

Cómo hacer para tener ingresos mientras se cursan los estudios universitarios es una pregunta que desvela a casi todos los estudiantes. Si en general no es fácil conseguir un trabajo, mucho más difícil resulta generar dinero sin caer en la lógica del trabajo full time. Esto obliga a quienes están en el trance de adquirir un título a explorar nuevas formas de ganarse la vida. En Tucumán, un gran número de estudiantes universitarios y terciarios se las ingenia para hacer changas: son trabajos cortos, flexibles y autogestionados que les permiten pagar salidas, apuntes, ropa, viajes e, incluso, ahorrar para invertir en sus propios proyectos. Y no son pocos los que, llevados por la necesidad, le encuentran la vuelta y se hacen emprendedores.
Estos trabajos son casi por regla precarios e informales, pero eso está naturalizado. La opciones varían desde servir comida y bebida en un bar durante los fines de semana; hacer tatuajes; vender productos de skincare por redes y hasta tener un emprendimiento de mates personalizados. Lo central es que la actividad no compita con los estudios, aunque esto no sea algo que siempre se consiga.
Los negocios que probó Lautaro
La historia de Lautaro Calvente, de 23 años, también es la de alguien que nunca se quedó quieto. Vive en Alderetes y estudia Administración de Empresas en un instituto privado. Aunque sus padres lo apoyan económicamente, siempre quiso tener su propio dinero y colaborar en casa.
“Cuando terminé el colegio, en plena pandemia, no pude estudiar y trabajé en atención al cliente en un local de repuestos para celulares. Ahorré y abrí una forrajería. Después, en el mismo espacio, una verdulería, pero la tuve que cerrar porque rompieron la calle para hacer las cloacas y la gente dejó de pasar”, relata.
Tras ese revés, comenzó a diseñar carteles para comercios, trabajó en una hamburguesería, y vendió mates y termos personalizados. Mientras tanto, aprendía a tatuar por su cuenta. “Tatuaba a la mañana o durante la siesta; trabajaba a la tarde, y cursaba algunos días de manera presencial y otros, en forma virtual”, dice. En junio de 2023 abrió su propio local de tatuajes cerca de su casa. Esta es hoy su principal fuente de ingresos.
“Quiero que mis estudios avancen. Me gusta trabajar para mí, pero en algún momento también quiero probar algo más estable”, admite. En 2024 se recibió como técnico y sueña con combinar lo que estudió con su faceta emprendedora.
Micaela y sus "mil" trabajos
Micaela Quiroga, también de 23 años, vive en La Florida y estudia la Tecnicatura en Recursos Humanos. Su camino emprendedor comenzó mucho antes de elegir una carrera y abarca "mil" ocupaciones. “Quería tener la tranquilidad de disfrutar mis hobbies y salidas con amigas sin depender de mis padres. Después de haber empezado vendiendo ropa interior a los 17 años, en 2023 se me ocurrió armar una escuelita de verano para mis sobrinos, aunque no duró mucho tiempo”, cuenta. Les cobraba una cuota y organizaba actividades tres veces por semana. Así nacieron sus primeros ingresos.
Con un regalo de sus padres hizo un curso de uñas y compró los materiales. “Al principio fue un desastre. Me frustraba, perdía clientas y, encima, había varias chicas que hacían uñas en la misma cuadra”, recuerda. Tras tomarse un tiempo, retomó el emprendimiento para aprovechar la temporada de egresos y fiestas de fin de año. “Me fue bien, pero no supe administrarme y me gasté todo”, confiesa entre risas.
Micaela no se detuvo. Daba clases particulares de primaria en las materias de inglés, lengua y ciencias, y limpiaba casas de familiares y conocidos, y, con esos ingresos, pudo ahorrar y empezó a vender productos de maquillaje y skincare. Hacía pedidos por internet, armaba kits, y vendía en ferias y a compañeras de su instituto. “Iba a cursos gratuitos de maquillaje que daban en los partidos políticos. Aprendía y, de paso, vendía”, relata.
Durante la mañana Micaela se dedicaba a su emprendimiento, estudiaba por la tarde y respondía mensajes por la noche. Los fines de semana hacía producciones de fotos para las redes sociales. “Mi idea es trabajar en Recursos Humanos, pero quiero seguir con el negocio. Me gustaría que tenga de todo, como un mini chino”, sueña. “Me permití frustrarme y aprender. La economía es inestable, pero emprender me enseñó a salir a la calle, investigar, accionar. A no esperar que llegue la oportunidad, sino a crearla”, resume.
Enseña arte, hace tatuajes y sirve comida cuando la llaman
Lucía Montserrat Barbá tiene 22 años, vive en Lastenia y estudia Psicología. Está en quinto año y sólo le quedan las materias prácticas para recibirse. En el secundario pasó por la Escuela de Bellas Artes, y allí descubrió su talento por el dibujo y la pintura. Con esa habilidad, comenzó dando clases de arte a niños y adolescentes en su casa. Más adelante, decidió aprender a tatuar.
“Empecé a practicar y, con lo que iba ganando, compré mis propias máquinas”, cuenta. Hoy tatúa en su casa, con horarios acordados y generalmente a conocidos. “Una vez fui a tatuar a alguien que no conocía y sentí una vibra rara. Desde entonces, sólo atiendo en mi espacio”, explica. Además, trabaja de forma eventual en una empresa que provee mozos, cocineros y personal de limpieza para eventos. No tiene horario fijo: la llaman sólo cuando falta alguien, generalmente los fines de semana.
Estas historias reflejan un fenómeno creciente: el trabajo tradicional ya no es la única vía para generar ingresos. En medio de la crisis, muchos jóvenes tucumanos encuentran en la creatividad, la autonomía y el trabajo informal no solo una salida económica, sino también un espacio para descubrir sus propios talentos y construir su futuro desde el presente.