28 Septiembre 2005
PREOCUPACION. Los operarios están en estado de alerta y movilización. LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
"Vine a cumplir con la promesa que les hice, y voy a seguir de cerca este sueño. Y a los escépticos y a los que dicen que los talleres ferroviarios no van a funcionar, yo les digo ?minga?; los vamos a hacer funcionar". Con esas palabras, el 30 de setiembre de 2003, el presidente Néstor Kirchner despertó la esperanza entre una multitud que, en las puertas de la histórica planta de Tafí Viejo, lo vitoreaba.
A casi dos años de aquel acto, la ilusión de los 66 obreros reincorporados comenzó a ceder espacio ante una sensación de ahogo, mezcla de incertidumbre y de angustia. En unos derruidos talleres, rodeados de pastizales, de vagones desarmados y de maquinarias herrumbradas, ese grupo de operarios se pregunta todos los días por el sentido de su presencia en el enorme predio. "Sabemos que nuestra función es la de hacer el ?aguante? y esperar hasta que haya una política nacional de transporte para que todo se reactive", reconoce sin tapujos Jorge Llanos, uno de los trabajadores que se plegó, desde ayer, a una protesta pacífica en la planta.Es tal el grado de desatención de la Nación a los talleres que, tras la reparación del tren sanitario Alma, los operarios se abocaron durante un año a la puesta a punto de cuatro vagones. Las unidades están listas desde hace más de cuatro meses, pero el brillo de su pintura aún contrasta con la oscuridad de uno de los galpones. "El 28 de junio, el secretario de Transporte de la Nación (Ricardo Jaime) dijo que iban a destinar $ 2 millones a los talleres, pero no hay nada", se quejó Jorge Murillo. Los ferroviarios afrontan el escaso trabajo artesanal, sin medios ni herramientas. "Cuando debemos mover un vagón, debemos pedir al municipio la pala (maquinaria vial), porque aquí no hay infraestructura. Con $ 500.000, esto se pone en funcionamiento", dijo Llanos.
A casi dos años de aquel acto, la ilusión de los 66 obreros reincorporados comenzó a ceder espacio ante una sensación de ahogo, mezcla de incertidumbre y de angustia. En unos derruidos talleres, rodeados de pastizales, de vagones desarmados y de maquinarias herrumbradas, ese grupo de operarios se pregunta todos los días por el sentido de su presencia en el enorme predio. "Sabemos que nuestra función es la de hacer el ?aguante? y esperar hasta que haya una política nacional de transporte para que todo se reactive", reconoce sin tapujos Jorge Llanos, uno de los trabajadores que se plegó, desde ayer, a una protesta pacífica en la planta.Es tal el grado de desatención de la Nación a los talleres que, tras la reparación del tren sanitario Alma, los operarios se abocaron durante un año a la puesta a punto de cuatro vagones. Las unidades están listas desde hace más de cuatro meses, pero el brillo de su pintura aún contrasta con la oscuridad de uno de los galpones. "El 28 de junio, el secretario de Transporte de la Nación (Ricardo Jaime) dijo que iban a destinar $ 2 millones a los talleres, pero no hay nada", se quejó Jorge Murillo. Los ferroviarios afrontan el escaso trabajo artesanal, sin medios ni herramientas. "Cuando debemos mover un vagón, debemos pedir al municipio la pala (maquinaria vial), porque aquí no hay infraestructura. Con $ 500.000, esto se pone en funcionamiento", dijo Llanos.
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