10 Enero 2006
“Probé el cigarrillo a los 14 años. Estaba en una fiesta y quería conocer el gusto. Cuando tengo plata, fumo una caja por día. Sino, compro un par de sueltos. Sé que hace mal y todo eso, pero es placentero. De noche, por ejemplo, si uno está tomando es esencial un cigarrillo”. (Sergio González).
En Tucumán, seis de cada diez adolescentes encendieron, alguna vez en su vida, un cigarrillo. Y el 30 % de los que lo hicieron no pudieron escapar de la nicotina: se convirtieron en fumadores. Así lo revela una encuesta realizada por el Ministerio de Salud de la Nación.
Otro estudio, llevado a cabo por médicos del hospital Centro de Salud, del Siprosa y de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria indica que los chicos de esta tierra debutan con el tabaco a partir de los 10 y 12 años. La investigación, que estuvo a cargo de los doctores Héctor Altieri y Ana María Stok, indica además que los precoces fumadores conviven con algún miembro de la familia que sufre tabaquismo. De hecho, los médicos llegaron a la conclusión de que un adolescente de un hogar con humo tiene mayor probabilidad de ser adicto que el de una casa libre de olor a tabaco.
“Cada vez más, aumenta la cantidad de gente joven que se vuelve adicta. A diario observo que llegan niños y adolescentes a consulta con enfermedades pulmonares obstructivas, con bronquitis y con asmas”, revela el neumonólogo Jorge Avila, del servicio Respiratorio del hospital Padilla.
Los chicos echan humo, sobre todo, en espacios públicos y en boliches. Al menos esos datos arroja el sondeo realizado por LA GACETA en mayo pasado, entre 30 adolescentes que cursan el tercer año del Polimodal. Incluso, la mayoría de los jóvenes que se llevó un pucho a la boca está convencida de que el cigarrillo la hace sentirse más cómoda en fiestas y en reuniones. La casa y la escuela también son utilizadas como fumaderos, aunque a escondidas.
¿Quién tiene la culpa?
O porque querían probar. O porque los desvelaba la curiosidad. O porque sus amigos fumaban. Esas son las causas que, según los jóvenes, los seducen del tabaco. Incluso, aseguran que no encendieron un pucho incitados por los avisos de la publicidad, sino por amigos. Aunque reconocen que, en el momento de comprar, prefieren las marcas más anunciadas.
El sondeo demuestra que los estudiantes tienen alto grado de conocimiento del impacto del tabaquismo. Absolutamente todos, mencionaron al menos tres enfermedades derivadas del consumo. Sin embargo, indicaron que no les interesa abandonar el cigarrillo porque lo consideran placentero y relajante. En cuanto a los que fuman con regularidad, consumen diez por día.
El 80 % de los fumadores entrevistados pensó alguna vez en abandonar el hábito, pero no le preocupa demasiado. Un porcentaje menor admitió que lo intentó. Pero no pudo lograrlo.
“Empecé a fumar a los 15 años. Estaba en la casa de una amiga y ella me hizo probar. Durante los días de semana fumamos en el recreo, compramos una caja entre todas. Los viernes y sábado, en cambio, cada una tiene su paquete y lo termina en una noche. Fumamos en los boliches”. (Belén Frías).
En Tucumán, seis de cada diez adolescentes encendieron, alguna vez en su vida, un cigarrillo. Y el 30 % de los que lo hicieron no pudieron escapar de la nicotina: se convirtieron en fumadores. Así lo revela una encuesta realizada por el Ministerio de Salud de la Nación.
Otro estudio, llevado a cabo por médicos del hospital Centro de Salud, del Siprosa y de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria indica que los chicos de esta tierra debutan con el tabaco a partir de los 10 y 12 años. La investigación, que estuvo a cargo de los doctores Héctor Altieri y Ana María Stok, indica además que los precoces fumadores conviven con algún miembro de la familia que sufre tabaquismo. De hecho, los médicos llegaron a la conclusión de que un adolescente de un hogar con humo tiene mayor probabilidad de ser adicto que el de una casa libre de olor a tabaco.
“Cada vez más, aumenta la cantidad de gente joven que se vuelve adicta. A diario observo que llegan niños y adolescentes a consulta con enfermedades pulmonares obstructivas, con bronquitis y con asmas”, revela el neumonólogo Jorge Avila, del servicio Respiratorio del hospital Padilla.
Los chicos echan humo, sobre todo, en espacios públicos y en boliches. Al menos esos datos arroja el sondeo realizado por LA GACETA en mayo pasado, entre 30 adolescentes que cursan el tercer año del Polimodal. Incluso, la mayoría de los jóvenes que se llevó un pucho a la boca está convencida de que el cigarrillo la hace sentirse más cómoda en fiestas y en reuniones. La casa y la escuela también son utilizadas como fumaderos, aunque a escondidas.
¿Quién tiene la culpa?
O porque querían probar. O porque los desvelaba la curiosidad. O porque sus amigos fumaban. Esas son las causas que, según los jóvenes, los seducen del tabaco. Incluso, aseguran que no encendieron un pucho incitados por los avisos de la publicidad, sino por amigos. Aunque reconocen que, en el momento de comprar, prefieren las marcas más anunciadas.
El sondeo demuestra que los estudiantes tienen alto grado de conocimiento del impacto del tabaquismo. Absolutamente todos, mencionaron al menos tres enfermedades derivadas del consumo. Sin embargo, indicaron que no les interesa abandonar el cigarrillo porque lo consideran placentero y relajante. En cuanto a los que fuman con regularidad, consumen diez por día.
El 80 % de los fumadores entrevistados pensó alguna vez en abandonar el hábito, pero no le preocupa demasiado. Un porcentaje menor admitió que lo intentó. Pero no pudo lograrlo.
“Empecé a fumar a los 15 años. Estaba en la casa de una amiga y ella me hizo probar. Durante los días de semana fumamos en el recreo, compramos una caja entre todas. Los viernes y sábado, en cambio, cada una tiene su paquete y lo termina en una noche. Fumamos en los boliches”. (Belén Frías).
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