02 Diciembre 2005
Se sabe que la gente del espectáculo -aun aquellos que sostienen no haber caído nunca en las supersticiones- apela a distintas cábalas para ahuyentar la mala suerte y, en lo posible, atraer "buenas ondas" que favorezcan la tarea que están desarrollando. Y así como existen personajes sobre los que pesa la tremenda fama de "mufas" -los que atraen las desgracias-, hay unos pocos a los que se les atribuye el don de lograr exactamente el efecto contrario. De estos últimos privilegiados, quizá el más conocido en el ambiente artístico argentino sea Osvaldo Pugliese, cuyo nombre hay que repetir tres veces para lograr el benéfico conjuro.
Aseguran artistas de toda índole que mencionar al maestro es un método infalible para neutralizar todo tipo de efluvios malignos. Se cuentan anécdotas de inminentes aguaceros disipados en minutos sobre un estadio al aire libre colmado por una multitudinaria audiencia, o imprevistas concurrencias masivas ante la sola invocación del nombre del genial músico. Y la intensidad de las buenas ondas sería tan grande que alcanzaron a Lidia, la viuda de Pugliese, a la que los artistas tratan con gran cariño porque sostienen que por su intermedio se sigue desparramando la bonanza que emana de la figura de su extinto marido.
Aseguran artistas de toda índole que mencionar al maestro es un método infalible para neutralizar todo tipo de efluvios malignos. Se cuentan anécdotas de inminentes aguaceros disipados en minutos sobre un estadio al aire libre colmado por una multitudinaria audiencia, o imprevistas concurrencias masivas ante la sola invocación del nombre del genial músico. Y la intensidad de las buenas ondas sería tan grande que alcanzaron a Lidia, la viuda de Pugliese, a la que los artistas tratan con gran cariño porque sostienen que por su intermedio se sigue desparramando la bonanza que emana de la figura de su extinto marido.
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