12 Octubre 2005
Buenos Aires.- El genocidio más grande de la historia, la conquista y colonización de América, cumple hoy 513 años de su acto inicial, cuando Cristóbal Colón pisó por primera vez una tierra que lejos de pertenecer a un "nuevo" mundo, era habitada por distintas culturas desde hacía miles de años.
Los pueblos con organizaciones socio-políticas más complejas comenzaron a desarrollarse desde dos mil años antes de Cristo, y a la llegada de los españoles no había una, dos o tres culturas como suele enseñarse y difundirse, había infinidad de culturas a lo largo de todo el territorrio americano.
No obstante, normalmente se conoce y se nombran sólo a aquellos pueblos que entraron en contacto con el español, los que además tenían una organización expansionista.
La multiplicidad de situaciones y la heterogeneidad cultural es una característica de este largo período americano conocido y reducido al término de "precolonial" dejando en una nebulosa la riqueza cultural del continente. Sobre esa riqueza accionaron los europeos a partir de 1492.
Con la llegada de los conquistadores se inició un exterminio que arrasó con 90 millones de pobladores de la región y quebró el desarrollo cultural de este lado del Atlántico.
Un mundo que fue invadido por el apetito imperial y la soberbia eurocentrista, y sumió en la desolación la cosmovisión milenaria de la vida americana.
Definido primero como "Descubrimiento de América", luego como "Día de la Raza", más tarde como Encuentro de Culturas, la llegada de los pensinsulares fue, para los pueblos originarios y para la historia universal, una conquista, una invasión, una masacre.
El poder en América comenzó a recorrer el camino de la aculturación, de la evangelización, la colonización, la destrucción de las economías autóctonas, y todo pasó a ser dominio de los invasores, tanto las riquezas naturales cuanto los hombres.
Siglos después se abrieron los procesos de independencia con luchas que recorrieron el continente y que fueron lideradas por los criollos, quienes expulsaron a los españoles.
Más tarde, los criollos edificaron los Estados Nacionales pero dejaron afuera a los pueblos originarios, invadieron sus tierras y los persiguieron. Se imponía una concepción racista al interior de los poderes locales.
No obstante, en las márgenes de esta historia y en medio de la destrucción, de la atomización y del dolor más profundo, hubo permanentes luchas de resistencia.
Y continuaron circulando los valores de las viejas culturas, que se fueron transmitiendo de abuelos a nietos en la más absoluta intimidad y clandestinidad.
"Ser" fue la aspiración que las distintas culturas originarias buscaron en forma subterránea.
Hoy mantienen vivo su origen y su cultura entre 50 y 60 millones de habitantes de Latinoamérica, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Bolivia, Perú, Guatemala y Ecuador son los países donde la población es mayoritariamente indígena, luego sigue México y Honduras y el conjunto del subcontinente, donde el mestizaje testimonia las huellas originarias.
No obstante, las cifras sobre población indígena son difíciles de precisar por la misma discriminación y negación que sufren los pueblos originarios.
Nada que celebrar
Distintos historiadores coinciden en que el 12 de octubre no hay nada que celebrar, que no se puede celebrar la conquista y destrucción de pueblos.
Coinciden en que el festejo como "acto civilizatorio" -que es la idea que rigió para justificar su conmemoración- niega el valor de la vida humana, desconoce a los pueblos originarios y a los avances en las investigaciones de las ciencias sociales, que revelan "la otra historia".
Los pueblos originarios contemporáneos fueron los primeros en oponerse al festejo del 12 de octubre y organizaron un contrafestejo el día anterior como el último momento de libertad.
Como parte del contrafestejo, los reclamos por sus derechos vienen de lejos, la tierra, los recursos naturales, la identidad, la lengua, y abarcan todo el territorio latinoamericano. (Télam)
Los pueblos con organizaciones socio-políticas más complejas comenzaron a desarrollarse desde dos mil años antes de Cristo, y a la llegada de los españoles no había una, dos o tres culturas como suele enseñarse y difundirse, había infinidad de culturas a lo largo de todo el territorrio americano.
No obstante, normalmente se conoce y se nombran sólo a aquellos pueblos que entraron en contacto con el español, los que además tenían una organización expansionista.
La multiplicidad de situaciones y la heterogeneidad cultural es una característica de este largo período americano conocido y reducido al término de "precolonial" dejando en una nebulosa la riqueza cultural del continente. Sobre esa riqueza accionaron los europeos a partir de 1492.
Con la llegada de los conquistadores se inició un exterminio que arrasó con 90 millones de pobladores de la región y quebró el desarrollo cultural de este lado del Atlántico.
Un mundo que fue invadido por el apetito imperial y la soberbia eurocentrista, y sumió en la desolación la cosmovisión milenaria de la vida americana.
Definido primero como "Descubrimiento de América", luego como "Día de la Raza", más tarde como Encuentro de Culturas, la llegada de los pensinsulares fue, para los pueblos originarios y para la historia universal, una conquista, una invasión, una masacre.
El poder en América comenzó a recorrer el camino de la aculturación, de la evangelización, la colonización, la destrucción de las economías autóctonas, y todo pasó a ser dominio de los invasores, tanto las riquezas naturales cuanto los hombres.
Siglos después se abrieron los procesos de independencia con luchas que recorrieron el continente y que fueron lideradas por los criollos, quienes expulsaron a los españoles.
Más tarde, los criollos edificaron los Estados Nacionales pero dejaron afuera a los pueblos originarios, invadieron sus tierras y los persiguieron. Se imponía una concepción racista al interior de los poderes locales.
No obstante, en las márgenes de esta historia y en medio de la destrucción, de la atomización y del dolor más profundo, hubo permanentes luchas de resistencia.
Y continuaron circulando los valores de las viejas culturas, que se fueron transmitiendo de abuelos a nietos en la más absoluta intimidad y clandestinidad.
"Ser" fue la aspiración que las distintas culturas originarias buscaron en forma subterránea.
Hoy mantienen vivo su origen y su cultura entre 50 y 60 millones de habitantes de Latinoamérica, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Bolivia, Perú, Guatemala y Ecuador son los países donde la población es mayoritariamente indígena, luego sigue México y Honduras y el conjunto del subcontinente, donde el mestizaje testimonia las huellas originarias.
No obstante, las cifras sobre población indígena son difíciles de precisar por la misma discriminación y negación que sufren los pueblos originarios.
Nada que celebrar
Distintos historiadores coinciden en que el 12 de octubre no hay nada que celebrar, que no se puede celebrar la conquista y destrucción de pueblos.
Coinciden en que el festejo como "acto civilizatorio" -que es la idea que rigió para justificar su conmemoración- niega el valor de la vida humana, desconoce a los pueblos originarios y a los avances en las investigaciones de las ciencias sociales, que revelan "la otra historia".
Los pueblos originarios contemporáneos fueron los primeros en oponerse al festejo del 12 de octubre y organizaron un contrafestejo el día anterior como el último momento de libertad.
Como parte del contrafestejo, los reclamos por sus derechos vienen de lejos, la tierra, los recursos naturales, la identidad, la lengua, y abarcan todo el territorio latinoamericano. (Télam)
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