
Dicen los entrenadores que el fútbol es un estado de ánimo. Y Atlético Tucumán lo había empezado a demostrar: tras cinco derrotas consecutivas, rompió el maleficio frente a All Boys y lo reafirmó con un agónico triunfo ante Instituto. Pero en su visita al Nuevo Gasómetro, esa ilusión volvió a encontrarse con la crudeza del resultado: derrota 1-0 ante un San Lorenzo que fue más práctico que brillante.
El análisis no puede quedarse en el marcador. Atlético mostró, sobre todo en la primera mitad, uno de sus pasajes de mejor fútbol en lo que va de 2025. Prolijo, dominante, con presión alta y asociación en corto, el equipo de Lucas Pusineri supo quitarle la pelota a San Lorenzo y trasladar el partido al campo rival. Por momentos, dio la sensación de que el gol era inminente. Pero como tantas veces, el fútbol no premia las intenciones, sino la eficacia.
El tándem por izquierda entre Matías Orihuela y Franco Nicola fue punzante. Nicola, muy participativo, fue de lo mejor del equipo en el primer tiempo, generando desequilibrio constante. En la derecha, Auzqui y Damián Martínez también ofrecieron sociedades interesantes, aunque con menos explosión. Por el centro, Coronel y Cabrera fueron una amenaza constante para el equipo de Russo, sosteniendo el ritmo del partido y dándole a Atlético la posibilidad de jugar en campo rival.
Atlético generó al menos tres situaciones claras para abrir el marcador en la primera etapa, pero volvió a chocar con su propio karma: la falta de definición. Esa carencia, que arrastra desde hace varias temporadas, terminó por pesar una vez más. El arquero rival Orlando Gill respondió bien cuando fue exigido, aunque también fue favorecido por remates desviados y cabezazos que no encontraron destino de red.
La segunda mitad fue un vuelco. Atlético se quedó sin piernas. La intensidad del primer tiempo no se pudo mantener y San Lorenzo, sin grandes jugadas elaboradas, creció en el juego. A los 12 minutos, una jugada rápida, de toques precisos, terminó con un centro de Cerutti que Andrés Vombergar transformó en gol con un cabezazo impecable. Golpe letal.
Desde entonces, Atlético entró en un cortocircuito emocional. Las modificaciones no aportaron claridad. El ingreso de “Pulga” Rodríguez, Mateo Bajamich y Leandro Díaz fue más desesperado que estratégico. El equipo perdió orden, aceleró sin sentido y se diluyó ante el eficaz sistema defensivo de San Lorenzo, que, sin brillar, manejó con oficio el cierre del partido.
Miguel Ángel Russo, un experto en gestionar ventajas mínimas, volvió a demostrar por qué sus equipos son tan difíciles de remontar. Con el triunfo, el “Ciclón” selló su clasificación con tres fechas de anticipación. Para Atlético, en cambio, la lectura debe ser doble. Se perdió, sí, pero se jugó bien por momentos. Hubo funcionamiento, circulación, superioridad territorial y espíritu competitivo. Pero mientras la definición siga fallando, el fútbol seguirá castigando.
Quedan tres partidos para que termine el torneo que viene siendo una tortura para hinchas, jugadores y dirigentes. Aunque no lo digan, todos saben que una clasificación entre los ocho mejores para lo playoffs es el objetivo a buscar solo por el orgullo o para extender la actividad oficial y no tener vacaciones anticipadas. Pero con un presente tan irregular a éste Atlético le cuesta mucho competir, conseguir los nueve puntos que restan será la misión, pero para salvar el papelón y también para no encaminarse a ser uno de los equipos que peleará el descenso. Ayer hubo buenas sensaciones, pero con eso no basta.