Infancia y cuidado: cuando crecer sin pares puede ser un desafío

Infancia y cuidado: cuando crecer sin pares puede ser un desafío

Cómo detectar si un niño necesita ayuda para vincularse, y por qué es crucial su interacción con pequeños de su edad. El relato de una madre tucumana, la palabra de especialistas y cifras que muestran un cambio de panorama.

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Infancia y cuidado: cuando crecer sin pares puede ser un desafío

Testimonio: soledad en el aula

“Todo el mundo miraba con sorpresa a Victoria desde muy pequeña. Les parecía asombroso cómo se expresaba. Pero lo que al principio nos pareció todo una ventaja, se convirtió en una pesadilla cuando empezó a ir un materno”, cuenta Carolina Fernández, una mamá tucumana de 40 años.

Su hija se aislaba en su salita de tres años, lloraba en las actividades grupales y se negaba a asistir a los cumpleaños. “Tardamos casi un año con su papá en decidirnos a llevarla a terapia porque pensamos: ‘es normal, es hija única, no tiene primos y se rodea de adultos’. No debimos haberlo normalizado y fue solo con ayuda de un psicólogo que poco a poco sus conductas empezaron a cambiar”, reflexiona.

Infancia y cuidado: cuando crecer sin pares puede ser un desafío

Hoy Victoria tiene siete años y su vinculación con sus compañeros mejoró, a pesar de que aún le quedan algunos desafíos. Su caso no es singular. En un contexto donde cada vez hay más hijos únicos, especialistas alertan sobre la importancia del contacto entre pares para el desarrollo emocional y social.

Es que a pesar de que algunos niños parecen sentirse más cómodos conversando con adultos que jugando con sus pares, este comportamiento, que en principio puede interpretarse como una señal de madurez o una característica de su temperamento, podría estar indicando algo más cuando se vuelve recurrente.

En datos: cifras únicas

Uno de cada tres niños tucumanos es hijo único. Ese dato fue revelado en el informe sobre los niveles de fecundidad difundido por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en base al Censo 2022. En Tucumán, hay 480.003 mujeres de entre 14 y 49 años. De ellas, el 60,1% tiene hijos nacidos vivos, con un promedio de 1,5 hijos por mujer (en 2010 ese número era de 1,6).

Del total de madres (288.256), el 31% tiene un solo hijo: se trata de 89.219 mujeres, lo que indica que casi uno de cada tres niños tucumanos crece sin hermanos. El resto tiene dos hijos (86.765 madres) o tres o más (112.272).

Aunque Tucumán está apenas por encima del promedio nacional (1,4 hijos por mujer), el dato marca una tendencia: cada vez hay menos niños por familia, lo que reduce naturalmente las oportunidades de interacción infantil cotidiana dentro del hogar.

Según Cecilia López, psicóloga infantil, el niño que crece con pocas oportunidades de vincularse con otros seguramente va a perder algo muy valioso: el espacio de ensayo social.

“En ese espacio, a través del juego, los niños aprenden a compartir, negociar, tolerar la frustración y desarrollar empatía”, explica y advierte “si se los priva de estos vínculos pueden aparecer dificultades para integrarse, miedos sociales o baja autoestima.”

López, en ese sentido remarca: “Somos los adultos los responsables de facilitar estos espacios y estimular los vínculos”.

Interacciones: ¿un mito o una realidad?

“Una crianza entre adultos no determina por sí misma un déficit en las habilidades sociales, ya que estas dependen mayormente del contexto y los entornos de socialización”, señala la psicóloga especialista en niños, Natalia Gronda.

De todas formas, ella también afirma que las interacciones con otros niños sí juegan un papel fundante en el desarrollo infantil, ya que proporcionan la posibilidad de aprehender nuevas destrezas sociales y ejercitar las normas sociales y la regulación emocional.

“El hijo único, a veces -y cada vez más en nuestros tiempos- también ‘nieto único’ y ‘único sobrino’, puede gozar de una familia que le brinde más tiempo, más dedicación y más recursos, y por esto desarrollar mayores destrezas lingüísticas, mayor confianza y seguridad en sí mismo. Pero las dificultades pueden surgir en el encuentro con otros niños, que serán menos complacientes, generosos y permisivos que los adultos. Por eso, estas relaciones presentan mayores desafíos”, describe.

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