al mostrador del Ente Tucumán Turismo, la ansiedad y la intriga de la turista se aliviaron. Una empleada muy amable describió las maravillas tucumanas y entusiasmó a la visitante. “Quiero conocer los Valles ¿qué me proponés?”, preguntó. La empleada del Ente desplegó mapas para aconsejarla sobre los lugares que vale la pena visitar.
En la plaza Independencia, la “turista” pidió ayuda a dos policías. “Necesito ir a la calle Córdoba, pero, si no me ubicás con el mapa, me pierdo ¿me ayudás?”. Gentilmente, uno de ellos respondió: “es más fácil sin mapa porque está a dos cuadras. Pero, para que no te pierdas, te explico”.
Al menos ocho peatones que caminaban apurados también se detuvieron para ayudar a la turista. “Quiero conocer la Casa de Gobierno y me dieron esta dirección, ¿sabés dónde es?”. La gente, respetuosamente, respondía con indicaciones. “Ahí, enfrente. Lo que pasa es que por la noche está iluminada y llama más la atención”, acotó una señora.
Ya en un taxi, y demostrando la máxima desorientación posible, como para que cualquier pícaro aprovechara la situación para dar un paseo extra, a la supuesta turista le causó asombro la honestidad de los conductores de dos móviles, que se dirigieron al destino solicitado sin recorrer ni una cuadra de más. Mientras tanto, hacían una corta reseña de cada sitio por donde pasaban.
Un varita, desde su garita soportó los bocinazos para responder una pregunta, y hasta hubo vendedores ambulantes que, pese a que no se trataba de una venta, dejaron por un momento sus puestos para dar una indicación.
La buena atención se repitió en cada uno de los hostels y hoteles a los que LA GACETA consultó, y donde las inquietudes fueron respondidas gentilmente.
Reflejo de la gente
LA GACETA comprobó que, aunque el visitante advierte que llega a una provincia que no es un gran centro turístico, Tucumán se refleja en su gente, en taxistas que pueden transformarse en guías; en peatones capaces de hacer una pausa para contestar una pregunta; en policías que pueden señalar en el mapa cada sitio al que el visitante quiere llegar.