Evo Morales tiene ante sí dos caminos, figuradamente: uno puede ser el de Lula, el otro puede ser el de Pol Pot (guerrillero comunista camboyano). El primero representa a convertirse en una izquierda democrática, que viabilice a nuestro país, pobre, quebrado; que tranquilice a los mercados y a los inversores; es decir que cumpla un rol integrador en la comunidad de naciones. El segundo el de la confrontación fratricida con la posible desintegración del país, aislándolo del concierto internacional. En una especie de fascismo indigenista que tiene en una fracción del MAS a su máximo exponente.
Existen cuestiones fundamentales para nuestra democracia sobre las que Morales dio señales contradictorias. El tema de los hidrocarburos, de suma trascendencia para nuestra región de Tarija, que concentra el 90% de las reservas nacionales de gas y de petróleo. También es importante para la comunidad internacional, y para la Argentina, en especial, que Bolivia se convierta en un corazón integrador energético del continente y abastezca a sus vecinos.
En este aspecto, Morales plantea un doble discurso. Cuando habla con Lula sobre Petrobras, o con Zapatero por Repsol, exhibe un discurso moderado, que promete respetar la seguridad jurídica y la estabilidad. El presidente electo dice que la nacionalización no implicará expropiación, sino que se cambiarán los contratos. De un contrato de riesgo compartido, se pasaría a un contrato de servicios o de producción compartida, cuyo modelo no lo conoce todavía nadie. A sus bases, Morales les promete confiscación y expulsión de las transnacionales; es decir que se maneja con un doble discurso. El tema de la despenalización de las hojas de coca. Ese fue un tema muy fuerte en su campaña, porque Morales es el máximo dirigente cocalero. Como toda la producción de coca del Chapare tiene como destino la producción de cocaína y el narcotráfico, al prometer Morales la despenalización de las hojas de coca se enfrentará con el grave dilema de permitir su libre producción. Es de esperar que en cinco años de gobierno, Morales dejará que quintuplique la superficie de producción de coca, con una expansión del narcotráfico muy complicada para Bolivia. Esto puede convertir al país en una especie de paria en la comunidad internacional.
El tercer elemento es el tema de tierras, que resulta muy complejo. El occidente boliviano llevó a cabo el proceso de minifundización de la tierra al extremo, que se denomina "surcofundio" por el reducido tamaño de los terrenos. En el oriente se dio otro tipo de desarrollo del agro, con una agroindustria capitalista floreciente. Aunque también grandes extensiones de tierra dieron lugar a especulaciones. Hay una demanda de campesinos e indígenas del occidente que desean las tierras del oriente. En esta región se miran estas acciones como una suerte de invasión, como un avasallamiento a la propiedad privada. Y como Morales siempre apoyó estos movimientos hay dudas sobre la decisión que adoptará desde la presidencia.