Una gotera, una grieta: la anécdota mínima que separó para siempre a Borges de Vargas Llosa

Una gotera, una grieta: la anécdota mínima que separó para siempre a Borges de Vargas Llosa

Murió Mario Vargas Llosa. Nobel de Literatura, miembro de la Academia Francesa, autor monumental. Pero hay un capítulo poco conocido que lo une —y lo separa— del mayor escritor argentino del siglo XX. Una visita, una entrevista, una mancha en el techo: a veces los genios no conectan por razones que parecen ridículas, pero duelen como traiciones.

4
Una gotera, una grieta: la anécdota mínima que separó para siempre a Borges de Vargas Llosa
13 Abril 2025

Hoy, con la muerte de Mario Vargas Llosa, no solo se apaga una de las voces más influyentes de la literatura latinoamericana del último siglo. También se reactiva, inevitable, una vieja y triste anécdota que lo vincula a Jorge Luis Borges: un vínculo de admiración unilateral que, por una observación inocente —casi torpe—, terminó en distanciamiento y rencor.

La historia es tan borgeana que parece ficción: un escritor ciego, un joven admirador, una entrevista y una gotera que lo arruina todo.

Vargas Llosa siempre consideró a Borges un faro. Lo admiró incluso cuando no podía permitírselo. “Yo era marxista-leninista, el Partido Comunista nos obligaba a leer Así se templó el acero. Y sin embargo, leía a Borges a escondidas”, confesó alguna vez.

En 1964 lo entrevistó por primera vez en París. En 1981 repitió la experiencia en Buenos Aires. Fue en el departamento de Borges, en la calle Maipú, donde algo se rompió. Vargas Llosa escribió luego un texto —lleno de elogios— en el que describió la sencillez del hogar del escritor: la escasez de muebles, un gato llamado Beppo, una empleada salteña que hacía de cocinera y lazarillo. Y, sobre todo, una mancha de humedad en el techo. Una gotera sobre la mesa.

Para Borges, fue una falta de delicadeza imperdonable. “Me visitó un peruano que, creo, trabaja en una inmobiliaria”, dijo con ironía, frente a sus amigos. Y nunca más volvió a hablarle.

“Provocó una distancia muy grande entre él y esa cosa pequeñita que era yo”, dijo Vargas Llosa años después. “Nunca más lo vi, hasta que visité su tumba”.

Lo cierto es que, incluso después de ese desencuentro, el Nobel hispano-peruano nunca dejó de admirarlo. Le dedicó ensayos, conferencias, incluso el libro Medio siglo con Borges (2020), donde reunió textos y reflexiones sobre quien consideraba “la influencia más extraordinaria que ha tenido la lengua española”.

Porque a veces los genios se conocen, se reconocen, se admiran. Pero no logran encontrarse del todo. No por grandes diferencias, sino por pequeñeces. Por una mancha en el techo. Por una frase mal dicha. Por eso que nunca parece grave hasta que rompe algo irremediable.

Hoy, Vargas Llosa vuelve a encontrarse con Borges. Y quizá —ahora sí— puedan hablar sin que los interrumpa la gotera.


Tamaño texto
Comentarios
suscribite ahora
Informate de verdad Aprovechá esta oferta especial
$11.990 $999/mes
Suscribite ahoraPodés cancelar cuando quieras
Comentarios
Cargando...