San Javier y la Ciudad Universitaria de la UNT: la historia de un sueño inconcluso
En el corazón del cerro San Javier, en plena naturaleza, se encuentra la huella silenciosa de un sueño que no llegó a concretarse. Es la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), ambicioso proyecto que nació a mediados del siglo XX y que aún hoy despierta asombro, curiosidad y reflexión.
La arquitecta y especialista en patrimonio, Olga Paterlini, repasó con claridad y emoción a LA GACETA los detalles de este proyecto utópico, cuya historia fue expuesta recientemente en el Consejo Superior de la UNT. “Fueron tres informes los presentados”, explicó.
“Hace dos años y medio, durante un traslado, se encontraron por azar una serie de planos guardados en cajas inadecuadas. Todos esperábamos hallar el proyecto integral de la ciudad universitaria, del cual solo había referencias parciales en publicaciones de 1950”. Para analizar este material, se conformó una comisión integrada por un grupo de ingenieros.
“Estuvieron trabajando más de dos años en la clasificación del material, pero lamentablemente no hay un plano integral del conjunto. Lo que se halló fueron croquis, planos fragmentarios y documentación de las viviendas y del famoso ‘block’, ese edificio emblemático que aún se puede ver en San Javier”.
La idea
La idea de una ciudad universitaria no era nueva. Ya en 1914, cuando Juan B. Terán echaba a andar la universidad, se recomendaba crear un campus unitario que pudiera acompañar el crecimiento institucional. Sin embargo, no fue hasta los años 40 que la idea tomó forma. En un contexto de expansión y presión edilicia, se conformaron comisiones para evaluar posibles soluciones.
La llegada del arquitecto Jorge Vivanco y la creación del Instituto de Arquitectura y Urbanismo marcaron un punto de inflexión. “Vivanco y su equipo lograron entusiasmar al rector Horacio Descole, quien confió en ellos para diseñar la ciudad universitaria. Era una época de grandes utopías en América Latina: ya se construían las ciudades universitarias de Caracas, Río de Janeiro y México. Tucumán se sumaba a esa corriente de modernidad arquitectónica y pensamiento de vanguardia”.
El lugar elegido fue San Javier, alejado del núcleo urbano. “No debía estar vinculada a la ciudad capital”, relata Paterlini. “Era una ciudad regional, pensada para servir a Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja e incluso países limítrofes como Bolivia y Perú”.
La magnitud de un sueño
El proyecto preveía una superficie edilicia de más de 35.000 metros cuadrados, superando ampliamente la infraestructura universitaria existente. Se hablaba de más de 3.000 viviendas, un grupo primario en la altura y otro secundario al pie del cerro, en Orcomoy. “La Nación financió la compra de las tierras: más de 14.000 hectáreas que hoy forman el Parque Sierra San Javier”, detalla la arquitecta.
Sin embargo, el cambio de contexto político y económico fue diluyendo el impulso. “El rector Descole dejó su cargo en 1955, y con él se desvaneció el respaldo institucional. Los fondos nacionales se recortaron y, poco a poco, el proyecto fue perdiendo fuerza”.
Solo una parte del famoso “block” se construyó, una megaestructura que incluso fue destacada por el teórico inglés Reyner Banham, quien la consideró “la primera megaestructura del mundo”. Una joya arquitectónica que quedó a medio hacer.
¿Y ahora?
En los años 60 cambió el paradigma: las ciudades universitarias dieron paso a centros distribuidos. Así nacieron sedes como Quinta Agronómica y El Manantial, en un modelo más fragmentado. Pero, según Paterlini, eso no significa que el sueño se haya perdido. “La estructura del block no está abandonada. El rectorado actual está haciendo estudios sobre su estado, y se trabaja en su recuperación. Dependerá, como siempre, del flujo de recursos”.
Lejos de ser una ruina, San Javier conserva un legado potente. “Es un centro de vanguardia absoluto, que debe ser resignificado como un polo de conocimiento para el futuro”, subraya la arquitecta. “Debemos sentir un cariño inmenso por algo que, en el fondo, nunca se abandonó”, cierra.