Alberto Benegas Lynch (h): "Los derechos no se toleran, los derechos se respetan"
Es el referente intelectual por excelencia del presidente Javier Milei –lo llama “el prócer”-. Su definición de liberalismo es repetido como un mantra por los libertarios. Aquí habla sobre sus ideas, la bifurcación del liberalismo y el derrotero argentino, el avance de la izquierda en el ámbito académico, los puntos destacables de la actual gestión y la relación del Gobierno con la pobreza. “Si no hubiese sido por mi padre, nunca hubiera sido liberal”, afirma.

Por Solana Colombres para LA GACETA
-¿Qué se siente, Alberto, a esta altura de tu vida, después de toda una vida batallando por las ideas liberales, una batalla que inició tu padre y encarna hoy tu hijo Bertie en la Cámara de Diputados, vivir este momento de Argentina?
-Ni en mis sueños más fantasiosos hubiese imaginado que este programa se iba a ejecutar en la República Argentina. Y uso una expresión, que a mi querida mujer María no le gusta: para mí todo esto es un fenomenal orgasmo intelectual. Esta historia, como lo mencionaste, la empezó mi padre que, en una inmensa soledad, en el año 1942, descubrió en un libro la tradición de la Escuela Austríaca. Luego fundó el Centro de Estudios sobre la Libertad, desde donde se tradujeron muchos trabajos, se hicieron muchas publicaciones e invitó a muchos profesores a Buenos Aires, entre los cuales, no se pueden soslayar a Ludwig von Mises. Yo mismo, si no hubiera sido por la infinita paciencia de mi padre de mostrarme otros lados de la biblioteca, hubiera sido como siempre digo, no sé si trotskista pero por lo menos keynesiano, nunca liberal.
-¿Por qué la Argentina abandonó la senda del liberalismo en el siglo XX?
-Conviene recordar que, desde la Constitución liberal del gran tucumano Juan Bautista Alberdi, del 53-60, vivimos el comienzo del gobierno de Yrigoyen y luego el golpe fascista del 30 y también el golpe militar de los peronistas del 43. Como consecuencia de esta sucesión de hechos la Argentina se convirtió en un cono de sombra de la que está saliendo recién ahora con este gobierno. Teníamos indicadores como los de Estados Unidos; en algunos casos, mejores. Y luego sucedió algo que está apuntado, sabiamente, por Alexis de Tocqueville en El antiguo régimen y la Revolución Francesa, según lo cual en los países en donde hay un inmenso progreso moral y material, la gente da eso por sentado. Ese es el momento fatal. Es el momento que se empiezan a ocupar, en el caso argentino, cátedras con la Cepal, con fascismo, con socialismo, con keynesianismo, con marxismos, etcétera. Y en Argentina cuando se produjo el debate y la confrontación con los supuestos defensores de la libertad, no tenían nada que responder porque no habían estudiado, habían dado las cosas por sentado hasta que se produjo este resurgir de Javier Milei.
-¿Que destacás de este primer año del gobierno de Milei?
-Me parece que el balance neto está marcado por cuestiones institucionales, porque lo institucional remite a los derechos individuales vía reducción del tamaño del Estado en términos reales en un 30%. Conviene subrayar igualmente la permanente desregulación, en manos del amigo Federico Sturzenegger. Otros aspectos que no se pueden soslayar son el accionar eficaz del Ministerio de Capital Humano -que ha puesto de manifiesto los curros purulentos-, el orden y la disciplina en las calles, y la reducción sustancial de la inflación.
-¿Que le dirías a tu papá si lo tuvieses en frente?
-Bueno, yo le diría a papá: ¡muchas gracias, viejo! porque si no hubiera sido por su intervención, jamás hubiera estado trabajando en esto. La primera vez que visité a Javier Milei en Olivos, me llevó a la oficina del presidente de la República, donde me mostró una pintura de mi persona. ¡En la oficina del presidente de la República! De manera que esto es una cosa que hay que refregarse los ojos para ver si es cierto.
-El liberalismo vivió una fuerte proscripción desde el 2001. Te habrán insultado, ninguneado, excluido de algunos círculos, imagino…
-Incluso vacíos con queridos amigos. Me sucedió, por ejemplo, cuando recién llegado de mi beca en Estados Unidos me designaron asesor económico de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y me invitaron a dictar un curso allí con la salvedad de que no mencionara la expresión “liberal porque resulta chocante” frente a lo cual dije que con esa condición no dictaría el curso. Finalmente aceptaron que la usara. Cuento esto para mostrar el rechazo generalizado de esa palabra aun entre personas correctas y de muy buena voluntad. Con el tiempo se había pasado de educar a adoctrinar. Entonces, tengo una especie de latiguillo el primer día de clase; les digo a mis alumnos: si no resulta claro, por favor interrúmpanme; si no están de acuerdo, discútanme; pero si creen que soy claro y creen que están de acuerdo conmigo, hagan de abogados del diablo porque ayuda muchísimo para pulir distintos temas en el debate. Abajo de mi computadora, aquí en mi biblioteca, tengo un enorme cartel que dice “nullius in verba” que es el lema de la Royal Society de Londres, que quiere decir “no hay palabras finales”. Siempre tenemos que buscar nuevos paradigmas.
-¿Qué ha sido la libertad para vos? ¿Solo una teoría económica o algo más abarcador para explicar la realidad?
-La libertad y el liberalismo no se cortan en tajos. El Presidente ha insistido, desde su campaña, siempre, y ha puesto como una especie de mantra mi definición sobre el liberalismo, que la fabriqué en uno de mis primeros libros: “El liberalismo es el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros”. Esto no quiere decir, para nada, que adherimos al proyecto de vida del vecino pero si no hay invasión de derechos, si no hay lesión de derechos en una sociedad abierta, para usar terminología de Popper, no puede recurrirse a la fuerza. Solamente puede utilizarse con carácter defensivo, nunca agresivo. Y también, en esta definición, enfatizo lo siguiente: hay gente de muy buena fe, bien intencionada, que utiliza de forma recurrente la palabra “tolerancia”. Confieso que a mí no me gusta porque me suena con cierto tufillo inquisitorial. Los derechos no se toleran, los derechos se respetan. Lo que no se puede es invadir derechos de terceros. Creo que es importantísimo extender el concepto enriqueciéndolo con el área filosófica-humanista.
-Poco asociada al liberalismo, hay que decirlo.
-No solo poco asociada, sino muy disociada. Habitualmente se entiende el humanismo disociado de la tradición de pensamiento liberal cuando en verdad constituye la base del liberalismo, lo cual fue apuntado desde la Escuela de Salamanca del siglo XVI, ya en los albores de esa filosofía. Siguiendo el consejo del marxista Antonio Gramsci, lo primero que se hizo desde la izquierda es tomar las cátedras centrales en Ciencias Sociales, en áreas humanistas y filosóficas, y así esta ideología cooptó el pensamiento desde las aulas universitarias extendiéndose hacia la sociedad y volviéndose sentido común.
-¿Está bien utilizar la retórica amigo-enemigo aun cuando suene de factura liberal?
-Dependerá de la situación. Si estamos hablando de los nazis, por supuesto que estamos hablando de enemigos. Si estamos hablando de un seminario donde se exponen distintas ideas, corrientes de pensamiento y debate, no hay tal cosa. Pero aquí aprovecho para decir algo ya que a veces no se comprende del Presidente. Fijate que en el Mayo francés -gran plataforma de la ideología de izquierda- surgió este slogan: “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Con tanto machacar con esta frase a lo largo del tiempo los marxistas marcan la agenda. En la mayor parte de los países del llamado Mundo libre, si uno se toma el trabajo de leer los diez puntos del Manifiesto comunista de Marx y Engels de 1842, vamos a ver que, ¡oh paradoja!, en nombre del anticomunismo, ¡adoptan los diez puntos!
-El discurso liberal se cuida de utilizar la narrativa de la llamada justicia social. ¿El Presidente se conduele con la pobreza o su leit motiv es la libertad económica per se?
-Yo creo que sí y ha transmitido en distintas oportunidades y discursos una gran preocupación. Por eso, una de las primeras cosas que celebra, es la reducción de la pobreza, de la marginalidad. Está preocupado y ocupado porque creo que, como todo buen liberal, el punto medular es el bienestar de la gente, especialmente de los más necesitados. Por eso es que se subraya tanto que la hipocresía estatista y socialista, que se llena la boca hablando permanentemente de los pobres, los estafan miserablemente. No solo en lo personal, sino con legislaciones absolutamente contraproducentes.
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