

Como cada día, el calendario litúrgico católico conmemora a hombres y mujeres que, por su vida, su martirio o su entrega, fueron elevados a los altares. Este 20 de abril, la Iglesia recuerda a varios santos y beatos, cuyas historias —aunque muchas veces olvidadas— encierran relatos intensos de fe, resistencia y humanidad.
Uno de los nombres más destacados de la jornada es el de San Marciano de Auxerre, abad francés del siglo V, conocido por su vida austera y su dedicación a la formación espiritual en una época de transición entre el mundo romano y el cristianismo medieval. En Francia, su figura es venerada como uno de los pilares del monacato temprano en la región de Auxerre.
También se recuerda hoy a San Teodoro Trichinas, un monje asceta del siglo IV que vivió en Constantinopla y cuya fama se debe a su práctica radical de penitencia: dormía sobre piedras, cubierto apenas con un manto de crin, lo que le valió el apodo de “Trichinas” (el de los pelos ásperos). Su historia es un ejemplo extremo del ascetismo que caracterizó a los primeros eremitas cristianos.
El santoral del 20 de abril incluye además a Santa Inés de Montepulciano, una abadesa dominica nacida en la Toscana en el siglo XIII. A los nueve años ya vivía en un convento, y a los quince era priora. Fundó un monasterio y fue famosa por sus visiones místicas. La tradición cuenta que tenía el don de curar enfermos, y fue una de las santas preferidas de Catalina de Siena.
En América Latina, aunque estos nombres no son tan populares como los de otros santos, muchos fieles los recuerdan con pequeñas devociones locales. Por ejemplo, en algunos pueblos rurales del interior argentino o del altiplano andino, es común encontrar imágenes de Santa Inés junto a otras vírgenes medievales europeas, traídas por los misioneros durante la colonización.
Por fuera del calendario oficial, también hay quienes eligen este día para conmemorar a sus propios santos anónimos: los abuelos, los vecinos del barrio, los curas de pueblo. Porque más allá de la liturgia, la fe —como la historia— también se transmite de boca en boca.







