Educar a lo japonés
Educar a lo japonés

En las últimas semanas, varios casos de violencia escolar y conflictos dentro de las instituciones volvieron a poner en agenda un debate urgente: ¿qué lugar ocupan hoy las escuelas en la formación de los chicos? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad del sistema educativo y cuándo comienza la de las familias? ¿Qué valores se están enseñando -o dejando de enseñar- dentro y fuera del aula? ¿Estamos preparando a los chicos solo para aprobar exámenes, o también para convivir en sociedad? La lista de preguntas es infinita.

La ONG Bullying Sin Fronteras, señaló que Argentina se encuentra en el puesto número tres de los países con mayores casos de alumnos que sufren acoso escolar, luego de España y México. En este contexto, mirar otros modelos de enseñanzas con mejores estadísticas puede ayudar a la reflexión.

Uno de los métodos más llamativos, es el japonés. Además de tener un aprendizaje académico de excelencia -los resultados en las pruebas PISA confirmaron que Japón se encuentra consistentemente entre los primeros puestos a nivel mundial-, la enseñanza de valores como el respeto, la cooperación y la responsabilidad son el pilar de su educación.

En Japón, la escuela es más que un espacio de instrucción, su metodología promueve que la enseñanza principal es la de convivir en sociedad. Por ejemplo, no hay computadoras en el aula de primaria, ni exámenes hasta el último tramo del ciclo. Pero lo que sí hay, es tiempo para enseñar cómo comportarse con los demás, cómo compartir responsabilidades y cómo valorar el trabajo ajeno.

Por eso, sugieren que es fundamental enseñar el respeto. Cada día comienzan con saludos formales entre alumnos y docentes, y el uso del lenguaje cortés lo incorporan desde la infancia. Las reverencias para ellos representan una forma visible de reconocimiento mutuo.

En esta misma línea, también está el respeto por el entorno. En la mayoría de las escuelas no hay personal de limpieza, son los alumnos quienes limpian sus aulas, los pasillos y hasta los baños. Por supuesto que esta práctica no es una medida de austeridad, sino que apuntan a formar ciudadanos conscientes de sus actos, responsables con lo material y solidarios con los demás. Con este tipo de enseñanza, probablemente no se encuentren chicles en los bancos o baños escritos, ya que quien lo hace, deberá limpiarlo.

El otro gran eje es el trabajo en equipo. Los estudiantes almuerzan organizados por grupos que rotan cada semana, comparten tareas y resuelven problemas juntos. Desde chicos se fomenta que escuchen al otro, que asuman roles de liderazgo y que gestionen desacuerdos sin recurrir a la confrontación. Esta forma de organización tiene el objetivo de promover la empatía y la construcción colectiva.

Existen algunas diferencias con el sistema argentino. En nuestras aulas, muchas veces la prioridad está puesta en los contenidos, mientras los vínculos quedan en segundo plano. El respeto suele asociarse a la autoridad impuesta, y no a una construcción recíproca. La cooperación, salvo en proyectos puntuales, puede no estar integrada como parte estructural del aprendizaje.

Además, en Japón existe una corriente educativa que pone el foco en algo esencial: la felicidad del alumno como objetivo pedagógico. Inspirado en las ideas de Tsunesaburo Makiguchi, este enfoque se llama Soka, que significa “creación de valor”. Propone una escuela que no forme solo en contenidos, sino que despierte en cada niño el deseo de aprender, convivir y mejorar su entorno.  

Su filosofía intenta ayudar a los estudiantes a construir sentido en sus vidas, a tomar decisiones éticas y a desarrollar relaciones significativas. En lugar de formar para competir, forma para contribuir, y ponen mucho énfasis en el medio ambiente.

Algunos colegios en Japón y en el mundo aplican esta visión Soka de manera integral en su programa, y la consideran una herramienta poderosa para prevenir la violencia escolar, el aislamiento y el desgaste emocional de docentes y alumnos.

Para concluir, un estudio de la Universidad de Stanford demostró que los estudiantes japoneses no solo tienen altos niveles de desempeño en materias como matemática y ciencia, sino que además reportan una mayor sensación de bienestar en la escuela. Según la investigación, este foco de las escuelas contribuye directamente a un ambiente más saludable para el aprendizaje.

Esto no significa que en Japón todo funcione a la perfección. Como en cualquier país, su sistema educativo y su cultura de crianza también enfrentan desafíos, críticas y limitaciones. No se trata de idealizar un modelo ni de trasladarlo a otra realidad, sino de abrir el horizonte y mirar cómo otras sociedades abordan cuestiones clave como el respeto, la convivencia y la formación en valores.

Observar lo que ocurre en otros lugares del mundo nos permite cuestionar nuestras propias prácticas y, sobre todo, inspirarnos para construir caminos educativos conscientes con lo que queremos para las próximas generaciones.

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